Sergio Parra

 
 

 

 

Nunca hubo lugar donde ir, Parrita

por Marcelo Novoa

en Arte y Cultura, 24 agosto de 1994

Sin esperanzas pero sin desesperación, caballito de batalla con que Sergio Parra recorría las polvorientas calles de su San Rosendo natal, soñando llegar a Santiago algún día. Luego se sucederían la caza de brujas, su primer libro de poemas, la beca de la Fundación Neruda, su segundo texto ya partiendo a Gringolandia y su reciente devuelta al país, cinco pisos arriba de mi cabeza. Este principesco poeta joven chileno -me disculpe la corte de milagros de turno- que confiesa haber vivido / bebido bajo los puentes de la actual poesía, post demasiadas aguas para absorberlas todas en este simple saludo crítico.

"La manoseada" (Editora Ganímedes, 1987) inicia su testimonio de vida y escritura entrelazados para siempre. Al filo de la noche capitalina, Parrita, para los amigos que así lo diferencian del otro saltimbanqui mayor de la lírica chilena, se asomó a las ruinas de una falsa modernidad, único patio de juegos para aquellos que fuimos niños en 1973. Allí retrata sin maniqueismos o moralina posible a los hablantes marginales que pueblan sus textos. Poesía desdramatizada, con locaciones expresionistas reconocibles como el prostíbulo barato, el cine de barrio o el cerro de pueblo para desflorar a la novia primeriza. Esa iniciación nada de sentimental con el oficio, las lecturas malditas a temprana hora y la exhumación total de las momias letradas que darían paso a la nueva poesía.

"Aquí vuelvo más manoseada/ para barrerte la pieza/ espantarte las moscas de la cara/ para que luego me insultes/ me patees hasta sacarme/ sangre de narices..." El esquizo-poeta como hablante femenina, degradada y ritual ("Ya no soy la que vieron salir del pueblito/ con un premio de poesía...") va desnudando el maquillaje de alienación tan fin de siglo ("Pelate/ tomate un vinito/ vamos al Normandie/ baila un rock Matucana 19/ Vamos chica...). Hasta fijar su propio eje poético, a través de instantáneas de época que buscan atrapar el ausente rostro de Dios. "Madre/ Reina de la cocina sureña/ del piso encerado/ no llores en rincones/ por tus hijos/ llora por ti/ llora cuando entra el padre/ y enciende el televisor".

Con "Poemas de Paco Bazán" (Mosquito Editores, 1993) la figura del poeta maldito francés es inscrita en la tradición minimalista yanqui, actualizando el mito de la ubicuidad poética al transcurrir simultáneamente biografía y lectura, paisaje nacional y cosmopolita, en medio de constantes desencantos y reivindicaciones de la literatura toda. Sus textos desapasionados pero intensamente lírico, se posesionan con rara madurez de una estatura poética envidiable, producto de su dura experiencia material, como también, un temprano comercio con los ángeles del fracaso y la muerte rondando celoso el camastro del novel poeta.

 

 

 
 

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