proyecto patrimonio
Cesar Vallejo
Poesía

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"Trilce"

XLIX

Murmurado en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes
..........................................de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta yo he olvidado
................................ de quién seré.

Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas
.......................................... de las partidas.
Esa guardarropía, ella sola,
al volver de cada facción,
.................... de cada candelabro
..................... ciego de nacimiento.

Tampoco yo descubro a nadie,
bajo este mantillo que iridice los lunes de la razón;
y no hago más que sonreir a cada púa de las verjas, en la loca búsqueda del conocido.

Buena guardarropía, ábreme tus blancas hojas: quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo,
quiero saber de estar siquiera.

En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no hay nadie:
hojas tan sólo de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
........................................... por sí propios,
de perchas como ductores
........................................
índices grotescos,
y partiendo sin cuerpos,
vacantes, hasta el matiz prudente de un gran caldo de alas con causas y lindes fritas.
Y hasta el hueso!


XXXIV

Se acabó el extraño, con quien, tarde
la noche, regresabas parla y parla.
Ya no habrá quien me aguarde,
dispuesto mi lugar, bueno lo malo.

Se acabó la calurosa tarde;
tu gran bahía y tu clamor; la charla
con tu madre acabada
que nos brindaba un té lleno de tarde.

Se acabó todo al fin: las vacaciones,
tu obediencia de pechos, tu manera
de pedirme que no me vaya fuera.

Y se acabó el diminutivo, para
mi mayoría en el dolor sin fin,
y nuestro haber nacido así sin causa.


TRILCE

Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.

Donde, aun si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.

Es ese sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.

Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran cualquiera parte.

Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.

-Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. -¿Está?- No; su hermana.

-No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
do van en rama los pestillos.

Tal es el lugar que yo me sé.

XLIV

Este piano viaja para adentro,
viaja a saltos alegres.
Luego medita en ferrado reposo,
clavado con diez horizontes.

Adelanta. Arrástrase bajo túneles,
más allá, bajo túneles de dolor,
bajo vértebras que fligan naturalmente.

Otras veces van sus trompas,
lentas asias amarillas de vivir, van de eclipse,
y se espulgan pesadillas insectiles,
ya muertas para el trueno, heraldo de los génesis.

Piano oscuro ¿a quién atisbas
con tu sordera que me oye,
con tu mudez que me asorda?
Oh pulso misterioso.

XLV

Me desvinculo del mar
cuando vienen las aguas a mi.

Salgamos siempre. Saboreemos
la canción estupenda, la canción dicha
por los labios inferiores del deseo.
Oh prodigiosa doncellez.
Pasa la brisa sin sal.

A lo lejos husmeo los tuétanos
oyendo el tanteo profundo, a la caza
de teclas de resaca.

Y si así diéramos las narices en el absurdo,
nos cubriremos con el oro de no tener nada,
y empollaremos el ala aún no nacida de la noche, hermana de esta ala huérfana del día,
que a fuerza de ser una ya no es ala.

 

 

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