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La literatura sueca en el naciente siglo literario


Por Sergio Badilla C.
Poeta y periodista cultural


La literatura sueca también tiene mucho que decir en el ámbito cultural.

Durante varias décadas, nadie parecía interesado en escribir sobre la realidad urbana, social y étnica, derivada parcialmente del sentido periférico de la vida ciudadana; y que incorporaba a las descendencias inmigrantesen la Suecia moderna.

Los críticos literarios inquirían, a viva voz, por qué nadie recogía el guante en este desafío.

En la alborada del nuevo siglo, 2001, este enfoque de vacío se colmó.

La sueca de origen iraní, Fateme Behros, publicó su segunda novela: Fongarnas Kör (El Coro de los Prisioneros), con la que cinceló magistralmente la emergencia cotidiana de las mujeres extranjeras, refugiadas en la vieja ciudad universitaria de Uppsala. La crítica la calificó como la heredera de la más pura cepa de las letras proletarias suecas.

De Concepción

Un conjunto de escritores más jóvenes con cimientos en otros cultivos lingüísticos han aparecido, también, en el espacio literario sueco de estos años: Alejandro Leiva Wenger, un chileno nacido en Concepción, en 1976; llegado a los nueve años al suburbio de Vorberg, en Estocolmo, tuvo la virtud de escribir un libro de relatos: Till Var Ära (En Nuestro Honor), donde introdujo el hip-hop en la prosa local. Leiva ha sido aclamado, de manera unánime, por la crítica. El libro, publicado (2001) por la editorial Bonniers, una de las más reputadas del país, lo colocó entre los escritores suecos jóvenes más destacados del relato breve.

Jonas Hassen Khemiri también tuvo su inicio como novelista recientemente en el 2003, con Ett Rött öga (Un Ojo Enrojecido). En este libro-debut, el lenguaje de la textura narrativa es coloquialista, más bien, jerga urbana de Estocolmo para describir el mundo suburbano y rebelde de su personaje: Halim.

Las representaciones de minorías y de ilotas del siglo XX fueron muchas a finales del milenio. Populärmusik fron Vittula (Música Popular de Vittula), una novela de Mikael Niemi sobre la existencia y contratiempos de la minoría finlandesa de Tårnedal, en la Suecia ártica, publicada el 2000, se constituyó rápidamente en un bestseller internacional, por su acento irónico y por su mirada variopinta en el tejido homogeneizante de la cultura tutelar. El logro de estas obras certifica que la exhortación creativa de realidades dispares, dentro de un mismo contexto, es un digno objeto de recepción internacional.

El clamor del oprimido, en estos años iniciales del siglo, está presente también en las novelas de Torbjörn Flygt, quien desplaza su pluma para describir a una familia obrera en el Malmö en los años 70. En el año 2001, Elsie Johansson concluyó su trilogía con rudimentos autobiográficos: Glasfoglarna (Los Pájaros de Cristal), Mosippan (Flor de Paque) y Nancy, una clase de visión imprecatoria del estado de bienestar que refleja la lucha de una muchacha humilde y voluntariosa para materializar sus anhelos.

También la poesía

En un mismo sentido, Kerstin Ekman terminó también su trilogía, Vargskinnet (La Piel del Lobo). Una centuria del progreso social en la Suecia septentrional retratada a través de la perspectiva de la servidumbre femenina. Skraplotter (Raspe de Lotería), el nombre de la tercera parte, le motivó el prestigioso premio August Pris por la mejor novela del año.

En poesía, Kristina Lugn, hizo su reaparición en el 2003 ­aclamada con creces como poeta madura­ con el poemario Hej då, Ha det så Bra! (Adiós, Que lo Pases Muy Bien!).

Su primer libro de poesía desde Hundstunden (La Hora del Perro) de 1989. En los años intermedios se había convertido en uno de los dramaturgos más importantes de Suecia.

 

 


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La literatura sueca en el naciente siglo literario.
Por Sergio Badilla C.
En Ediciones Especiales de El Mercurio
6 Junio de 2005