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"La calma" de Sergio Missana
LA FASCINACIÓN POR LOS ESPACIOS ABIERTOS

Por Carlos Labbé J.
www.sobrelibros.cl, 13 de Julio 2005

 

 

Inténtese relatar la intensidad de las sensaciones de un niño cuando por única vez sale del caserío donde nació y se enfrenta a la inmensidad del desierto, de noche y con la certeza de que uno de sus acompañantes morirá. Como la continua melodía sintetizada de una llamada en espera reproduciendo la sinfonía de un compositor cerebral, un resumen de contratapa de la historia de La calma, de Sergio Missana, igual que una crítica literaria que propusiera leer esta novela como una imagen de la narrativa chilena más reciente –el abandono y la fatiga de un país agotado de denominaciones, la experimentación de la lucidez y de la belleza por parte de Boro, alias de Roberto, el protagonista, sólo en el momento en que cruza sus fronteras, y la sugerencia de que sólo allá, en el extranjero, podrá crecer hasta convertirse en un historiador importante– sería una pálida explicación de la cualidad literaria de su texto, que consigue devolverme mientras dura la lectura al terror y la fascinación del narrador niño al efecto de percepción infantil de que las leyes, la geografía, los negocios, las jerarquías, los nombres, el recuerdo y el destino del mundo son un enigma que transcurre por medio de elipsis, imágenes sensoriales, culpa, deseo y piedad.

Acaso consciente de que lograr esta cualidad literaria en un texto narrativo trae consigo también silencio –el mutismo de quienes no soportan que, cerrados en su magnífica expresividad, ciertos productos culturales no permitan reducir su rigor formal a lo meramente anecdótico, aunque así le sería más fácil circular (como si de verdad la circulación, el movimiento, la transacción fuera lo que define la existencia); pero también la reserva instintiva de quienes han rozado alguna plenitud, alguna certidumbre que en cierto modo es semejante al secreto y, con su inasibilidad, a la limitación humana–; acaso previniendo que las lecturas de su narración podrían confinarla a las fronteras de la novela, el poema y el ensayo, ese lugar donde se acumulan los textos más interesantes desde que los pedagogos franceses inventaron los géneros literarios y que sin embargo es un territorio lleno de esnobismos, prejuicios y carteles que dicen “no tocar” o “sólo para iniciados”, el autor escogió establecer de primera mano una clave de interpretación para las elípticas memorias de Boro en el país innominado, a través del título de su libro. No basta tal eficacia narrativa para establecer con precisión y atractivo unos personajes que ejecutan sus acciones en un tiempo y un espacio indeterminados por medio de solipsismos; no basta con que se complementen en un discurso de inusual levedad el frágil interior del narrador con la ferocidad de los hechos que lo rodean, señala Missana; por sobre todo es necesario darle un sentido al precioso objeto literario. Darle sujeto. Al denominar La calma a su novela, Missana está indicando que uno debe leerla metonímicamente. Es decir figurándose que la tormenta, el desasosiego, aquello de lo que debemos vivir preocupados, es la adultez de Boro en la ciudad, escribiendo, sin familia, sin la figura heroica de Webb ni una niña fascinante que lo abraza en la noche después de gritarle con furia durante el viaje. Más que de serranías, desiertos, ríos y bosques, privado de las descripciones que le dan pleno sentido a los espacios abiertos

 
 

 

 

 

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"La calma" de Sergio Missana.
"La fascinación por los espacios abiertos". Por Carlos Labbé J.
Sobrelibros.cl, 13 de Julio de 2005.