"La 
              poesía es un sueño del que no puedes despertar"
              
              Entrevista con Raúl 
              Zurita
            Por 
              Niki Tito Ramos y Fernando Cuya
              Publicado en: Identidades. 
              Suplemento cultural del diario El Peruano. Lima
              Lunes 8 de Noviembre de 2004
              
            
            
          Raúl Zurita (1951), de reciente visita por nuestro 
            país, es uno de los poetas más importantes de Chile. 
            Autor de Purgatorio e INRI, entre otros poemarios, su 
            obra mantiene una plena identificación con los miles de desaparecidos 
            y desposeídos durante el régimen de Augusto Pinochet.
          - Usted tiene una concepción romántica de la poesía, 
            en oposición a la idea de la poesía vista como una operación 
            del intelecto…
            -Absolutamente. Eso se debe, en gran parte, a que me interesa la poesía 
            que se interroga a sí misma. Cuando algo se interroga sobre 
            sí mismo, que no se interroga sólo sobre el 
afuera, 
            puede hacerte sentir un poco bien. Sé que afuera y adentro, 
            en el fondo, es casi un sueño. Para mí la poesía 
            es un sueño del que no puedes despertar -como casi una pesadilla- 
            y tienes que seguir, aunque no quieras, porque no puedes hacer otra 
            cosa y eso signifique la ruina de tu vida. Siento que lo que hago, 
            lo que me toca hacer, es interpretar los sueños de la tierra 
            y recoger fragmentos de ella para la gente. ¿Y uno qué 
            hizo por eso? De pronto, he sentido que uno escribe todo desde la 
            ausencia absoluta de certezas, de un tipo bien quebrado, y que pueda 
            reírse, responder con la risa, la ironía, con la destrucción 
            del poema, como el gran Nicanor Parra. Puede hacerse una poesía 
            histórica, como la de mi admirado Antonio Cisneros. Pero puedes 
            también imaginar paisajes inmensos, poemas que se escriben 
            en el cielo, en el desierto, que serán la respuesta a un tipo 
            desesperado.
          - El proyecto de su obra es también el trayecto concreto 
            de una vida…
            -Así lo quiero entender porque los hechos en la vida en sí 
            son los hechos: murió mi padre, hay un golpe de Estado, desaparece 
            una persona, me encontré con esta otra; lo hecho en sí… 
            son hechos. El arte es la única posibilidad de darle a los 
            hechos la ambigüedad y la conmoción que los hechos en 
            sí carecen. Las artes son la única experiencia que te 
            permite, un poco, corregir la vida.
          - Su concepción de la obra echa mano de otros soportes 
            escriturales: escritura sobre el cielo literalmente o sobre el desierto 
            de Atacama, e incluso su propio cuerpo, como en la fotografía 
            de su libro Purgatorio…
            -Siempre esas cosas terminan formando una especie de mito y creo que 
            está bien. Pero no hice eso por poesía. Por el contrario: 
            estaba desesperado. Había tenido una situación de las 
            tantas de infinita humillación en ese tiempo. Y me acordé 
            de esa imagen evangélica, que te dicen que si te dan una bofetada 
            en la mejilla derecha, pon la izquierda: entonces fui y me quemé 
            la cara. Después entendí que allí había 
            comenzado la poesía para mí. Con un acto solitario y 
            desesperado, encerrado en un baño, con un fierro calentado 
            al rojo. Después la fotografía de las cicatrices fue 
            la tapa de la primera edición de Purgatorio: fue una 
            performance de desesperación. 
            
            Y lo de los cielos y todo… tú no te puedes poner límites, 
            ya se encargarán los demás de ponértelos. ¿Por 
            qué no si es bellísimo? ¿Por qué no se 
            puede escribir un poema en el cielo?
          - Una idea de las que parte su obra es la fugacidad de la vida, 
            de que las estancias e instantes son lugares de tránsito…
            -Sí. No te voy a hablar de la muerte porque la muerte es inminente. 
            La muerte está allí. Por eso el amor es algo urgente, 
            porque nos vamos a morir y a todos nos asusta morir. Nadie pidió 
            nacer, pero todo ser humano tiene el derecho a pedir y exigir amor.
            
            Hay algo que me emociona en la muerte, que tiene que ver con la obra: 
            que los más grandes poemas, las imágenes más 
            radiantes, más maravillosas, sé que morirán conmigo 
            cuando yo me muera. Sólo las habré visto, nunca las 
            habré escrito, sólo yo habré sido su único 
            espectador y ésa es también parte de la obra, tal vez 
            la más bella.
          - ¿Se reconoce aún en aquel joven de 24 años 
            que publicó el poema "Áreas verdes" en la 
            década de 1970?
            -Sí, porque nada queda atrás: tú eres, al mismo 
            tiempo, todos los seres que has sido; el tipo que se quema la cara, 
            el tipo que a los 7 años tiene una imagen con su abuela tomados 
            de la mano, el tipo que estará dando finalmente sus últimos 
            estertores... en todos juntos. Sí, me reconozco absolutamente.
          - A usted lo invitan a seminarios y homenajes en otros países 
            de Sudamérica, pero es resistido por un sector de la comunidad 
            literaria chilena…
            -Nadie es poeta en su tierra (risas).
          - ¿Sigue considerando a Borges un autor brillante, pero 
            menor?
            -Sí.
          - ¿Cuál es actualmente la realidad de la poesía 
            chilena?
            -Ha surgido en Chile un número impresionante de poetas extraordinarios. 
            Eso está sucediendo en toda América Latina. Y eso me 
            maravilló porque hace mucho tiempo que no pasaba, no había 
            una voz, no había nada. ¡Y de pronto aparecen tantos! 
            No desprecian la dimensión política; no a lo Neruda, 
            por supuesto, pero son radicales, rompen la barrera de los géneros: 
            performance, música, artes visuales. Los admiro mucho. Siempre 
            la poesía ha sido la forma, no sé por qué, en 
            que el pueblo de Chile se ha expresado y lo sigue haciendo. Ellos, 
            en el fondo, denuncian un mundo que ha emergido; de alguna forma están 
            denunciando lo que viene, que es bastante terrible. 
            
            Probablemente, ya no haya dictaduras, pero el desamparo, la insolidaridad 
            y el vacío de la sociedad que emergió en Chile son impresionantes.
          - Usted ha dirigido muchos talleres de poesía en Chile. 
            ¿Cree que es posible enseñar a escribir poesía?
            -No. Lo decía (en el recital) Antonio Cisneros: es duro, pero 
            el poeta nace, no se hace. Un taller de poesía lo único 
            que puede hacer, fuera de que se conozca la gente entre ellos, de 
            que los agrupe, es que si alguien está allí, puede abrir 
            eso que se halla en uno.