Jorge Teillier

 
 

 

 

EL CIELO CAE CON LAS HOJAS
Ediciones Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile
Editorial Universitaria
Santiago de Chile, 1958


PARA CANTAR


Los caballos se detienen.

Los belfos de los caballos desordenan el agua
y mezclan el rostro de las hojas.
Hemos llegado cerca de un pueblo.
La niebla rodea casas que apenas existen.

... Viajemos, antes que las aves
... den comienzo al verano,
... Cuando vuelvan al estero
... en busca de su olvidada imagen.

Vamos hacia un lugar que no conozco,
pero cuyo reflejo me permite vivir.
El camino se pierde en la niebla.
Vamos, lento trote de caballos,
el agua aún no se escurre de vuestros belfos.

... Viajemos, antes que las aves
... den comienzo al verano,
... cuando en el estero encuentren
... su antigua imagen olvidada.




ALEGRÍA

Centellean los rieles
pero nadie piensa en viajar.
De la sidrería viene olor
a manzanas recién molidas.
Sabemos que nunca estaremos solos
mientras haya un puñado de tierra fresca.

La llovizna es una oveja compasiva
lamiendo las heridas
hechas por el viento de invierno.
La sangre de las manzanas
ilumina la sidrería.

Desaparece la linterna roja
del último carro del tren.
Los vagabundos duermen
a la sombra de los tilos.
A nosotros nos basta mirar
un puñado de tierra en nuestras manos.

Es bueno beber un vaso de cerveza
para prolongar la tarde.
Recordar el centelleo de los rieles.
Recordar la tristeza
dormida como una vieja sirvienta
en un rincón de la casa.
Contarles a los amigos desaparecidos
que afuera llueve en voz baja
y tener en las manos
un puñado de tierra fresca.

 

TWILIGHT


Todavía yace bajo el manzano
el tílburi cansado de los abuelos.
¿Quién recogerá esas manzanas
donde aún brilla un sol de otra época?
El cerco se pudre.
La oruga invade al jardín.
Alguien mira al tílburi
y apenas lo distingue
en la luz oscilante
entre la tarde y la noche.

Bodas y entierros.
Una tarde entera luchando contra el barro
cuando íbamos al pueblo recién fundado.
Un viaje de ebrios entre la susurrante penumbra
esquivando las ramas enloquecidas.
Viajamos y viajamos
aún sabiendo que todo no puede sino terminar
en una casa miserable desde donde se mira
esa luz obstinada en pelear contra la noche.

¿Quién recogerá las manzanas
donde aún puede vivir un sol de otra época?
La oruga invade el jardín.
El día no alcanza a refugiarse en la casa.
Para huir de la oscuridad sólo hay un tílburi cansado
que no se cansa de luchar contra la noche

 


 

 

 
 

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