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La batalla sin fin

Sergio Missana
La Tercera Cultura, sábado 29 de marzo de 2008


El estudio de las raíces evolutivas de la sexualidad humana es, aún a comienzos del siglo XXI, un campo minado. Esto, en buena medida por la persistencia de la actitud que el filósofo inglés GE Moore llamó "falacia naturalista", el intento de probar los atributos éticos de una cosa en virtud de sus propiedades naturales: si es natural, es bueno. Steven Pinker ha señalado que en la ansiedad engendrada por esa falacia (y como reacción a las experiencias traumáticas del siglo XX asociadas al racismo y otras formas de discriminación justificadas por causas "naturales") radica gran parte de la oposición del movimiento políticamente correcto a las recientes investigaciones sobre la naturaleza humana.

No ha sido fácil integrar el conocimiento sobre las bases biológicas del comportamiento con la noción de que el bien y el mal son culturalmente determinados. Y ello se da también en el ámbito del sexo, pese a la rápida evolución de las actitudes hacia este experimentadas en las últimas décadas por la sociedad occidental.

Consciente de adentrarse en un territorio espinoso al escribir un libro sobre la promiscuidad femenina animal, es decir, "las causas y las consecuencias de que las hembras copulen con más de un macho durante un único ciclo reproductor", Tim Birkhead recurre a un término correcto incluso para hablar de sexo entre animales: poliandria. En Promiscuidad, una historia evolucionista de la competencia entre espermatozoides, Birkhead, profesor de Ecología del Comportamiento en la Universidad de Sheffield, Inglaterra, ofrece una descripción asequible de las intrincadas hipótesis sobre la selección sexual y la "competencia entre espermatozoides". Además, describe una amplia gama de ejemplos bizarros que demuestran la extraordinaria diversidad de mecanismos adaptativos de reproducción en el reino animal.

Durante un siglo, desde la publicación de Sexual selection and the descent of man (1871), de Charles Darwin, los biólogos habían asumido tácitamente que las hembras eran monógamas. Esa visión comenzó a quedar obsoleta con el cambio de paradigma del pensamiento evolucionista en la segunda mitad de los 60, en virtud de los aportes del biólogo George Williams (autor de Adaptation and natural selection, 1966) y de los zoólogos Geoff Parker y Robert Trivers. La vuelta de tuerca se dio en el paso de la llamada selección de grupo (la idea de que la selección natural operaba por el bien de especies o grupos) a la selección individual o a nivel de los genes. Estas ideas alcanzaron amplia difusión y dieron pie a intensas polémicas debido a dos libros publicados en 1975: El gen egoísta de Richard Dawkins y Sociobiología de Edward O Wilson.

Geoff Parker fue quien dedujo, a base de sus observaciones de moscas amarillas, las consecuencias evolutivas de que los espermatozoides de dos o más machos compitieran por fecundar los óvulos de una única hembra. Acuñó el término "competencia entre espermatozoides". Trivers, por su parte, tejió a comienzos de los 70 una teoría post-darwiniana de la selección sexual que pasaba de una visión colaborativa a una competitiva de la reproducción y reconocía la promiscuidad femenina.

Promiscuidad se centra en la operación de los dos principales elementos de la teoría de Darwin de la selección sexual (competencia entre machos y elección por parte de las hembras) después de la inseminación. La selección sexual poscopulatoria consiste en la competencia entre los espermatozoides de diferentes machos para fecundar los óvulos de las hembras y en la elección de los espermatozoides de diferentes machos por parte de las hembras. "Se trata de procesos que, por definición, sólo pueden tener lugar si las hembras son inseminadas por más de un macho durante un único ciclo reproductivo".

Birkhead prodiga un vasto catálogo de ejemplos que dan cuenta de la diversidad de estrategias de machos y hembras para maximizar el propio éxito reproductivo, a menudo a expensas del de la pareja. El autor concluye -en concordancia con la teoría de Trivers- que la gran constante en el mundo animal es el conflicto sexual. Para Birkhead, el descubrimiento más relevante de las últimas décadas se relaciona con la coevolución de los atributos reproductores de machos y hembras: "En cualquier momento del tiempo un sexo puede tener algo más de control que el otro, pero la batalla entre los sexos es un columpio evolutivo: sutil, refinado e inevitable".


 

 

 

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La batalla sin fin.
"Promiscuidad" de Tim Birkhead.
Por Sergio Missana.
La Tercera Cultura, sábado 29 de marzo de 2008.