Francisco Véjar

 
 

 


Continuidad del viaje.
Poesía. Francisco Véjar.
Mosquito Editores, 1994. 40 páginas.


por Fernando Quilodrán
en El Siglo, 18 de marzode 1995

En 1988 conocimos Fluvial, al que siguió, en 1992, Música para un álbum personal. Llamó la atención este poeta, entre lírico y lárico -no son términos que se opongan-, hijo de la vida y de las letras, exponente feliz de una hornada de poetas que querían salvarse de la epidemia de ingeniosidades versificadas en nombre de “anti” algo: poesía o sistema, mundo o vida, historia o política.

Muestran aciertos notables sus dos primeros libros: vuelo lírico, más de una vez; dominio de las formas; coherencia. Se trataba de una muestra legítima de la mejor tradición lárica, esa poesía del hogar perdido, nostálgica a lo Alain Fournier ( pensamos en El gran Meaulnes ) y a lo Teillier. El “sistema poético” de Véjar era de una indudable coherencia. Obedecía a intuiciones elaboradas con materiales finos, a lecturas destiladas en rigurosa asimilación. A todo ello aportaba Francisco Véjar su propio acervo de vivencias; su particular elección de mundo. Era el buen gusto.

Y nos enfrentamos a Continuidad del viaje, y lo primero que debemos reconocer es el acierto del título.

Es difícil -imposible o, al menos, injusto- imputar a un poeta como carencia la continuidad de su viaje. Lo que no obsta para la pregunta de hasta cuándo. Es decir, cuando el poeta -Francisco Véjar, en este caso- va a dar por cerrada una etapa y se va a lanzar por otros caminos. En sus palabras, va a discontinuar su viaje o lo va a emprender hacia otras comarcas poéticas.

En este libro se confirman las virtudes de sus anteriores. Hay rigor formal, ese buen gusto de rehuir estridencias, el tono en apariencia menor de la evocación y el sueño hecho de materiales simples. Pero falta el gran vuelo lírico que se dejaba ver en algunos poemas de Fluvial y de Música para un álbum personal, y que hacía esperar de Véjar una obra de mayor trascendencia, más ambiciosa. Hay en “Mañana de domingo” un verso que ejemplifica nuestro alegato. Dice: “Pero alguien desea que le lleve al mar de ese tiempo”. Como en "Homenaje a un poeta”: “Aquí a nadie le importa que hasta los parques nacen para morir”. No son los únicos ejemplos. Lo que muestran es una poetización del espacio lárico llevada a su extremo. Es decir, casi el
agotamiento de una mirada poética. Después de ello, lo que se espera es un paso a otra forma, o el mantenimiento en el poeta de esa forma superior alcanzada, de mayor exigencia, de mayor tensión interior. Como en los clásicos, agreguemos, del larismo.

Porque lo demás es descripción de un rico mundo interior, pero descripción. Lo que no se ha superado es esa sucesión de un formato de versos cortos que se van encadenando en un orden lógico, respetuoso de las gramáticas, la recaída en lo coloquial, que aportan poco en el desarrollo de una poesía de la que cabe esperar mucho más. Sin embargo, hay cambios, hay un desestimiento de tópicos ya gastados de la forma lárica. Ese mayor rigor se nota, y muestra su ya conocida actitud crítica hacia su trabajo, lo que unido a virtudes naturales -y ya probadas- de Véjar, permiten esperar importantes logros en su quehacer poético.

Escribió alguna vez Azorín, en artículo sobre Esteban Manuel de Villegas ( Los valores literarios, Ed.Losada 2ª edición, 1957, Buenos Aires): “Poetas:observad vuestro tiempo; sentid vuestro tiempo; amad vuestro tiempo; cantad vuestro tiempo”. La pregunta que nos hacemos es si Véjar cumple plenamente este “precepto“, por cierto no absoluto. Nos ayudará otra reflexión, del mismo Azorín, esta vez a propósito de Juan Ramón Jimenez. Dice así: “El acercamiento a la realidad que supone la novela de Galdós ha de ser para que florezca una lírica flamante, espléndida. No puede darse la lírica sin una base sólida, fuerte, de realidad. Lo que parece menos real en la literatura, más caprichoso, más arbitrario, necesita un constante alimento de realidad, de vida cotidiana, de sensaciones vividas, de detalles auténticos" (subr. añadido). No anda descaminado aquí Francisco Véjar, aunque tal vez no sería ocioso -ni retórico- preguntarse si poetiza el hoy desde el dato nostálgico; o si su poetización recae en el pasado desde un presente sí asumido. En espera de dilucidar este asunto, y la relación entre continuidad y rompimiento, de lo que no cabe dudar es de la condición de este libro: auténtica poesia.

 

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Al alero de Teillier

en El Mercurio, martes 28 de julio de 1998



Ediciones del Temple lanzó el nuevo poemario de Francisco Véjar, “Canciones Imposibles”. Es la quinta publicación del viñamarino y sigue a sus obras “Fluvial” (1989), “Música para un álbum personal” (1992), “Continuidad del viaje” (1994) y “A vuelo de poeta” (1996). Formado al alero de Jorge Teillier, Véjar ha desarrollado un estilo particular, que el propio Teillier definió en 1992: “El poeta tiene una actitud que empieza a singularizarlo entre muchos de su generación que desprecian lo que ignoran y con afán de mostrarse originales sin raíces impostan la voz”. Al igual que su amigo y maestro, Véjar ha sido calificado como "poeta lárico", una etiqueta que, según Armando Uribe, responde a la “pereza, la estulticia o la ignorancia de quienes se reducen a utilizarlas, peores que las de los vinos malos, y despachan en sus pequeñas tiendas mentales a los poetas que han trabajado y sufrido”. Uribe analiza la obra de Véjar para desprenderla de la ‘categoría lárica’ que fue impuesta también sobre la poesía de Teillier, “un adjetivo que tuvo que pagar, el resto de su vida, y ahora de su muerte”. El comentador aclara que estamos frente a un poeta verdadero. Muy distinto de aquellos “poetas de domingo”, o “poetícolas”. Y agrega que Véjar ha sufrido la dificultad de la poesía y se ha dado a la opinión de los otros, soportando la enajenación social con que esta tierra “castiga a quien se atreve a ser quien es”.

En el poema “No puedo hablar simplemente”, Véjar se refiere a la ciudad y ve que, “aunque autos y calles pasen veloces/ no hacen sino retroceder”. En esta serie de imágenes que aparecen en su mundo lírico, descubre que “Algo vive además/ del parque solitario donde ves el universo/ en una flor silvestre,/ donde lees hasta que tus ojos/ son traspasados por la luz de la luna”. Y agrega otros aciertos que invitan a realizar una lectura reflexiva: “Quisieras ver la luz de los que han partido/ justo cuando cierras los ojos en otro despertar”, o “cuando sólo el silencio dice algo”.

 

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A vuelo de poeta
El vuelo humano de Francisco Véjar

 

por Enrique Volpe
en Las Ultimas Noticias, 19 de junio de 1997



Dentro de un panorama poético que cada día se vuelve más confuso y con una marcada tendencia a la elaboración, las más de las veces forzada de un arte poético decadente, la voz de Francisco Véjar, que desde sus inicios era una auténtica promesa, es ahora una realidad dentro de la poesía actual escrita en Chile. Su último libro, breve e intenso, “A vuelo de poeta”, lo sitúa en la primera línea en su generación, por la meticulosidad de su trabajo en la elaboración del verso, por la constante depuración que lo hace alcanzar este tenue y mágico velo de lirismo casi puro, despojado de oscuras retóricas.

Su mensaje nace de las raíces simples de lo cotidiano y se encadena a través de una profunda metafísica de los sueños, estableciendo un estilo de escritura que no es más que un grito de amor y una protesta, en medio de ese desierto de indiferencia que es el mundo desgarrado por los nuevos mitos y sembrado con las estatuas monstruosas de los dioses, venerados por los fariseos y las meretrices. En los versos de Francisco Véjar, a veces se percibe un eco lejano de la voz de su maestro Jorge Teillier; sin dudas, una sólida herencia espiritual que se prolonga dignamente en la voz del que fue su discípulo predilecto. A mi modo de ver, esta poesía de Vejár es la penetración de la sangre y del alma en un espacio propio de eternidad a través de una búsqueda que cada vez se va haciendo más profunda, más personalmente dolorosa, y que le va otorgándole al poeta un sello que lo distingue de los otros dos o tres grandes poetas jóvenes de su generación. Lo que Véjar escribió en el principio de su libro: “Espero que estas palabras permanezcan cuando de nuevo todo vuelva a dormir para siempre”, mas que una interrogante o una velada afirmación, es un eterno desafio a las erosiones del tiempo, pero debe de tener la plena certeza que su mensaje poético ha de perdurar en el tiempo de los grandes silencios, pues, “A vuelo de poeta”, lo sitúa con toda justicia en un lugar de privilegio, dentro de la nueva generación de poetas chilenos.

 

 

 

 
 

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