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Editan obras completas del poeta y cronista Teófilo Cid
El rey de la noche vuelve en gloria y majestad

Leonardo Sanhueza
Las Ultimas Noticias. Miércoles 11 de agosto de 2004

 

 

En una valiosísima publicación, que corresponde al primero de tres volúmenes, se reúne la obra del legendario autor temuquense que escribió en todos los géneros, fue funcionario de la Cancillería, dirigió la redacción de un periódico y
terminó su vida consumido por la miseria y el alcohol.



A pesar de haber publicado en vida sólo cinco libros, el nombre de Teófilo Cid abre y cierra un notable capítulo de la historia de nuestra literatura. Pieza clave del explosivo grupo surrealista Mandrágora, que él mismo fundó en 1938 con los poetas Braulio Arenas y Enrique Gómez-Correa, el escritor ejerció su oficio de manera ejemplar, explorando todos los géneros literarios e instalándose durante treinta años en la primera fila de los intelectuales chilenos de su tiempo.

Su obra, en buena parte inédita o dispersa en pequeñas ediciones que actualmente sólo circulan entre coleccionistas, ha sido ahora publicada por Editorial Cuarto Propio bajo el título "Teófilo Cid, soy leyenda", como resultado de un monumental trabajo de recopilación a cargo de los historiadores Luis de Mussy y Santiago Aránguiz. El libro es el primer volumen de una serie de tres, y sus 573 páginas incluyen el total de su poesía, narrativa, teatro, ensayo y traducciones, quedando pendientes -para dos sucesivas entregas que aparecerán durante el próximo año- su obra crítica y su extensa labor como cronista de prensa.

En una curiosa coincidencia nerudiana, Teófilo Cid fue hijo de ferroviario, rechazó la figura de su padre y, aunque deambuló por varias ciudades de Chile, se definió siempre como temuquense. El traslado definitivo a Santiago, ocurrido en 1934, cuando el poeta tenía 20 años, fue un hecho tan fundamental, que Cid le otorgaba incluso caracteres sociológicos: "Todo lo más notable y grande que se ha hecho en el país es provocado por esta centrípeta cohesión de trenes que vienen a la capital transportando cerebros jóvenes, almas ardientes y sueños de ebria grandeza", escribió en una de sus numerosas y celebradas crónicas para el diario "La Nación". Al respecto, Nicanor Parra suele recordar el episodio en que Cid, consultado por él acerca de la fecha exacta de su arribo a Santiago, le contestó: "Yo nunca arribé, todavía vengo llegando".

Su activa participación en el grupo Mandrágora no fue obstáculo para que Cid desarrollara una obra civil y, sobre todo, profundamente literaria y libresca. De hecho, ninguno de sus cinco libros puede ser considerado propiamente surrealista, e incluso, a partir de la publicación de "Camino del Ñielol" (1954), Cid prefirió instalarse en lo que él mismo denominó -cuando García Márquez era todavía un reportero- "realismo mágico".

Después de trabajar durante varios años en el Ministerio del Relaciones Exteriores, su vida noctámbula, alcohólica y despreocupada lo llevó a convertirse en un mito viviente entre los escritores jóvenes de los años cincuenta. Según Jorge Teillier, Cid utilizaba su aspecto -una mezcla de dandy y apestoso clochard- como una manera de protestar contra la sociedad burguesa, pero quizás lo único cierto es que era el producto de un lento proceso de autodestrucción, cuyas causas aún permanecen en la leyenda del más maldito de todos nuestros poetas.

 

 

Un gordo perezoso

Calificado como uno de los intelectuales más brillantes de la literatura chilena, resulta casi una paradoja que Teófilo Cid nunca concluyera las carreras universitarias a las que ingresó -castellano y leyes- y que incluso su etapa escolar fuera más larga que lo habitual: el poeta salió del colegio a los 20 años.

Gonzalo Rojas -cuyo hermano Jacinto fue compañero de liceo del autor de “Bouldroud”- cuenta que el hombre era “perezoso, grueso como esos gatos viejos que se dan vuelta todo el día. No hubo curso que no repitiera. Siempre se quedaba pegado, pero de flojo, no de tonto. Qué simpático el gordo con ese pitillo de voz: era tan musicante. Lo veo descalzo, en una casa de putas de Concepción”.

A propósito de la flojera del escritor, el mismo Rojas relata que, a pesar de tener cuatro años de diferencia de edad, coincidieron como alumnos en un curso en el Instituto Pedagógico, pero aclara que ir a la zaga no le impedía saber “más de literatura del mundo que nuestro profesor de literatura iberoamericana, Mariano Latorre”.

 


 

Leer: Teófilo Cid, el último bohemio, por Jorge Teillier >>




 

 


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Teófilo Cid: El rey de la noche vuelve en gloria y majestad ,
por Leonardo Sanhueza.
Fuente: Las Ultimas Noticias
11 de agosto de 2004.