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Juan Manuel Mancilla | Autores |














STELLA DÍAZ VARÍN: SINFONÍA DEL HOMBRE FOSIL [*]
Bordelibre Ediciones, 2024

Por Juan Manuel Mancilla

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Stella Díaz Varín, poeta de origen serenense (1926) vinculada generacionalmente con la producción literaria chilena ubicada en los años 50’. Tanto su vida y obra escapan a todo convencionalismo y clasificación, ambas dimensiones tejidas al margen o en el desborde de la oficialidad.

No obstante la escasa difusión que tuvo, en el transcurso del último tiempo su obra y vida han ido encontrando lectores y espacios donde su voz poética emerge con mayor reconocimiento y valor. La fuerza y delicadeza como marca singular de su poesía, ha despertado en nuevas generaciones una especie de culto y reverencia hacia su figura y obra, identificada en su mayoría con grupos culturales o contraculturales ligados a circuitos alternativos del libro y la literatura misma, donde la poeta se ha transformado en un ícono inequívoco de coherencia, así también de consistencia y resistencia vital. Todo lo anterior da cuenta en buena parte de la vigencia y necesidad de su obra, la cual, sin lugar a duda, todavía impregna, sorprende y emociona.

Algunos de sus libros son Razón de mi ser (1949), Sinfonía del hombre fósil (1953), Tiempo, medida imaginaria (1959), La Arenera (1987), Los dones previsibles (1992) y la Obra reunida (2011), certeros títulos que conforman parte clave del corpus de sus obras.

Esta nueva edición, a setenta años de la primera (Salamandra 1953), confirma la perdurabilidad e interés sobre la obra poética de Díaz Varín. A su vez, señala a la editorial Bordelibre (de La Serena) en un lugar de referencia en cuanto relevar el trabajo literario de la poeta, ya que anteriormente el mismo sello ha editado Tiempo, medida imaginaria (2013), proyectándose también Razón de mi ser (1949), con lo cual se tendría en vista esa especie de tríptico escrito por la poeta. Gesto emotivo estimable, pues se tendría editada y publicada la obra de la poeta en su misma ciudad natal.

Decíamos que Sinfonía del hombre fósil se publicó por primera vez en Santiago en 1953. En dicha edición, los poemas se encuentran acompañados de una serie de ilustraciones creadas por Luis Viveros Jacques, esposo de la poeta para aquellos años. En esta nueva entrega, los editores han mantenido dichas ilustraciones, las cuales van conformando un sugerente y vivo diálogo con los poemas, que lejos de una mera ilustración, van abriendo y evocando una especie de correlato imaginario ligado con fuerzas arquetípicas de la potencia femenina. Trazos conectados con cierta sutileza técnica retomada del pictograma cavernario y que funciona también como un testimonio de aquella parte “fósil” del cual la obra también remite.

Sinfonía... se trata de la segunda obra publicada por Díaz V., antecedida por Razón de mi ser (1949). De esta manera, en lo que sigue, intentaré un acercamiento hacia la poética desplegada por la obra. De tal manera, lo primero que llama la atención es la estructuración de la obra, la cual está conformada por tres secciones que en su totalidad suman la simbólica cifra de diez poemas.

La primera estas secciones se denomina «Cantos a Anadir». A su vez, la misma se encuentra subdividida en tres partes. En esta sección, la poeta optó por la prosa, desplegando una sugestiva apropiación del lenguaje poético, asunto que posteriormente cabría interrogar como una tarea futura, pensando en la idea expresada por el filósofo Merleau-Ponty acerca de la prosa (poética) como una forma de combatir el lenguaje (uniformado) del algoritmo (La prosa del mundo 1969).

De todos modos, los elementos claves que identificamos en esta parte de la obra son primeramente sus imágenes, las cuales se pueden referir de la siguiente manera: fuertes, salvajes, arrebatadas, alucinadas, en trance. Sirva como ejemplo la siguiente cita: “Yo estaba como aquel a quien le han sido arrancado los ojos por una manada de serviles águilas. Y mi sangre entonces, era vertida en el pozo más oscuro de mi casa junto con el estiércol y las palomas muertas...” (15).

Flujos pendulares de las dimensiones temporal, espacial y existencial que expresan una dialéctica de la inquietud detenida en la apertura del ser fijo, ya no uni, bidimensional o dividido, sino, correlativamente multiplicado: yo, él-la, ella, tú- yo..., desafiando las categorías convencionales de la lengua y el repertorio prefijo de pro-nombres. Consistentemente, la voz enuncia: “Para mí, ella era él; entonces ya no sabía si mis venas eran mías o si mis dedos recorrían verdaderamente mis muslos, deseando encontrar los poros, más abajo de la piel ...” (16).

De este modo, rondan por los textos los siguientes personajes: un o una hablante (indefinido); un niño/a (en gestación); un amado (Herrero/Leñador). También, se logran observar una diversidad de ambientes en tensión y ambigüedad como lo demuestra la siguiente cita:

Qué sería de mí si el espíritu del mal huyera de mi lado y no pudiera poseerte, Anadir:
Partiría mi sien derecha con una roca, para que los pájaros marinos bebieran en mi cráneo y pudieran hablarte, cuando te paseas en el horizonte, con tu coro ronco de marineros borrachos de muerte. (20)

La segunda parte de la obra se llama «Introducción al vértigo», también se encuentra subdividida. Ahora, seis poemas escritos en verso. Algunas de las ideas clave que destacamos en las seis partes de la serie son: I desdicha y añoranza; II dolor y soledad; III muerte y epifanía; IV aflicción; V tristeza y VI soledad. Todo esto dado en un espacio sorprendentemente tridimensional: silvestre-boscoso; marino-oceánico; citadino-sideral.

En tal sentido, se puede seguir en todas las ideas anteriores, una suma alzada hacia la ambivalencia, la cual ratifica y manifiesta ese acercamiento al vértigo. La voz poética enuncia los siguientes versos:


... Háblame corazón, hállame sangre,
encuéntrame mortaja, desentiérrame,
que bajo ligera nieve estoy ardiendo.
Deja caer el pelo sobre mi espalda de sonora madera,
bésame con la lengua de hoja húmeda
y déjame morir definitivamente.
Los vientos encogidos
me azotarán insectos,
y en las manos asiré una luciérnaga.


La tercera y última sección, se constituye de un solo poema homónimo, el cual da nombre a toda la obra. Se observa una especie de decante de las secciones y partes anteriores. Las ideas clave expresadas en éste van en conexión con el desprendimiento, la transformación, la reaparición, la reanimación e incluso, la posibilidad de redención:


Qué importa tu experiencia de abdomen
envejecido y virginal,
qué tus huesos florecidos,
qué tu angustia de cineraria seminal... (46)


La imagen de los huesos florecidos pone la significación en una proyección trascendental, quizás no con ánimo de religión, aunque sí de religiosidad (Gómez 2010), en tanto religar-se con algo anteriormente roto o desprendido. Una especie de metamorfosis que va desde el nacimiento a la muerte y de la muerte al resurgimiento, en este caso, de una flor que brota desde la medular materia ósea. Observamos entonces la manifestación de lo “fósil” comprendido como una aparición atemporal que testifica la existencia de otra era, posiblemente ya pasada, pero que se resiste a tener un punto fijo. Más bien, tendiendo a proyectarse tanto en el espacio como el tiempo en un ciclo cósmico y universal, en su trasunto de materias conectivas. Valga como ejemplo los versos que siguen:


Yo me levanto
sobre tu semblante de alga seca
y avizoro olas escasas de pelaje marino,
y a verticales sombras verticales me uno
como a su sombra, un ahorcado suspendido de noche. (46)


En esta última parte, me gustaría poner atención en algunas de las repercusiones que despierta el título: Sinfonía del Hombre Fósil. Lo primero que abre la obra es la referencia a la Sinfonía y su vínculo con lo musical: canto, el cántico ceremonial y lo sinfónico en su majestuosidad expansiva. No hay aquí, de todos modos, una vana intensión en cuanto perseguir lo grandioso. La cualidad grandiosa no va dirigida hacia la grandilocuencia. El verso de Díaz Varín es sinfónico porque se conecta con esa música pitagórica de las esferas estelares. En la búsqueda de una armonía desaparecida. Una introducción al sonido cósmico que fluye por el universo de los versos desplegando en el oído del auditor melodías siderales de otro tiempo y otro espacio. Canto sinfónico, encanto hipnótico avizorado del espacio amniótico que hacer retornar el líquido humano al origen ceremonialmente.

Luego, la parte del Hombre. Es coherente con la ambigüedad manifestada por la poesía de Díaz Varín. Bien podría referir a la especie humana en general, como así también apelando indirecta y particularmente al género específico, es decir, al varón en tanto ser desvanecido o debilitado. Quizás falto y desprovisto de algo ya perdido: una materia medular, una experiencia única, un sentimiento esencial..., que se ha extraviado en el camino de la separación (cultural y biológica) de los seres (humanos) del resto de los entes existentes.

Por último, el componente Fósil: vestigio material impregnado. Resto excavado y encontrado. Un hallazgo del pasado que hace su presencia en el presente. Fósil también en cuanto una materia cuya metamorfosis también significa resistencia ante el desgaste. Presencia oculta, testificación y prueba de otros tiempos y eras fuera del alcance de la convención y que desafía lo racional y lo disciplinar.

Pero también fósil en cuanto algo detenido; contradictoriamente en el tiempo y en el espacio antes de ser descubierto o levantado (de la tierra). Por ello, vemos en lo fósil un signo de resurgimiento, casi una resurrección en el presente de aquello que el espectador contempla en el hallazgo de lo inerte-vivo. Inclusive, más allá de lo indígena (Brito 2010), sino de lo nativo-natal; material ancestral avenido del polvo estelar.

Para concluir, la poesía de Varín nos lleva y traslada a ese vértigo de los sentidos donde todo se conjunta: nacer, morir, expandir, existir, no ser, no saber, desaparecer. Es una poesía gatillante de contradicciones: admiración, incertidumbre, perplejidad, miedo y compasión. Poesía del sentimiento trágico y de la expansión de la experiencia. Ella nos propone, sin preguntas, ingresar, conocer y sentir el vestigio sentimental de otra era, ya sea en la ruptura de la primera parte; el vértigo y la agonía de la segunda, o, de la reanimación y resurgimiento de la tercera parte de la obra.

Finalmente, la poética Stellar nos sumerge en la conmoción. Una potencia, un estremecimiento, una cabalgata sonora que nos lleva lejos con su cuadriga “por los caminos estrellados, en busca del fuego que no se consume, más allá de la vida, a errar en la eternidad” (22).

¡Muchas gracias!

 

 

[*] Versión escrita de la presentación realizada en la XLIX versión de la Feria del libro de La Serena en el lanzamiento de la obra. El evento fue realizado el viernes 9 de febrero del 2024, junto a la actriz y escritora Claudia Hernández (recitando y comentado poemas) y a la editora Paula Ceballos.


 

Durante la presentación





 

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