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Muestra Poética

Ulises Varsovia
2014


.. .. .. .. ..   

 

Estupor

Una oleada de estupor
clavado en la circunstancia
de mi humana naturaleza,
una dosis excepcional
de asombro, pasmado
delante de mí mismo,
con todos mis sentidos
en su máxima tensión.

Hijo del hombre, tu psiquis
un sucio receptáculo
de materia agnóstica,
tu psiquis el fondeadero
de caídos y de náufragos,
de carroña humana
regresando al barro natal.

Pero no lo sepas, aún,
no sucumbas, bípedo,
antes de haber bebido
el opio de tu género
hasta el amargo final,

no expongas, no, no desnudes
tu faz fementida
delante del espejo
o del agua bautismal.

Pues, gusano terrestre,
estallaría en pedazos
tu humana naturaleza
sorprendida en su revés.

 

 

Impulso

A tempranas horas
de la primavera,
de repente el deseo,
el irreprimible impulso
de echar mano a la pluma,
al cálamo, al bolígrafo,
al prodigioso instrumento
con el cual las palabras
sometidas a tributo,
domeñadas a gritos
en una cruenta lucha
de combustible mental.

Heos aquí reunidas,
anónimas letras,
dispuestas para el rito
del bautismo de iniciación :
tú te llamarás « Aurora »,
tu nombre será « Paloma »,
y el tuyo « Estrella fugaz ».

Que cada una asuma
u lugar en la trama
de morfemas en sazón,
y sonad en vuestro sitio
al unísono según
naturaleza tonal.

Que a finales de mayo
la urdimbre de vocablos,
otra flor elevando
su sonora majestad.

 

 

Clara señal

Si acaso alguna divinidad
tuviera conmiseración
de nuestras miserias terrestres,
y descendiera al habitáculo
del pobre íncola atrapado
entre su libertad y el perdón,
al borde de un gran precipicio…

Si acaso su conmiseración
se apiadara de nuestra ceguera,
y nos diera una clara señal,
un indicio del recto camino
por sobre abrojos y guijarros…

Si acaso, amada divinidad,
rompiera tu brazo poderoso
el círculo de tinieblas
en torno de nuestra libertad…

 

 

En dos mil años

Tal vez en dos mil años
una nueva raza humana
pueble el planeta,
y renazcan de la tierra
las especies amorosas
que el gran depredador
condenó a la muerte,

tal vez en veinte siglos
purifique algún dios
a la raza corrupta,
a los bosques viciados,
a los ríos infectos,
al aire emponzoñado,

y emerja de las campiñas
nuevamente la flor invicta,
nuevamente la seta airosa,
nuevamente la hierba fresca.

Sí, tal vez en dos mil años,
en tan sólo una fracción
del tiempo eterno.

 

 

Oleada

Aparición súbita
de setas victoriosas
multiplicándose en miles,
en millones de seres
vegetales cubriendo
campos y praderas,
bosques y cañadas,
laderas y colinas,

expadiéndose en cosa
de segundos, de minutos,
como una gigantesca
oleada de guerreros
del subsuelo avanzando,
apoderándose
de todo espacio silvestre
bajo la luz del sol.

Nada podréis, humanos,
la oleada vegetal
avanzará invencible
por aldeas, villorrios,
pueblos y ciudades,
inundará los huertos,
jardines y parques,
trepará las altas
murallas y edificios,
inundándolo todo.

Moriréis de asfixia silvestre,
la sabia naturaleza
enviará sus guerreros,
a la reconquista
del espacio sacro
arrebatado en miles
de años de imposición
de nuestras fechorías.

 

 

Encuentro

Y que la haberla encontrado
en un viejo café,
de una ciudad triste
con esquinas y escaleras,

y haber allí un pacto
de besos y de sangre,
nosotros, que tan lejos,
que tan asiduo vagar
por estrechas calles
de viento y de lluvia
en la Estrella del Sur,

nosotros que súbita
melancolía a ciegas,
de una larga infancia
por patios y sótanos,
por lúgubres cuartos
de una casa asaz
moribunda y triste
en ningún despertar,

y ahora encontrarnos
en un viejo café
de una ciudad pobre
a espaldas del viento,

y me quieres, dime, sí,
y tus bellos ojillos,
y tu pubis hirsuto,
y mi ansiedad animal,

y adiós que la lluvia,
adiós que la infancia
cautiva en una casa
con lúgubres cuartos
a orillas de la mar.

 

 

Gravidez

Todo sacudido
de espasmos líricos,
todo tembloroso
de cítaras vibrando,

a las cuáles, poeta,
de tu psiquis grávida
de tinta sublime,
a las cuáles pujar
desde las tinieblas,
lleno de elán secular,
y de vibrantes cuerdas,

Para que hermosa prole
de mudos retoños
cantando a todo pulmón,
llenando de su voz
aulas y bibliotecas,

para que la hermandad
de bardos y rapsodas
júbilo en el corazón,
y tu larga gravidez
por fin la cegadora luz
desde las tinieblas.

 

 

Rostros

Entre una multitud
de rostros al garete,
por un océano espeso
de niebla y de amnesia,
de vaho y de reflexión,

¿cuál de todos el tuyo, di,
cuál el que sumergido
en una gris substancia
de ya no poder huir,
de no poder arrancarse
la máscara motuoria,
los rasgos que hasta el final
insistiendo en su muerte ?

 

 

Ensimismado

Aquél que ensimismadamente                                                                                    aferrado a los pétalos
de una flor que despoblándose,
desnudando su intimidad,

¿hasta cuándo, pájaro incierto,
ave de la larga transición
hacia nunca llegar,
hacia nunca
alcanzar la ansiada ribera,

hasta cuándo ni aquél ni tú mismo,
hasta cuándo aferrado a una balsa
en mar abierto, en la tormenta,
sobreviviendo en los páramos,
abstraído, ensimismadamente?

 

 

Dormida

Tú toda la que dormida,
su sueño junto a mi sueño,
impreso en la mansedumbre
de mi desvelo.

Altas horas de la estación
cuando dormido y despierto,
cuando velando los sellos
de tu secreto.

Toda la noche sumida
en el mórbido beleño,
de un viaje interminable
de sueño a sueño.

Al alba otra vez el mundo,
el abrupto forcejeo
entre la luz y la sombra,
y tú tan lejos…

 

 

Trece

Cada que trece los días
saltando de la rotación
al girar de los calendarios,
y arrastrando consigo
los arroyos en crecida,
la lenta maduraci’on
del trigo, el arroz, el maíz,
los frutos volcándose a tierra…

Cada, pues, que miércoles hodierno,
o sábado por la pendiente
con ruidos, luchas, despidos,
onomásticos y cumpleaños,
y la claridad del agua
enturbiándose al atardecer,
hasta caer todos al pozo…

Bueno, además el registro
de la vida y de la muerte
en actas y notarías,
o el temblor nervioso de lala
de pájaros que migrando,
que huyendo, que regresando,
que de pronto en la última celada…

Trece, entonces, fluyendo,
en marcha por los objetos,
arrastrándose por entre
bautismos y sepelios,
querellas, odios, traiciones,
y llegando con mucha fatiga
a un día que destruyéndose
en un día que precipitándose
en el mismo pozo turbio
del olvido y de la memoria.

 

 

Huidiza filiación

Si hayan tal vez muerto de olvido,
en algún lugar inaccesible
de mi escabroso yo, perdidos
en una región sin coordenadas,
ni puertos, ni señales, ni caminos,
fuera de todas, todas las rutas,

y regresaran, sin embargo,
desde su luctuosa morada
a escarbar en mí, a buscarse
entre tanto rostro borroso,
entra tanta filiación nocturna
rota o malherida en su raíz,
deambulando entre los pasillos.                                                                                                                            

Si hayan, entonces, ya fallecido
de tanto no querer ya vivir,
de tanto no ser recordados
desde esta isla a la deriva  
en un océano sin nombre,                                                                                                   más allá de cartas y retratos,
de tal modo que en el olvido
sus rostros apenas perceptibles,
su voz desgastando su tono,
y de la huidiza filiación
nada más que un eco roído,
desgatándose hacia la muerte.

 

 

En fuga

En pos de tus secretas letras
mi esperpéntica caligrafía, 
mi estro indisciplinado,
sin bridas por la partitura,
mis dedos de loca ansiedad
enredándose en los meandros
de tu fuga por el misterio.

¿Te alcanzarán mis pies ligeros
corriendo tras el reguero
de esencias de la flor secreta,
te atraparán mis dígitos
en su tenblorosa grafía
de rápida persecusión
por las líneas horizontales ?

Ay, que mi vida no llegue a su fin,
que mi aliento no apague su estro,
sin haberte arrancado del mármol,
hermosa deidad indescriptible
cuyo perfil siempre en fuga
por el viento, por la floresta,
por la delineación nocturna.

 

 

Continuidad

Algunas páginas más tarde,
volvería el anciano infante
a emerger por entre la niebla,
para consumar su delito
interrumpido en la orfandad
de los pasos sin domicilio,

volvería el monje tardío
a repetir su aparición
en las calles con casas tristes,
y a golpear las viejas aldabas
de puertas mudas para siempre
en el vértigo de la rotación,

volvería el extraño viajero 
a emitir un gemido agudo
bajo el vetusto dintel,
a invocar los pactos de sangre
rotos en la dispersión
de las ataduras gentilicias
contraídas en la ceguedad,

y a interrogar las lápidas
de los silentes cementerios,
donde todas las voces muertas
al unísono su secreto.

 

 

Noctámbulo

Al anochecer la luz rota,
la sombra devorando el mundo
con su fauce inmisericorde,
la flor cerrando los párpados,
los animales en su guarida.

Sólo tú con tu farol viviente
iluminando el ánbito estrecho
de extrañas figuras danzando,
formando confusos arabescos.

No dormirás esta noche, extraño
caminante noctámbulo,
con las pupilas encendidas
de singular luz selenita,
no cerrarás los tus párpados
mientras la sombra reine sobre el mundo.

Y mañana, al temprano amanecer,
hallarás en su sitio las cosas,
hallarás el árbol complaciente,
la amapola bañada en rubor,
el agua corriendo, las barcas,
los seres vivientes en su labor.

 

 

Antorcha

Acerca tu antorcha bullente
a la caverna de los extraviados,
insólito espíritu viviente
delineando con mi mano en trance
el perfil de quienes ningún rostro,
y llenos de vívida instancia
en la dimensión de los durmientes,

acerca tu lúmina virtual,
y míralos cobrar figura
desprendiéndose de las paredes,
emergiendo de los rincones
donde la sombra aún prevalece,
levantándose desde el polvo
con un rictus de profunda desazón,
indefinibles sus confusos rasgos.

Ellos su propio destino errante
en la penumbra de esta oquedad
llena de seres caliginosos,
ellos su anonimato a ciegas
hundidos en su sueño de vapor
debajo de los seres y las cosas,
en su dimensión de no-videntes.

Míralos levantarse apenas,
y enseñar su inefable rostro
de ánima en sí mismo extraviada,
míralos palidecer en la luz
de tu antorcha virtual derramada,
y buscar su perdida identidad
entre los rostros allí acumulados.

Es mi mano que os delinea, sombras,
es mi mano que sacude la niebla,
y os llama con un nombre vacío
hacia el interior de la caverna.

 

 

Horas de lentísimo decurso
en la mañana inmóvil detenida
frente a mi ventana, en el fulgor
macilento de fines del verano.

Me atrapará en su somnolencia
el vaho manando de los bosques

 



 

 

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