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LA COLORINA DE ELQUI, ESTELA DÍAZ VARÍN

Arturo Volantines

No es la luminosidad de estos cielos ni la cáscara de barro de las murallas de Las Compañías, al norte de La Serena, lo que hermosea la fluidez del Valle -donde Gabriela Mistral escribiera sus primeros versos-; ni siquiera su gente y su sencillo flotar y su ir por los días en la sinfonía de la floración por las quebradas. Es su poesía. Así, los ancianos, por aquí, suelen deambular en el espíritu de las abejas.

Se dijo. Dijeron mucho de los muchos que se fueron como el sol por el desierto. También se fue La Colorina. Y no ha vuelto. Pero se quedó su canto. Su poesía ha sido la última gran poesía de estos páramos. Después de ella sólo habita el zorzal: espuma de la mar. John Keats, picaflor de los trigales: ayúdanos. Que vuelva La Colorina. Hay que pedir a la alcaldía democrática que la declare Hija Ilustre, más bien Estrella Díaz Ilustre. ¿Pero que queda debajo del poncho? La necesidad de reflotar el coloquio, creando concursos, talleres desinfectando a las O.N.G. de la cultura: ¡que se vayan a las pailas! En esta hora cruel no nos abandones, Colorina.

La Colorina ha publicado varios textos y pretextos. Hermosísima. Revuelve la yema cuando el motivo convoca. Irreverente. Se desgarra por el otro. Serguei Esenin sabía de ella y del cometa. Andariega de las mil lenguas del metro cuadrado del vaso. Hija de estas pulpas como mariposa que duerme cuando florece el lirio del campo. Respira en la poesía a semejanza del labrador en el surco. Cuando habla es piedra del pueblo. Y cuando el rocío de la furia la alcanza se desbordan los toneles del paraíso, sino pregúntele al magnífico Enrique Lafourcade.

Por ello, esta elquina, serenense estremecida y estremecedora, es chépica entre los humildes y hada y ninfa entre los alcurniosos. Se ríe seriamente de los tontos solemnes. Y es una niña grande alimentando con versos, trabalenguas, refranes, axiomas y bromas a gentiles y milodones.

La Serena, con casi cinco siglos en la hondura, amanece con malvas en los balcones y con papayas y papagayos. El Valle de Elqui contiene a la ataviada colonial, como sostiene a su vez a una tradición de poetas fundamentales en la historia de la literatura chilena, especialmente a la generación naturista -Goic-, donde Gabriela Mistral, Mondaca, Moure, Víctor Domingo Silva y otros, son un río público de otro más profundo y subterráneo. De allí que Estrella Díaz sea de la continuidad en el alma del valle. Se vuelve necesario reconocerse y reconocerla en la parroquia de su poesía.

Vuélvete Colorina, vuélvete a tu tierra. Por aquí sólo resonancias habitan y funcionarios y parlantes de cementerios. Ven Colorina: te necesitamos. Escucha a este organillo descarriado. Emily Dickinson nos cita al estío. Ven a refrescar la garganta con los ríos de membrillos destilados en tabernas y carnavalitos. Ven de una vez, vieja. Déjate de cosas. La vendimia es para todos, y que se enoje el cuidador del vino. El orfeón por aquí puede entrar a la tierra como nubes que abrazan los pastizales. Por último, Colorina, no aceptes el Nobel, menos el premio del Círculo Carlos Mondaca. Vuélvete golondrina y estaciónate, así la madre serrana frente al rebaño que florece en el telar. Déjate de cosas.

Altos de La Recova,.........................
La Serena, '80..........................

 

 
 

 

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La colorina de Elqui, Estela Díaz Varín.
Por Arturo Volantines.