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"La calma" de Sergio Missana
1ª Edición, Sudamericana. Año : 2005.


Por Rodrigo Pinto
El Sábado. 4 de Junio 2005.


La nueva novela de Sergio Missana, que está situada en el lluvioso sur del siglo XIX, es una de las mejores contribuciones
a la narrativa chilena en lo que va del año.

Sergio Missana (1966) tiene una breve y fructífera trayectoria como novelista. Se dio a conocer hace casi diez años con El invasor, una interesante reconstrucción del Chile de comienzos del siglo pasado y de una de sus mayores tragedias, la masacre de la escuela Santa María de Iquique, con un tratamiento elusivo que le dio mayor interés a su punto de vista. Le siguió Movimiento falso, también ambientada en el Norte Grande, pero en nuestros días, y tocaba, desde la decadencia de un pueblo, las heridas de un pasado más reciente.

La calma cambia bruscamente de escenario, pero no su vocación por escribir desde las regiones de Chile, desde esa provincia que interroga y que en muchos casos cataliza con tremenda eficacia la perspectiva del país entero. La novela está situada en un punto impreciso del sur fronterizo del siglo XIX, en un pueblo azotado por las lluvias. Los episodios que narra pueden leerse como una crónica interna de lo que fue el proceso de ocupación de aquellos territorios: un proceso duro, contra el tiempo y la naturaleza, contra la índole extraña de aquellos que el narrador llama los "nativos", "nuestros inconcebibles enemigos", así como de la progresiva llegada de inmigrantes de todas partes del mundo a aquella nueva tierra de promisión que, sin embargo, mostraba una feroz avaricia con los recién llegados.

En otro plano, La calma puede leerse como una novela policial. Hay un fugitivo, luego prisionero, luego asesino; hay policías de frontera, cuyo retrato da cuenta, como pocos otros factores en la novela, de la precariedad de las instituciones republicanas de la época, representadas en el personaje del teniente a cargo, cuyo ejercicio de la autoridad se funda en su ascendiente personal y su capacidad de hacer concesiones, más que de dar órdenes; hay, en fin, crímenes, un secuestro, una nueva y larga fuga. Todo ello se va deshilvanando lentamente ante los ojos de narrador, Roberto, un adolescente del pueblo, que ve su suerte ligada al fugitivo de manera ciertamente inexplicable para él y su escaso bagaje de referencias (visible cuando, por ejemplo, dice que una mujer "sacó de su bolsillo dos pequeños objetos metálicos y los introdujo en la cerradura"). Desde el punto de vista del narrador, es una novela de formación, que marca su tránsito desde la ingenuidad de la ignorancia a la conciencia del mal; en fin, es un texto que se abre a múltiples lecturas, cuestión que reafirma su riqueza y el valor de su aporte.

El autor, quitado de bulla y deliberadamente ausente de la escena literaria nacional, demuestra aquí que no necesita de otros para validarse como narrador. La calma confirma que tiene oficio y, sobre todo, talento; que crea historias recordables y que las narra con un estilo propio, que se ha ido asentando libro tras libro. Hasta ahora es, sin duda, la mejor contribución de este año a la narrativa chilena.

 

 


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"La calma"
Sergio Missana.
Por Rodrigo Pinto.
El Sábado, 4 de junio de 2005.