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La velocidad la sentía en la cara
(Poesía)


Tomás Varas Arnello



La velocidad la sentía en la cara,
mis ojos entre abiertos con esas lagrimas (como las de frío),
perdiendo el control de mis piernas,
sintiendo que las arterias de estas por reventar se las llevan en eso.
Cuando la cabeza comienza a mandar las señales antes de lo necesario.
Al tiempo que el camino toma curva,
y el puente en el que no estas, derrumbase a cuajos;
me invade el súbito deseo de frenarme,
y con ello, sentir la presión de aire golpeándome de veras.
Para cuando ya el piso no estaba bajo mis pies,
y la sangre volvía a su posición original,
ella, ya distanciada de mi caballo como rueda,
la piel que dejé atrás, sostenía;
la baje de mis piernas, sosteniéndose en el aire,
comenzaron a sonreír, a recostarse sobre el vacío,
silenciosos como nadie,
volaron por las copas de los árboles,
mecidos por el son del viento;
bañados por el reflejo de tu sombra y la mía
en su pelo.

El borde ya estaba lejos, pero por supuesto que no podías contentarte…
cierto que no fue así como nos amamos durante siglos,
lo nuestro era algo de los otros días, mirando el silencio
y sintiendo nuestras respiraciones como lo único
posiblemente audible.
Eso fuimos por algún tiempo, amarrados entre sí,
asibles como ninguno,
montando en las faldas de la calle,
esa misma en la que nos conocimos;
había llegado ya,
con sus pequeños labios, de cínica insinuación,
con su cobre como pelo,
enjuagándonos en la cara, que no podríamos haber hecho más mal que amarla.
Asfixiados ya por el inextinguible humo de salía de nuestros ojos.
Recipiente de nuestros sueños con ella,
no mencionó jamás que un tiempo atrás volvería a callar su boca con mis labios,
y yo pensando que era cierto, caí en sus manos, desnudo,
listo para ser reformado de nuevo (mas no como la anterior);
el cielo esta hermoso no?
Esta versión, que te hice hace tanto tiempo,
a ti, como persona común, y corrientemente amada.
Por mi, que no soy nada y nadie como tu, a mi,
me hiciste parecer hermoso.
Lo creé como pude, activo (no pasivo), como yo nunca fui,
de esos que se ven en la tele entiendes?
Pensé que esa sería la solución, el reinventar mi historia absoluta,
habituándome a convivir con nada,
permitiéndome sentir amor de ves en cuando.

Esta fue la humorada en la que recibí mi promesa,
Prometiéndome hace un tiempo que si volviese
a sentir tu aroma, beber del agua cayendo sobre tus cabellos,
sentir el contacto entre tu cuello y mis labios,
hundir mi rostro entre tus pechos,
y recordar por un segundo (olvidándome),
que tu fuiste quien me sacó a mi, de mis oscuridades de colores,
envuelto en tus sabanas, como si no pudiera salir,
ahogándome entre el dolor de saber que ya no estas aquí conmigo,
y la esplendorosa sensación de recordar el olor de tu cuerpo,
escuchar (casi imperceptiblemente) el eco de nuestras voces en la cópula,
y recordar (casi imaginando) tu cuerpo explotando,
casi impidiéndome recordarte a la mañana siguiente.

Cuando desperté, de ese sueño nuestro,
imperdonable, lloraste sobre mi alma,
si merecer yo, siendo lo no suficientemente calificado para,
te pensé como mía, y así será por algún tiempo.
Obrándote así, asediado por los muros de mi incapacidad, de complacerte como te mereces.

Mas al fin lo logre, atisbar en nuestro recuerdo,
la lívida línea que desviaría nuestro sentir…
Inmutado por las expresiones corporales (las tuyas),
Traté de recordarte como el fin,
de nuestro sentir,
de nuestro recuerdo,
de mi amor (a ti).

Te amaré C. R.

 

e-mail: carton_piedra453@hotmail.com

 

 

 

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Tomás Varas Arnello: La velocidad la sentía en la cara.
Poesía