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TIEMPO STELAR
Prólogo a "Tiempo, medida imaginaria" de Stella Díaz Varín
Bordelibre Ediciones, 2013

Paula Ceballos Huerta


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En un principio y a fuerza de pretender solo referirnos al libro exaltando en su legítima naturaleza lo especialmente estético, decidimos autonomizar el texto de la figura de la poeta, quizás por las mismas razones que críticos y prologuistas han argüido: leer la poesía de Stella sin el anecdotario que invisibilizó su obra. Sin embargo nos resulta una labor difícil y menos posible en el presente libro, donde leemos en cada poema la metaforización de la autora. Por tanto, aquella decisión de articular ambas referencias: vida y obra, como libres caminos que se cruzan en la lectura, nos permite, al contrario de opacarla, obtener interpretaciones valiosas para esta reedición.

Tiempo, medida imaginaria insinúa desde el título una lectura reflexiva. El Tiempo, concepto filosófico de complejas definiciones que en este caso nos aproxima a aquel significado que principalmente acentúa la existencia. Efectivamente, el tiempo Stelar tiene que ver con el acontecer personal, con vivir el propio universo construido o destruido, con estar en el dolor y el amor, los dos sentimientos definidos por la autora como temas universales e ineludibles en los que vivimos como seres poéticos. El tiempo, instancia de la cual es imposible escapar, aun cuando se desee poder someterlo a esa medida imaginaria que nos concede el capricho de engañarlo o, finalmente sucumbir y dejar que nos arrastre a lo indecible. En los versos que cierran el “Epílogo”, leemos: Para mirarte y comprender tu reputación de seductor, debo mirar a la lejanía de los caminos, donde se bifurcan los caminantes, ajenos a tu poder, hacia la comarca de los párpados entornados. /Así te perderé de vista y no escucharé tus lamentaciones, porque me habré librado de tu presencia.

La actitud provocadora que identificamos en el “Epílogo” es observada desde el principio. El libro comienza con un epígrafe que refuerza el prólogo - diálogo que abre la lectura poética. En él, uno de los interlocutores Carot, carrot o la Colorina… desprecia la tradición literaria: -No sé por qué no encuentro nada gustoso este extracto de médula de poeta, consagratorio… y consagrado. El diálogo se acopla en narraciones que sobrepasan los planos de lo lógico, constituyendo elementos del surrealismo literario.

La conversación se sostiene entre la hablante y otros personajes. Uno de ellos encarna la Tradición: ¡Mi querida Carot, si continúa comprometiéndome con sus inconformismos, no proveeré a usted de nada. No tendrá más tigres bailarines, ni topacios aunque desabridos. Me negaré a proveerla. Será expulsada violentamente de las sociedades secretas -"entidades respetables"- se apartarán de su ventana los merodeadores nocturnos; yo me encargaré que así suceda. Conocerá mi verdadero poder. Me ha humillado demasiado. El “Prólogo” es firmado por la autora, así las conjeturas se ratifican: desdeñar desde siempre aquello que fosiliza la escritura, ese lugar de seguridad, donde la autora-hablante jamás estuvo cómoda.

Luego del “Prólogo” se lee una serie de ocho poemas antes del “Epílogo”, en los cuales podemos reconocer la dialéctica constante que se forma entre renovar los ritos considerados tradicionalmente femeninos y la resistencia por actualizarlos. Encontramos textos poéticos que han sido leídos con enfoque de género, apreciando en ellos el capital de conciencia de la subordinación femenina, que más tarde constituirá el correlato para las escritoras del 80’. “La Casa” o “Cuando la recién desposada” son poemas que manifiestan abiertamente una situación de incomodidad ante la rutina y el rol doméstico, si bien son asimilados como ‘designio’ en ellos advertimos subversión, inestabilidad: Cuando la recién desposada/ desprovista de sinsabor/ es sometida a la sombra. / Sí. A su sombra…/ Enciende la bujía y lee. Al avanzar en los versos la generalización femenina se torna personal, concretizándose en un “yo”: Cuando la recién desposada:/ Ya no estaré tan sola desde hoy día. / He abierto una ventana a la calle. / Miraré él cortejo de los vivos / asomados a la muerte desde su infancia. / Y escogeré el momento oportuno/ para enterrarla.

La Casa, un signo recurrente en la literatura femenina interpretado como matriz, como refugio y en el poema homónimo como morada. El texto nos inscribe en una historia anterior, primigenia, un estado de dependencia en el pasar cotidiano con elementos simbólicos: Dejaban mi cabellera colgando desde el tronco de la puerta como trofeo. / Sin precedente en la historia de los indios manantiales. Citamos particularmente estos versos por el reconocimiento que la crítica feminista ha hecho de ellos, pues la cabellera funciona como metonimia del cuerpo femenino, como objeto que se tranza, que insinúa una manipulación y sometimiento.

Otro tópico recurrente es la compleja relación de la hablante con la maternidad. Podemos leer diálogos íntimos que gravitan en ceremonias personales de dolor y resignación ante la pérdida del hijo, es allí cuando la naturaleza se transfigura y trasciende, sublimando la muerte y permitiendo volcar la fe ante la idea de retornar hacia un lugar ideal, anterior y natural: Que te ciegue la luz hijo. Ven de la luz; / Desde donde la pupila sueña / y vuelve atormentada, / como un escombro vivo, / como especie de flor, como pájaro. / Carbón de víscera terrestre, / así como víscera de árbol. Los sentimientos que recorren el libro se podrían condensar en los siguientes versos: Qué queréis que se haga con estos materiales. / Nada. Sino escribir poesía melancólica. Sin duda, una emoción profunda que armoniza con la autenticidad del habla, esa habla que es voz y que cuando se lee se escucha en el silencio de nuestra mente como un eco que vocifera lo profundo. La oralidad de los poemas rememora el significante femenino y poético de la materialidad lingüística que percibimos en la poeta.

Stella Díaz Varín se inscribe en la historia literaria nacional en la denominada Generación del 50’. Su poesía ha sido recepcionada como surrealista con ecos neorrománticos, heredera del modernismo, arcaica, metafísica, existencial, religiosa, órfica, iconoclasta. Consideraciones, por cierto, que desbordan toda clasificación y nos lleva a valorar su escritura en lo múltiple y heterogéneo. Con absoluta certeza podemos decir que la poeta ocupa un lugar privilegiado en las letras regionales y nacionales, posicionada primeramente en una microhistoria femenina-feminista, para luego, desde la relectura de sus obras, develar la subversión a las lógicas patriarcales y situarla ante los ojos críticos de una comunidad de lectores que desea ávidamente su reconocimiento.   

La Serena, 2013



 



 

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