BLANCA VARELA
 
 



Fernando de Szyszlo


Poesía
Como Legítima

Defensa

por José Miguel Oviedo


..... Blanca Varela ha sido, durante largos años, una figura conocida sólo dentro de ciertos círculos del Perú, pero en las últimas décadas ha alcanzado, finalmente, el reconocimiento internacional que merece, a través de ediciones y estudios a su intensa, aunque breve, obra. Es un poco paradójico que durante lagos años su poesía haya permanecido en esa tierra de nadie en la que los libros ganan un creciente prestigio pero sólo dentro de un circuito limitado, porque sus comienzos no pudieron ser más auspiciosos: su primer libro, Ese puerto existe (México, 1959), traía un elogioso prólogo de Octavio Paz, (fue el mismo Paz quien le sugirió el título), fechado en París, donde se habían conocido años atrás; esas palabas, citadas muchas veces, siguen siendo exactas:

"Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego de la sal, el amor, el tiempo y la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia."

..... Aunque tras esa feliz inauguración, Varela publicó algunos libros más, lo hizo de una manera marginal, discontinua y un poco a pesar suyo, como si publicar poesía le robase el placer de escribirla. Lo hizo con el mismo pudor o recelo que la apartaba de los ritos de la "vida literaria". Nada parece ligar su vida personal a las tareas de la poesía y nada, sin embargo, más ligado que ellas en un plano profundo y esencial; en realidad, fue -de un modo discreto- fiel a su oficio en medio de los avatares de su existencia y ha concentrado (o salvado) lo mejor de ésta en los textos que tan avaramente escapaban de sus manos y veían la luz pública. Varela hizo, desde temprano, periodismo en muy varios niveles y circunstancias. Vivió, como dijimos, en el París de la posguerra, donde captó los influjos del existencialismo y del surrealismo, y luego en Nueva York, con el importante pintor peruano Fernando de Szyszlo, con quien estuvo casada. Desde hace tiempo reside en Lima, donde nació. Hoy es considerada sin discusión la poeta más importante del Perú en la segunda mitad del siglo XX y una de las más notables de Hispanoamérica.
..... Varela integra la misma generación peruana "del 50", a la que pertenecen varios notables poetas como Jorge Eduardo Eielson o Carlos Germán Belli, pero es interesante observar que su poesía tiene -por sus rasgos intelectuales y emotivos, por la naturaleza de su aventura interior- semejanzas más profunas con las poetas Olga Orozco, Idea Vilariño e Ida Vitale. Sobre todo con la primera porque ambas comparten una herencia: la del surrealismo. Por cierto, Varela está muy lejos de poder ser llamada una "poeta surrealista", aunque en su obra, especialmente al comienzo, la presencia de lo subconsciente puede notarse. Pero de esa estética le ha quedado una actitud espiritual, una "moral de la pasión" -la frase es de Sartre- que ha mantenido a lo largo de los años. Ese es el origen de ciertas cuestiones fundamentales que Varela se plantea: conciencia y sueño, razón y sensibilidad, mentira y autenticidad, amor y soledad. Hay un tono de profunda insatisfacción y angustia, a veces de rebeldía, a veces de sutil humor cuando la situación se vuelve intolerable. A las contradicciones de la vida opone una especie de conocimiento sensible, una forma de razón pasional que supera a la habitual.
..... Los libros que siguió publicando en las dos décadas siguientes -Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972) y el cuadernillo Canto villano (1978), todos impresos en Lima- son claramente parte de la misma búsqueda, del mismo proceso de introspección y autorreconocimiento; no hay grandes variantes entre ellos, sólo un gradual e insistente ahondamiento en el fondo de sí misma y de su modo de expresar su mundo. La inmersión en lo más profundo genera la chispa de una revelación inquietante sobre la realidad de la existencia, sobre su horror y su belleza. El contorno objetivo y la dimensión subjetiva se funden sutilmente (como en "Puerto Supe", de su primer libro) gracias a un continuo trasiego entre los datos de la vigilia y de sueño. Es extraño que, siendo el amor el frecuente foco de ese proceso, los de Varela no parezcan propiamente "poemas amorosos", sino reflexiones o confesiones hechas a partir de ese motivo. No siempre sabemos si el al que se dirige es alguien específico, un hombre, cualquier persona amada o ella misma. El tono doloroso y agónico está siempre allí, no importa de qué amor se trate; un ejemplo lo brinda "Vals" (de Luz de día), cuya primer línea dice: "No he buscado otra hora, ni otro día ni otro dios que tú", y que es, en verdad, una manifestción de amor -y de odio- por Lima. La experiencia amorosa es, para ella, una forma ambigua del desamparo, más parecida a la piedad o a la autocompasión. La alusión al vals (forma de música popular limeña) desencadena un movimiento de repliegue hacia dentro, hacia esa zona de conflictos irresueltos que se acumulan como una carga sobre la vida cotidiana:

Asciendo y caigo al fondo de mi alma
que reverdece agónica de luz, imantada de luz.
En este ir y venir bate el tiempo sus alas
detenido para siempre

..... En "Valses" hay un uso más intenso y crítico de esa forma folclórica peruana, pues hace un contrapunto entre sus palabras y los versos sentimentales de valses populares ("Mi noche ya no es noche por lo oscura", "Juguete del destino", etcétera) para subrayar su relación inevitable con la sordidez de la urbe donde sueña y escribe; por eso la llama "madre sin lágrimas / impúdica / amada a la distancia / leprosa desdentada /mía".
..... En sus libros más recientes, como Ejercicos materiales (Lima, 1993) y El libro de barro (Madrid, 1993) puede confirmarse la coherencia interna de una poesía cuya esencia es negarse a aceptar la vida tal como es, planteándola, en cambio, como una minuciosa y discreta insurrección cotidiana contra cada acto o fuerza que la niega o apaga el fuego de la imaginación y la memoria. Puede decirse que Blanca Varela ha levantado su poesía como un gesto de legítima defensa, como una exaltación de la lucidez (distinta de la razón) y la pasión que garantiza la autenticidad de la experiencia humana. Es una protesta contra la imperfección de la vida que nace precisamente de la certeza de lo frágil que es todo, de una autocontemplación sin falsas ilusiones. Su obra ha sido recopilada en los volúmenes Canto villano (México, 1996) y Como Dios en la nada (Madrid, 1999); su último libro se titula Concierto animal (Valencia-Lima, 1999) y es el más astringente y enigmático de todos los que ha publicado hasta hoy. Como poeta, Blanca Varela ha confirmado que el rigor de su lenguaje corresponde a una fidelidad a sí misma y una percepción existencial de lo que pasa tanto fuera como dentro de ella.

 



Incorpóreo paso

incorpóreo paso del sol a lo umbrío
agua música en la sombra viviente
atravieso la afilada vagina
que me guía de la ceguera a la luz

bajo la alta cúpula sonora
en este colosal simulacro de nido
toco el vientre marino con mi vientre
registro minuciosamente mi cuerpo
hurgo mis sentimientos
estoy viva

(de Concierto Animal)

 

La mano de dios

La mano de dios es más grande que él mismo.
Su tacto enorme tañe los astros hasta el gemido.
El silencio rasgado en la oscuridad es la presencia de su carne menguante.

Resplandor difunto siempre allí. Siempre llegando.
Revelación: balbuceo celeste.

Día cerrado es él. Dueño de su mano, más grande que él.

(de El Libro de Barro)

en El Mercurio. 3 de marzo de 2001


 

 
 

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letras.s5.com , proyecto patrimonio, BLANCA VARELA : Poesía como legítima defensa, por José Miguel Oviedo. 2001

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