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L O S T

Acerca del encuentro
"Los poetas no han muerto / Litoral central / Febrero de 2007"

Por
Tamym Maulén

Si he de vivir que sea
sin timón y en el delirio.


MARIO SANTIAGO


Los poetas valen callampa. Es una frase que da risa, una frase que de buenas a primeras da risa. Los poetas valen callampa. Es una frase que esconde la real cómica tragedia de todos aquellos que escribimos poesía. Los poetas valen callampa: una afirmación, en última instancia, de carácter axiológico, valorativo. ¿Cuánto valen los poetas? ¿Cuál es su valor en la sociedad? Ocio increíble del que somos capaces, perdónenos los trabajadores de este mundo y del otro pero es tan necesario vegetar. Dormir, especialmente. Enrique Lihn lo sabe, lo escribe así y se ríe y llora y duerme junto con nosotros.

Aclicio Uribe, un poeta hasta ahora desconocido, oculto y silencioso, nos dijo esta frase frente a la tumba del mismo Vicente Huidobro, frase con la que empiezo a retratar el recientemente realizado encuentro "Los poetas no han muerto / Litoral central 2007". Encuentro efectuado los días 2, 3 y 4 de Febrero en las localidades costeras de El tabo, Las Cruces, Cartagena, Isla Negra. Perdónennos, diríamos junto con Lihn, por haber llevado esta cosa de nada y para nada a los mares de Chile, a los bares de Chile, a la nada de Chile. Ocio increíble del que somos capaces hemos estado acumulando ayer, para dispersarlo en el viento y olvido, para que nos dijeran ¡Hey! Los poetas valen callampa.

Itinerario de un Viaje

Así de simple. Íbamos a perdernos y nos perdimos. Sale un bus de Santiago llevando a quince chicos - uno de ellos lee a Rimbaud- dispuestos diríamos, como Mallarmé, a nada más que Huir. La carne es triste, y ya hemos leído todos los libros. Quince jóvenes cargando bajo el brazo menos poemas que sueños y desencantos, dolor y rabia, sueños y sueños. Roberto Bolaño dice por ahí, "todos los sueños son reales", tal vez sea esta la ocasión de trasladar ese espacio mágicamente real, a otro convencionalmente / tristemente real.

Gonzalo Walala Geraldo, organizador del evento, poeta joven y estudiante de Literatura en la Universidad de Chile, nos conduce al refugio que será en adelante el hogar, el vino, la siesta, el centro de operaciones -de madres, dice uno. Son las 17 horas en el balneario de El Tabo. La tarde pasa rápido. Lost. Se oscurece el túnel y aparecemos en la Casa de la Cultura de esa comuna. La tarde pasa rápido porque siempre pasa rápido. Lost poetas no han muerto. Se inicia el encuentro, comienza la primera lectura de poesía.

Los jóvenes, en su mayoría participantes de los talleres impartidos por la Corporación Cultural Balmaceda 1215, no superan los veintitrés años y realizan una lectura directa y segura. Los acompañan dos poetas locales: el lobo feróz, Cristián Peláez, y Marcela Silva, poeta y cuentista ganadora de diversos premios a nivel regional. Sigo con Lihn: ah poetas, no bastaría arrodillarse bajo el látigo, ni leernos, en castigo, por una eternidad los unos a los otros. Nos escuchamos los unos a los otros, nos leemos los unos a los otros, no hay mucho público. Basta uno, basta ninguno. Son las 23 horas y llega un grupo de carabineros. Nos escuchan, nos aplauden. Tal vez también piensan, los poetas valen eso, oro, callampa, da igual.


Crimen y castigo

Día dos. Comienza a las cero horas del sábado 3 de Febrero. Termina la lectura en la Casa de la Cultura y nos dirigimos a nuestra Casa de la Cultura. Nadie duerme esa noche. No hay noche. Llegan dos poetas rezagadas; Mangel y Cata. Una de ellas registrará el encuentro con su cámara de video. La otra, verá el amanecer junto a las olas y el frío y el raeggetón.

Amanece. / Las aves abren las alas / las aves abren el pico / cantan los gallos / se abren las flores / se abren los ojos / los oídos se abren / la ciudad despierta / la cuidad se levanta. La ciudad de Millán es el litoral de Huidobro. Cartagena de Chile es el lugar escogido para iniciar el segundo día de actividades, llámese actividades, pero entiéndase, vida, carrete, emoción, literatura, sueños. Amanece / las gaviotas alzan el pico / la mar se levanta.

Tras dar por desaparecidos y expulsados a los dos poetas malditos del grupo, Alejandro y Arturo, la comitiva perdida desembarca en un restaurante de Playa Chica, frente al rompeolas de Cartagena. La cantidad de gente en el balneario popular es, quizás, tan larga y extensa como el tiempo en que demoran los platos en llegar. La atención es pésima y vemos caer el sol de la tarde junto con la noche de nuestro apetito. No hay derecho. No hay comida. No hay dinero. No hay postre. Sólo un bajativo de menta tomado, aunque no lo crean amiguitos, en la mismísima escalera del local. Localucho. "Un enjuague bucal es este bajativo", agrega una joven del grupo. Este almuerzo fue un crimen y un castigo. ¿Por ser poetas? ¿Por valer callampa? Vaya uno a saber. Los cierto es que Kong se tomó cinco y al seco.



A la tumba del poeta

Dirección obligada. Al principio nadie apostaba. La mala comida parecía haber agotado las cartas, pero Huidobro nos esperaba desde su tumba en la que se ve el mar. Desde su poesía que siempre es un as ganador. La comunidad del anillo ha de sortear innumerables peligros para llegar a puerto: arañas pollito, autos en bajada, pendientes es subida -un chico lleva a una chica en la espalda-, curvas peligrosas, cansancio, fatiga. Nada importa. Dirección obligada y punto; "a la tumba del poeta" dicen los innumerables / pintorescos carteles al costado del camino. Son la guía de Gandalf, Pipin, Frodo y sus camaradas. Parecía que nos perdíamos. Pero es así de simple: íbamos a perdernos y nos perdimos.

La lectura al aire es un gesto de respiro, de total liberación y expulsión. Llegar a la cima y lanzar las palabras al viento. Llegar a un punto donde no llega nadie y simplemente gritar. Es ese, tal vez, el gesto más suicida de quien necesita los oídos del otro. Harakiri poético. Y qué mejor que junto a Vicente Huidobro.

Como en un cuento de Borges, parecemos reales pero somos ficción. Nadie nos ve desde ninguna parte. Perfectamente Berkeley podría decir, nadie nos ve, para nadie somos. Leemos al aire libre como haciendo una fiel oración. La lectura se carga de sentimientos y emotividad. El poeta Jorge Navarro sorprende con un mapa de Chile formado con los nombres de los detenidos desaparecidos. Aclicio Uribe sorprende con su intervención huidobriana y su freak parecido a Ernesto Cardenal. Aparecen los desaparecidos. Se cierra el poema. Esta mano de cartas la ganamos nosotros.



Crepusculario

El día se cierra con una última lectura en un bar de El Tabo. Tras un prólogo bailable, nos sorprende el respeto y el oído que los asistentes reparten a nuestras lecturas. El toque de humor y el chiste queda a cargo del poeta Gonzalo Geraldo. Felipe Kong y Carolina Sepúlveda leen poemas del invitado Aclicio Uribe. Leemos con un respeto feroz. Ah sí, también hay un lobo feroz que lee.

Se ha intervenido otro espacio más. La poesía llega y es recibida en un lugar al que, estoy seguro, jamás había llegado. Eso es más que suficiente. Nos damos por satisfechos e iniciamos la ruta al refugio. La noche nos espera. Nosotros la estábamos esperando.

Día tres. Domingo 4 de febrero. Hacemos nuestras maletas, deshacemos nuestra estadía. Se inicia la última sesión lectural de poesía en la casa de Pablo Neruda en Isla Negra. Nos instalamos en plena tumba y hacemos nuestra intervención. Los visitantes a la casa-museo parecen decir "¿qué pasa, los poetas no estaban muertos?". Tal vez, pero aquí estamos. La mixtura de poemas en la casa de Neruda, lo distinto que somos de Neruda y sin embargo, que seamos lo mismo, no deja de intrigar. Porque es sólo en la literatura donde las anécdotas paradójicas y a menudo mutuamente excluyentes de un alma humana pueden amalgamarse, escribía Faulkner. Tal vez sea cierto, y nuestra gama de experiencias disímiles y yuxtapuestas sean en realidad una sola.

Bajamos al mar. Resucitan los desaparecido Arturo y Alejandro. Es hora de irse, pero ellos prefieren bañarse desnudos en la mar. Pienso en las cosas que es capaz de crear el alma humana. Pienso en los lazos que es capaz de formar la reunión, las juntas, el viaje, los sueños en común, la lucha por un mismo fin.

Los poetas valen callampa, nos dijeron. Este encuentro de poesía "Los poetas no han muerto / Litoral Central / Febrero de 2007" -un encuentro más entre muchos más- hace interrogar por el valor que, digamos, un encuentro de poesía, puede tener. Por el valor de los poetas. En suma, por el valor de la poesía. ¿Cuánto vale la poesía? ¿Cuál es su valor en la sociedad? El hecho de que pasen los siglos y los siglos, y ella siga incólume, es un gesto que anticipa una posible respuesta. Lo que comprobamos hoy, es que, al menos, la poesía no le sirve a nadie. Somos nosotros quienes le servimos a ella.

Damos las gracias a todos los poetas participantes en este encuentro: Paula Guaquiante, Priscila Peña, Carolina Sepúlveda, Catalina Vázquez, Karol Hoch, Julieta, Mangel, Cintia Valenzuela, Marcela Silva, Jorge Navarro, Felipe Kong, Cristóbal Gómez, Ignacio Soto, Gonzalo Geraldo, Daniel Godoy, Tamym Maulén, Alejandro Cornejo-Gable, Arturo Arnal, Carlos Cepeda, Rodrigo López y Cristián Peláez. Estamos perdidos, pero no muertos. Amiguitos, nunca muertos.


8 de Febrero de 2007.


 
 

 

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