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"Mi mejilla es el cielo estrellado"

En México compilan obras completas de Raúl Zurita



Por Heidi Schmidlin M.
El Mercurio, 22 de julio de 2004

 


El interés por el aporte del poeta chileno, es coronado por el volumen que hoy lanza
la editorial Aldous.




Nadie es profeta (o poeta) en su tierra: lo sabe de sobra Raúl Zurita que si bien en Chile despierta una amplia variedad de escozores, en México atiende una larga fila de lectores que no se irán de la librería Ghandi sin antes ver autografiada su edición de INRI. El mes pasado su obra se incluyó en la antología "Nueva Poesía Hispanoamericana", del poeta peruano Leo Zelada, (Premio Orpheu), que vio la luz en la Feria Internacional del Libro de Lima. Hoy, en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana, la editorial Aldous lanza "Mi mejilla es el cielo estrellado", antología del escritor Jacobo Sefamí, doctor en literatura latinoamericana (catedrático de la Universidad de California) y el poeta azteca Alejandro Tarrab.

"A través de las 560 páginas de este libro -señalan los antologadores- se intenta reproducir el sentido profundo y la totalidad de vidas concebidas en el proyecto poético de Zurita. Por ello, se cierra con las escrituras sobre los acantilados de la costa norte de Chile que el autor imagina como el trazado final de su obra".

Tanto agasajo emociona al propio Zurita, acostumbrado últimamente a recibir más de agraz que de dulce. Todos lo quieren saludar, comentar algún episodio que dejó huellas. Entre uno y otro, acepta hablar de su nuevo nacimiento:


-El poeta León Placencia Ñol describe su trabajo como la poesía del riesgo ¿lo interpreta?
"Todo lo que he hecho lo he hecho sólo por pasión y amor y entiendo, sobre todo en el mundo de hoy, que eso es difícil de entender. Es como si fueras ordenado por un sueño que no ceja y en ese sueño hay poemas que se escriben en el cielo y paisajes inmensos, poemas escritos sobre los acantilados y en los desiertos. Siento que son como los sueños que sueña la tierra y que yo no puedo sino seguirlos, darles forma, contarlos al despertar. Muchas veces me he dicho dejémoslo hasta acá, está bien, ya has hecho lo tuyo, pero no puedo. Al final la tierra le pertenecerá a la gente de la tierra, a los pueblos que han persistido en los sueños de la tierra y yo soy como un pequeño tipo desesperado que sigue y sigue, que sólo puede seguir aunque sea contra todos".

-Los libros son creaciones congeladas, pero las vivencias siguen. Considerando la vida que siguió para usted, ¿qué escritos transformaría hoy?
"Modificaré 'La Vida Nueva'. Tardé más de diez años en escribirla y aún no termino. La segunda versión saldrá el próximo año en España. A los otros libros, incluido 'Poemas Militantes' (sobre todo a ese), no les cambiaría ni una coma".

Contenidos:
La antología comienza en "Purgatorio" y finaliza en "INRI". Recorre desiertos y pastizales transitando de lo precario a la redención.

 

 

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Dice Zurita que la poesía no se explica

Por Gustavo Aréchiga
Grupo Reforma

Guadalajara, México (15 julio 2004).- Después de las reseñas leídas sobre su figura y su obra, en voz de los poetas tapatíos Ángel Ortuño y León Plascencia Ñol, Raúl Zurita, el que se mutiló la mejilla izquierda en 1975, el que se arrojó amoníaco sobre los ojos en 1980, abrió lo suyo el martes por la noche y advirtió apaciblemente que teorizar sobre la poesía no tenía sentido.

"Probablemente ésta será la primera vez que voy a explicar algo, porque la poesía no tiene que explicarse, por lo menos el autor o quien se crea que el autor no puede explicarlo. Sin embargo ahora lo voy hacer", afirmó, para entonces comentar algo sobre "América", un poema construido a partir de los sonidos en la lengua que se continua hablando entre los indígenas mapuche.

El fragmento recitado a golpes cadenciosos, incluido en el volumen Mi Mejilla Es El Cielo Estrellado, cuenta en pocos versos la historia de un hombre que se pregunta si va ser capaz de atravesar la noche.

Luego siguieron los poemas de cuando la represión chilena, el encierro y las andanzas que Zurita y otros creadores artísticos realizaron dentro del Colectivo de Acciones de Arte, Cada, a finales de los 70, dedicados a realizar obras de arte con carácter político durante la dictadura militar el Chile.

Aquí, tanto Plascencia Ñol como Ortuño coincidieron en que la obra literaria de Zurita ha estado cimentada en la idea de la otredad, donde el Yo es un Nosotros, constituyendo así un edificio singular donde los sufrientes, los dolidos, los arrasados, los desposeídos, son un solo cuerpo: los "Cristo", dice Zurita.

Son las influencias donde lo político y lo religioso se fusionan, al modo de la teología de la liberación que permeó en la América Latina de las revoluciones y las dictaduras, de lo que el poeta chileno también escribe, por ejemplo, en "La Vida Nueva", un poema que llevó del papel a los cielos de Nueva York, hace poco más de 20 años.

"Mi Dios es pampa. Mi Dios es chicano. Mi Dios es cáncer. Mi Dios es vacío", leyó frente a poco más de 100 personas.

Zurita incluyó también en Mi Mejilla Es el Cielo Estrellado, la experimentación de la literatura, o el juego-del poeta: operaciones matemáticas, expedientes siquiátricos, gráficas numéricas, dibujos en esquema y las fotografías de las frases escritas en el desierto de Atacama y en los cielos de Nueva York.

El poeta chileno, a quien se le otorgó el Premio Nacional de Literatura en el 2000, llegó de paso a Guadalajara para asistir a los festejos del centenario de otro consanguíneo, en la inauguración nocturna de la Plaza Pablo Neruda, el lunes pasado.

 

 

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Ven en el arte corrección de la vida


Por Silvia Isabel Gámez
19/7/2004


Quisiera blindar a Chile con palabras, marcar su territorio con frases bellas que lo protejan de un nuevo golpe militar como el que en 1973 lo mantuvo a él, a Raúl Zurita, preso en un barco, hundido, de cara a una escotilla donde los rifles de los soldados se confundían con el cielo estrellado; un infierno del que salió, sin saberlo entonces, convertido en poeta.

"Fue mi manera de responder contra una agresión infinita; era necesaria una poesía mucho más fuerte que el dolor que se nos estaba causando".

En el desierto de Atacama, Zurita dejó inscrito el verso "ni pena ni miedo" en una extensión de 3 kilómetros, para que pueda ser visto desde el cielo; ahora espera escribir sobre los acantilados del norte de su país su Diálogo con Chile, 22 versos que podrán ser leídos desde el mar.

"Chile es para mí un niñito que deseas cuidar y proteger, siento que quiero a mi país de esa manera, pero no siempre fue así; cuando vino el golpe y pasaban los militares desfilando, supe que esa bandera también era mía, porque uno se da cuenta de lo que ama cuando lo ha perdido, y yo había perdido una patria".

Zurita (Santiago de Chile, 1950), el autor de Purgatorio, Anteparaíso y La vida nueva, el poeta del que surgen imágenes de cuerpos quebrados, montañas invertidas y ríos que surcan los cielos, se declara encantado con la antología que le ha publicado Aldus, Mi mejilla es el cielo estrellado; una reunión de versos que presentará este jueves en la Casa del Poeta y que en su título hace referencia al acto de "desesperación pura" que lo salvó de la muerte: fue en 1975, cuando después de ser bajado a patadas de un autobús, se encerró en un baño a quemarse la mejilla izquierda, aquella que el Evangelio pedía ofrecer cuando te abofeteaban la derecha.

"Al herirme a mí mismo me hice parte del cuerpo herido de Chile".

Los poetas, dice Zurita, son las primeras víctimas, pero también los primeros que deben levantarse para decir que, no obstante todo, vendrán nuevos días.

"Probablemente yo no lo veré, pero alguien lo verá, y algo de mí lo verá cuando ese alguien lo vea. Cada ser humano está precedido por un río de difuntos, inmemorial, y cada vez que uno habla o mira, de una u otra forma volvemos a darle la palabra a quienes nos han antecedido; cada segundo se cumple la resurrección de los muertos. Si miro una montaña es porque alguien también la vio o la imaginó y, cuando la veo, algo de ese ser la está viendo también. Es lo emocionante del mundo, que todos terminan en uno, como nosotros terminaremos también en otros".

Los versos de Diálogo con Chile empiezan con la palabra "verás". ¿Qué ve usted al escribir?
Sé que vislumbro cosas que no entiendo bien; al final veo seres humanos que lloran, pero también otros que paran de llorar y se empiezan a secar la cara. Es como un vislumbre de felicidad, así me gustaría que terminara todo. En el fondo es persistir en el empeño de construir el Paraíso, el único que vale la pena, aunque todo nos indique que es una locura.

Construir el Paraíso, dice...
Sí, que cada ser humano sea el máximo poema, la máxima sinfonía. No los poemas, sino los rostros, las miradas, eso son obras de arte.

En su obra, ¿los peldaños hacia ese Paraíso serían las personas que la cruzan?
Las experiencias de mi vida, lo que me ha tocado ver. Viví 17 años en Chile durante la dictadura y sólo puedo hablar de lo que eso significó. Los poemas son pequeños recordatorios de que la obra de arte son los gestos, los sueños, las pasiones humanas.

¿Cómo imagina a ese interlocutor al que parecen dirigirse sus poemas?
Cuando escribo, a veces, me imagino a alguien absolutamente improbable, que estará o no estará, pero es por ese alguien que nos rompemos enteros, escribimos poemas y arruinamos nuestras vidas.

¿Qué orden interno siguió para lograr una obra que afirma es un solo libro?
Creo que el arte es la única experiencia que te permite corregir un poco tu vida, porque los hechos son muy escuetos, no dicen nada. El arte es lo que permite dar a los hechos la emoción, la piedad que jamás tienen en sí mismos. Quisiera que mi vida tuviera el orden que está en los poemas, porque eso daría a los hechos de mi existencia una irradiación, la belleza que no tuvieron. Siempre he creído que cada poema es una especie de autorretrato; es como mostrar tu cara para que un ser probable se mire ahí, pero lo maravilloso y lo desesperado es que quien escribe busca que alguien traspase la palabra y te toque el corazón, se abrace contigo, no con tu poema, y eso pocas veces sucede.

¿Le ha pasado?
A veces, pero yo no puedo ir con Walt Whitman y abrazarlo y decirle "qué maravilla", porque está muerto. Tampoco puedo decírselo a Neruda, a Octavio Paz...

En 1982 escribió sobre el cielo de Nueva York "Mi Dios es hambre/ Mi Dios es nieve/ Mi Dios es no...". ¿Qué es hoy su Dios?
Siempre he creído que es ese hilo infinitamente tenue que cuando todo, absolutamente todo, se ha derrumbado a tu alrededor, hace que pases al instante que sigue, y de ahí al otro... Eso es Dios, porque fuera de eso no está en ninguna parte. O en las cosas que escribí: el hambre, el desengaño...

Uno de sus miedos, confiesa, es la locura. ¿Qué tan frágil es la línea que separa al poeta del loco?
Es una línea infinitamente tenue también. Un loco es un ser que está privado de todo menos de la razón. La locura sería la fuerza que le impide escribir, porque cuando tú escribes no estás loco. La experiencia de la poesía es prestar permanentemente tu cuerpo para que sea ocupado por otros, y eso es la locura también, como el tipo que se cree Napoleón. Por eso la poesía es un oficio muy riesgoso.

¿Ha perdonado a quienes lo lastimaron, a quienes determinaron el contenido de su obra?
Los seres que nos lastimaron no venían de la Luna, crecieron en los mismos colegios, eran monstruosos hermanos nuestros. La verdad, me dan un poco de pena; no es perdón, es pena.

¿Pinochet también le da pena?
Sí, el cuerpo que existe ahora, con la misma astucia, es alguien absolutamente derrotado. Por ese asesino siento un poco de compasión.

Si ya muerto se fundiera usted con el paisaje, ¿desde dónde escogería mirar a Chile?
Desde el mar.


 

 

 

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Raúl Zurita: "Mi mejilla es el cielo estrellado". En México compilan obras completas de Raúl Zurita.
Por Heidi Schmidlin M.
Fuente: El Mercurio,
22 de julio de 2004.