Tesis

 

 

 

 

ARMANDO URIBE


El Fantasma Pinochet

..................El domingo 9 de julio a las 18:00 horas, hora de París, el poeta Armando Uribe inició la lectura de su conferencia Le fantasme Pinochet, en el gran anfiteatro de la Sorbona, ante una audiencia de 800 personas. Uribe fue uno de los dos invitados especiales a dictar conferencias en el marco de los Estados Generales del Psicoanálisis, reunión internacional de los más destacados cultores de esta disciplina en 36 países. El otro fue el filósofo francés Jacques Derrida, quien disertó sobre la crueldad, tanto en las relaciones entre las personas como en la sociedad en general y entre los Estados. Rocinante publica en estas páginas la parte inicial del trabajo de Uribe.


En archivos desordenados, en recortes de periódicos de diversas lenguas, libros, fotografías y manuscritos, conservo desde la noche del 11 de septiembre del año 73 hasta hoy día los recuerdos omnipresentes que Pinochet ha ido marcando en la vida de los chilenos y otras gentes del mundo. Ninguno de estos días y estas noches deja de imprimir en nuestras vidas su imagen y sus hechos. No conozco ningún chileno que no haya tenido sueños y pesadillas en que aparece su figura; o que no haya tenido la fantasía de sentirlo sentado sobre su cabeza, con los testículos colgando.

         Muchos han dicho en el país Chile y en el exilio: Hay que reconocer que todos nosotros tenemos un pequeño Pinochet adentro. Incluso en Europa, en Francia misma, la palabra pinochet, escrita con minúscula, ha sido considerada injuria grave, objeto de querella, criminal; y los jueces han condenado dicha injuria. ( Caso de M. Chirac querellantes a fines de los años 70).
          ¿De qué se trata Pinochet?
          Hay libros enteros sobre su persona y sus actos en gran número de idiomas modernos. Yo mismo publiqué uno en 1974, en Ediciones du Seuil  (traducido a más de media docena de lenguas); y otro en 1999 llamado El accidente Pinochet  en castellano. Y debo confesar que en los años 80 escribí aún otro inédito, que comparaba los funerales de Pinochet con los del presente autor ( ambos aún por desdicha vivientes).
           He sido durante 26 años y diez meses un permanente “pinochetlógo” (en inglés: un “pinochet-watcher”).
          ¿Constituye esto una manía personal?
          Desgraciadamente, no.
          En todo este tiempo, casi 27 años, los diarios de mi país se han ocupado todos los días, sin excepción, de lo que le ocurre a Pinochet; y la televisión y las revistas y la radio.
          Y las mentes de los chilenos.
          Podrán decir que  lo mismo ocurre con otras personalidades en el mundo: quienes ejercen poder durante largos períodos, sean tiranos o no.

          Respondería que efectivamente en otros casos se produce el fenómeno que intentaré explicar ahora a propósito de Pinochet.
          Lo haré como un lego que tiene cierta experiencia; utilizando algunas palabras o frases en francés o inglés o alemán ( difíciles de traducir al castellano), propias de la psicología de las profundidades.
          Lo hago clamando “de profundis”.
           Uso una especie de psicología silvestre aunque letrada, y una sociología igualmente silvestre, y una ciencia política algo más seria puesto que he sido por décadas profesor de esas últimas artes en esta Sorbona.
           Y cito de la “Estándar Edition” de las obras de Freud, y la editada por el gran escritor Masud R. Khan.
           Para nosotros Pinochet es “umheilich” o “uncanny”, y nos produce “une inquiétante étrangeté”; pero a la vez corresponde a algo que sentimos muy propio desde antiguo; lo percibimos oscuramente, con disgusto y placer ambiguos.

           Es un misterio de la psique chilena ( y acaso de otras partes y épocas).
           Hay países que tienen conciencia colectiva, una suerte de identidad nacional histórica, una psicología común. Esto se reconoce para países europeos desde hace siglos por una cantidad de autores literarios, y se lo atribuye también a formaciones políticas de la antigüedad grecoromana y de imperios ancestrales como el chino.

           Si bien historiadores y filósofos políticos, por ejemplo Montesquieu y Gibbon, lo especificaron ya en el siglo de las Luces, ello fue más frecuente en los siglos XIX y XX. Para ilustrar esta banalidad, citaré a Stendhal y a Elías Canetti, e incluso a Proust cuando compara las reacciones de países en la Gran Guerra a las de un solo ser humano.

           Si hay una conciencia colectiva nacional, ¿corresponde que haya un inconsciente colectivo del mismo grupo o masa? El libro de Freud que en inglés se llama Group psichology  tiene el título en alemán de Psicología de las masas y analisis del yo. Como es bien sabido extiende ahí a lo colectivo la estructura libidinal y otras formas de la psique subjetiva. Los estudios de casos precisos se refieren a “Dos grupos artificiales: la Iglesia y el  Ejército” (capítulo V), y en el VI considera a naciones entre las “larger units” con psique colectiva. De igual manera habla en otras obras de metapsicología de los “wish-phantasies of whole nations”; para no hablar de la extensión del Inconsciente al pueblo hebreo en el Moisés y el Monoteísmo; ni de Totem y Tabú. A lo que se agrega en 1985 el texto inédito del Freud de 1915   Vue d´ensemble des neuroses de transfert, en cuanto a la “psichologie des peuples”. Y en 1919, cuando escribe en Un enfant est battu: “Ce qui forme le noyau de l´inconscient psychique est l´heritage archaïque de l´etre humain”

           Entiendo que Freud se refiere a las verdaderas naciones; o sea algo más que conglomerados numerosos de personas que habitan un mismo territorio y disfrutan o sufren (o no) de un Estado reconocido por la comunidad de naciones.
           ¿Qué signo más supone la existencia real de una nación?
          Sin entrar a este problema que ha quebrado cabezas de intelectuales -desde historiadores hasta filósofos- durante los últimos siglos (y ha quebrado los huesos de millones de víctimas en guerras y persecuciones), reduzcámonos ahora al rasgo principal –a mi juicio- que Renan señala en Qu´est-ce  qu´une nation? (1882): “L´essence d´une nation est que tous les individus aient beaucoup de choses en commun, et aussi que tous aient oublié bien des choses.” En nuestra palabra: una memoria y conciencia común y  -¡atención!- olvidos igualmente colectivos.

           Olvidos, “refoulement”, un Inconsciente colectivo.
            Creemos que es el caso de Chile.

            Este país ha tenido dicho nombre desde hace más de cuatro siglos y medio, y su población está formada por europeos, principalmente hispánicos, y etnias indígenas en buena parte mestizadas, además de inmigrantes minoritarios de otras partes del mundo en su mayoría mezclados con familias que ya estaban en el territorio.
            Puede argumentarse que lo mismo ocurre con otras regiones de América. Sí; pero Chile tiene dos o tres rasgos particulares que le han dado un carácter propio.

           Primero, se trataba del lugar más lejano de Europa en todo el continente; y también el más lejano para los que entraron al continente desde el estrecho que tiene el nombre hoy de Behring en el extremo norte de lo que décadas de milenios después fue llamada América. La palabra Chile tiene incluso como etimología en lengua indígena la siguiente: “donde se acaba la tierra” (Cfr. Benjamín Subercaseux: “Chile o una loca geografía”).

           Mucho más que una “última Thule” europea, Chile ha sido, para los aborígenes del continente y los extranjeros llegados con el descubrimiento, la Conquista y la inmigración, literalmente “finis terrae”. Donde la tierra se acaba, donde el fuego se acaba, el último cabo –Cabo de Hornos en que se disgrega la Tierra del Fuego. Quienes llegaron a Chile lo hicieron paraquedarse ahí; no tenían adonde más ir. Eso, desde hace milenios, y 450 años más.
            Segundo rasgo peculiar: en esta vaina de tierra (así fue llamada por un cronista español en 1575), había un pueblo guerrero que no pudo ser dominado por los Conquistadores y los ejércitos de esta sección Indiana de la Corona española, ni por la República que la sucedió a principios del siglo XIX, sino hasta después de tres siglos de lucha armada: los mapuches, a quienes el Conquistador Don Alonso de Ercilla, autor de la más grande epopeya en verso castellano (así lo reconoció también Voltaire en su prologo a la Henriade), les puso el nombre de Araucanos. Ello no ocurrió así en el resto del continente.
            Chile es el único país de América cuyo origen fue cantado en verso y celebrado en una epopeya del siglo XVI, tiempo en que ya no se escribía en Europa cantares épicos de gesta.

           ¿Es por jactancia que caracterizo así a mi país?
           Si la hay, es aun otro rasgo de los nacionales chilenos que en gran medida descendemos de los guerreros conquistadores y de un pueblo que ha luchado con armas durante siglos. Durante más de cien años (hasta 1662) la guerra fue continua en el sur, y otros doscientos esporádica pero siempre presente. Por lo demás, llegar a Chile para quedarse obligado, y luchar secularmente, bien pueden considerarse fuentes de tensión física y psíquica en un medio geográfico que exigía trabajo económico difícil. Tierras aveces más ingratas que las otras de América, minas, sobre todo en la dura y alta cordillera, frente a un océano tan vasto que al otro lado se hallan Oceanía y el Asia enorme, a una distancia equivalente a casi la mitad del globo. Tierras y montañas de terremoto. Vida precaria que impone perseverancia e incluso obcecación.

          Ante la crisis de la naturaleza, la guerra y la política, situaciones de vida o muerte, y en todo caso dolores, los chilenos han dado pruebas seculares de obstinación, cualesquiera sea el lugar y bando en que estén situados; mucho más que en los periodos criollos de reposo cotidiano.

           Dirán: todo ello ocurre en otras partes del mundo. Sin embargo un agudo cronista del siglo XX, recogiendo lo que otros escritores y políticos habían intuido, dijo en términos de sociólogo silvestre: Sí, pasa en Chile lo que en otras partes del mundo, pero aquí con un veinte por ciento de exageración. (Joaquín Edwards Bello, muerto en 1968).
            Este es otro rasgo nacional. Pero no continuaremos con estas pinceladas.
            Reduzcámonos a la guerra de Arauco, que marcó al país en su nacimiento como tal. Causa originaria de su nacimiento y duración; germen contenido en otras guerras externas (tres en el siglo XIX), y muy presente en los enfrentamientos internos.
           Poco después del Golpe de Estado de 1973, el Presidente Frei Montalva, que lo fue hasta 1970, lo explicó así el 74 en Nueva York a un ex ministro suyo que era alto funcionario de Naciones Unidas: “Toda la historia de Chile consiste en evitar que los indios atraviesen el rio Biobío ( la frontera de guerra con los araucanos); con el gobierno de Allende y la Unidad Popular, los indios lo atravesaron; ¡por eso se produjo el Golpe!”

          Naturalmente se trata de una metáfora; muy interesante porque el hijo de suizo señor Frei, calificaba así de indio al pueblo chileno que representaba al Presidente Allende y a la izquierda, la cual contenía por cierto descendientes de Conquistadores e inmigrantes mestizados o no, y tenía también antepasados de etnias locales.
           El principal historiador chileno del siglo XX, Mario Góngora ( considerado tal por Pierre Chaunu), escribió en 1982: “La imagen fundamental y primera que de Chile se tiene es que constituye, dentro del Imperio Español en las Indias, una frontera de guerra, una tierra de guerra”.
           Se podría decir de nosotros la frase inicial de la novela sudamericana La vorágine: “Jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”.

           Hay una escena matriz épica en La Araucana (1569) del español Ercilla en Chile: el jefe indígena Caupolicán es capturado por los Conquistadores y sujeto a la agonía del empalamiento por una lanza a través del ano. Su mujer Fresia, indignada por la derrota y la prisión de su hombre el jefe, lo enfrenta, y por desdén a su marido arroja a sus pies al hijo común. Empalamiento del padre y abandono del hijo por la madre, que trata a su hombre de  “afeminado” y grita “que yo no quiero título de madre del hijo infame del infame padre”.
           Escena primordial de violencia en la cuna del país de guerra. Violencia intestina en la familia, violencia de tortura y muerte en el país naciente. Podrán decir: es una escena de poema dramático. Sí; unos versos que han sido memorizados de generación en generación. Los de un Conquistador que fue testigo; y las generaciones lo repiten.
           La brutalidad de los chilenos es célebre en Sudamérica. El antropólogo y “filósofo” Kayserling en sus Meditaciones Suramericanas de los años 1930 lo anotó, junto con otro rasgo nacional: el culto a la fealdad en Chile.
           El país nació y vivió en la fea violencia, y fue aprendiendo que ella era “necesaria”; y que debía ser justificada en la ley.
           La conquista de América, su colonización por españoles y extranjeros, las relaciones con los habitantes originarios, el trabajo de tierras y minas, fue minuciosamente regulado por leyes que formaron un extenso “corpus” jurídico, llamado el Derecho Indiano. Los Reyes Católicos, Carlos V, Felipe II y sus sucesores, se ocuparon de manera no igualada por otros imperios coloniales de legitimar el Derecho Público en América Indiana. El primer asunto fue el reconocimiento de que los indígenas eran miembros del género humano, decidida en una famosa controversia de teólogos y juristas ( como el padre del Derecho de Gentes Francisco de Vitoria) en Valladolid ante la presencia misma del monarca (1550-51).

           A pesar de la ley, pero amparándose en ella para justificar la violencia, se practicó el primer gigantesco genocidio ( con palabra anacrónica para esa época) desde el Renacimiento europeo hasta nuestros días. Oigamos al Oidor Santillán de la Real Audiencia  de Chile en el siglo XVI: “Los indios están escandalizados (...); de los que más escándalo tienen concebido, son los de las provincias de Chile, por haberse usado con ellos más crueldades y excesos que otros ningunos (...), matando mucha suma de ellos debajo de paz y sin darles a entender lo que Su Majestad manda se les aperciba (-sin que sepan de las leyes-A.U.), y otros quemando y encalándolos (-con empalamientos- A.U.), cortando pies y manos y narices y tetas, robándoles sus haciendas, estuprándoles sus mujeres e hijas (-en violaciones y crímenes sexuales-A.U.), poniéndolas en cadenas con cargas, quemándoles todos los pueblos y casas, talándoles las sementeras, de que les vino grande enfermedad, y murió grande suma de gente, de frío y mal pasar y de comer yerbas y raíces, y de los que quedaron, de pura necesidad tomaron por costumbre de comerse unos a otros de hambre, con que se menoscabó casi toda la gente que había escapado de lo demás.” (Cfr. José Toribio Medina, 1888; Lewis Hanke: La lucha por la Justicia en las Conquista de América).

           De tal raza indígena proviene la colectividad chilena; y también de quienes cometieron tales depravaciones, entre los cuales la autoridad  española señala como los peores en Chile a dos Conquistadores, Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre, antepasados de muchos chilenos ( el segundo procreó varios hijos legítimos, más de medio centenar de bastardos que reconoció como suyos y muchos otros no reconocidos). También Pinochet Ugarte desciende de ellos, según genealogías minuciosas publicadas en el país; y asimismo el autor del presente estudio.

           Cosas de familias, clanes, hordas de parientes ancestrales encarnizados unos contra otros.
           Mala metáfora imaginó Sigmund Freud, cuando quiso verse a sí mismo como un “Conquistador”...
            Contra el Derecho de Gentes en América, la violencia bajo la ley quiere legitimarse en la historia.
            La ley que “se acata pero no se cumple” frase sacramental usada realmente en América y Chile desde hace siglos al recibir las leyes y aceptarlas pero no ejecutarlas.

           Hegel escribió de nosotros en 1842: “Chile, país (...) donde la fuerza es ley.” (Cfr Enciclopedia de Filosofía en principios científicos). Y un francés del siglo XX llegó a decir: las instituciones jurídicas chilenas son la mayor creación estética de la clase dominante en Chile.

           Este país es entendido por sus vecinos como el más  “legalista” de la región. Así lo reiteraron en Argentina en junio pasado ante la sentencia de Tribunal chileno que desaforaba a Pinochet para que fuera sometido a juicio por crímenes horrendos. Y Pinochet se defiende con argumentos jurídicos, como lo ha hecho a nombre de su gobierno desde el 11 de septiembre de 1973 hasta 1990, y desde entonces como Comandante en jefe del Ejército, y luego desde 1998 como senador, y durante 503 días detenido en Londres, y de vuelta en Chile ante más de ciento diez querellas en juicio criminal todavía pendiente. Ha sido sometido a juicio en más de media docena de países, y sigue estando perseguido fuera de Chile por órdenes internacionales de arresto, provenientes de jueces europeos.

           Creo que se admitirá que al menos en Europa,  la palabra y la persona del individuo Pinochet tiene el carácter de un símbolo penal internacional.
           ¿Símbolo de qué?
           Muchas han sido las dictaduras en América y el mundo en este último medio siglo. ¿Por qué se destaca la figura de Pinochet? No es sólo un fenómeno de “mass media”.
           Representa algo peculiar en la psicología contemporánea.
           ¿Qué?
           ¿Puede la sola literatura responder a ello?
           La poesía chilena del siglo XX es considerada de alta calidad en castellano. ¿Tal vez la poesía pueda dar respuestas sobre la psicología consciente e inconsciente del chileno?

           Para la colectividad chilena Pinochet es más que un símbolo. Quiero ser riguroso en el vocabulario.
           No siempre lo fui en el pasado respecto a Pinochet, pese a que rondaba alrededor de lo que ahora presento aquí. Por ejemplo, en el artículo publicado en Le Monde Diplomatique de Agosto 1986.
           Estaba escrito en participio pasado, como una necrología. Su título es : Esquisse pour un éloge funèbre. (Un mes después, Pinochet fue víctima de un atentado mortal que se frustró, con uso de armas largas y misiles y cinco muertos).  
           ¿Cuál es la verídica biografía de esta personalidad inquietante?
           Citaré algunos párrafos de ese ensayo de hace 15 años en francés.
           El primer Pinochet se llamaba Guillaume. Llegado a Chile se concedió la partícula: “Guillaume de Pinochet, baptisé à Saint-Malo, France”. Venía, en efecto, de Bretaña, con mercaderías en liquidación, huyendo de la hambruna de comienzos de los años 1700, época de la guerra entre los Borbones y los Habsburgos por la sucesión de la corona de Espagne, que abrieron las costas del imperio hispánico a los franceses y provocaron el hambre en Francia. Debe haber sido un inmigrante robusto, que iba descalzo de un hotelucho a otro y de pocilga a taberna, con su gran bolsón repleto de pacotillas conseguidas al azar de los caminos. Se sabe que llegó a comienzos del siglo 18 a Concepción, ciudad que un bretón no podía conocer sin pensar en la Inmaculada. Se casó allí en 1722 con Ursula de la Vega, vecina de la ciudad que tenía tierras. Sin pretender retratar toda su genealogía, basta hacer notar que los Pinochet fueron gentes del interior, del terruño durante los siglos 18 y 19 y que produjeron un queso de un blanco grisáceo, de fuerte olor, conocido en Chile bajo el nombre de queso Chanco y desconocido del resto del mundo.

           El abuelo de Augusto Pinochet tuvo seis hijos (¿de los cuales uno natural?). El último se llamó Augusto y fue el padre del dictador. Si era el bastardo, no le tocaron tierras. En todo caso, partió a Valparaíso a comienzos del siglo 20 y trabajó en la aduana. En 1914, se casa con doña Avelina Ugarte, de famille criolla, que acaba de morir en Santiago con más de 90 años. Don Pinochet y doña Ugarte tuvieron sie hijos. Por lo que se sabe, la Señora Ugarte fue una mujer de carácter imperioso: “Es tan tímido, el Tito, tan sensible, se la escuchó decir en 1974, para imponerse tiene que matar a sus enemigos. Nunca mata lo suficiente. Siempre ha sido así”.

           Augusto Pinochet Ugarte se casó con doña Lucía Hiriart Rodríguez. El padre de la “primera dama de la nación”, Osvaldo Hiriart –de origen vasco francés- fue abogado y “llegó a ser ministro” en los años 40. La madre de doña Lucía, como la llaman en Chile, era una dama Rodriguez Adura, que aceptó este yerno como quien hace un favor.

           El joven Pinochet fue matriculado en el colegio de los Padres Franceses de Valparaíso, que el pequeño empleado de aduanas que era su padre difícilmente podía pagar. Hizo sus estudios sin gloria y , a la edad de catorce años, entró a la Escuela Militar. A partir de entonces, su carrera de soldado es bien conocida porque, desde su llegada al poder, se apresuró a divulgar su biografía e incluso la hizo agregar como anexo al libro que publicó bajo el título de El día decisivo, 11 de septiembre de 1973. Fue cadete, llegó a general, fue nombrado comandante en jefe del ejercito el 24 de agosto de 1973 por el Presidente Salvador Allende, a quien derrocó.

            Desde su entrada a un colegio que era caro incluso para los hijos de los ricos, durante los años 20 y hasta el 11 de septiembre de 1973, el rasgo distintivo de su vida fue el arribismo. Lo han dicho claramente sus compañeros de clase y de la escuela militar, en diversos términos.

             Otro rasgo, largo tiempo ignorado, hoy notorio, es su “catolicidad” algo integrista y tosca, aunque se sabe hace algunos meses que, cuando era joven teniente, ingresó en la masonería donde estuvo poco tiempo. Bajo su gobierno un sacerdote le ha parecido admirable: el padre Raúl Hasbún, integrista, que habla por radio y televisión, escribe en el diario El Mercurio y es citado a menudo por Pinochet.

            ¿Pinochet ha sido influenciado por su nombre de pila? Augusto. ( Me remito a la impotancia de los nombres según la obra de René Major, De l¨Election).

           Pinochet parece fascinado por los símbolos imperiales. Su nombre lo predestinaba. ¿Es ésta una tontería? Pinochet posee varias inteligencias.

           La inteligencia del poder, que manifestó en la preparación del golpe de Estado cuando se impuso a aquellos que lo habían preparado antes que él y que parecían sus iguales. En el gobierno supo jugar de manera socarrona con los políticos, tanto de sus partidarios como de sus opositores. Episodios como la pretendida apertura del dialogo en 1983 demuestran una capacidad política excepcional. Duró más en el poder que cualquier otro gobierno de Chile desde la independencia, en el siglo 19; bate incluso el récord de longevidad tanto durante la época colonial como incluso antes que el Chile del siglo 16 fuera Chile. Algunos ven en él, el mejor ejemplo de político politiquero de todo el siglo 20 chileno.

           Últimos trazos del hombre que sería Pinochet. Hay que hundir los clavos. Hay cuatro. El primero es del orden del fantasma. Cuando se le entrevista, Pinochet se presenta como un hombre ponderado, lleno de buen sentido, bien instalado en su cuerpo y en su vida regular, reloj en mano ( quince minutos de lectura, media hora de gimnasia). El Pinochet inflexible es un Pinochet sutil. Un buen número de sus virajes políticos no pueden ser atribuidos a sus conocimientos ni a su inteligencia, pero han tenido éxito, han golpeado justo, con medidas oportunas que lo han hecho durar; sólo se pueden atribuir a su inconsciente. No confía en nadie pero tiene confianza en sus profundidades interiores.

           El segundo clavo tiene doble cabeza: Augusto Pinochet utiliza un doble lenguaje oral. Uno, populachero hasta la grosería (“los políticos a sus covachas”, “los exparlamentarios son cerdos, traidores”); el otro roza la metáfora lírica (“En este país no se mueve una hoja si yo no la muevo...”). Cuando recibe en privado a dignatarios, el cardenal arzobispo de Santiago, los generales de las fuerzas armadas, los embajadores y otras autoridades extranjeras, Augusto Pinochet, con su voz aflautada y con palabras prestadas usa un tono más cultivado que en Chile se podría llamar siútico militar.

           El tercero: su temor angustiado , poco común. Puede ser incluso noble: no quiere hacer menos que Allende en el momento de la muerte. Sabe -¿quién no?- que va a morir, probablemente de muerte violenta: se puede tener la certeza moral de que no huiría como lo hizo Marcos, no tanto porque no tendría un lugar de acogida sino más bien porque , al traicionar a Salvador Allende, está condenado a identificarse con él. En el momento de la caída, no puede hacer menos que Allende.

           ¿Y el cuarto? ¿Cómo describirlo? Con las palabras de un francés: “Una comicidad inaudita(...) horrible (...) porque en el hombre más malvado hay un pobre caballo inocente que padece, un corazón, un hígado, arterias en las que no hay malicia alguna y que sufren. Y la hora de los bellos triunfos se estropea porque siempre hay alguien que sufre”. (Carta de Proust sobre el general que hizo condenar a Dreyfus).

 

 

Rocinante agosto 2000.

[ A Página Principal ] [ A Archivo Uribe ]

letras.s5.com ; proyecto patrimonio ; Tesis: El Fantasma Pinochet, por Armando Uribe

mail: oso301@hotmail.com