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          De mal 
          en peor 
          Francisco Véjar Antología de la poesía joven 
          chilena Universitaria, 2ª edición,  2003, 166 
          páginas. 
          por 
          Marco Antonio Coloma 
          Es 
          común que una segunda edición, en especial cuando se trata del libro 
          de un investigador o recopilador, destaque en portada y con grandes 
          letras esa frase que siempre lleva el tono de una  excusa 
          y el sentido de una promesa: "edición corregida, actualizada y 
          aumentada". Regularmente el volumen cumple lo prometido y el lector se 
          siente satisfecho porque en definitiva ha recibido algo más. Ahora 
          bien, puesta como está, la mentada frase digo, en la segunda edición 
          de la Antología de la poesía joven chilena de Francisco Véjar, 
          resulta apenas un gancho tan insustancial como engañoso. Las razones 
          las comento más abajo. Hablemos en primer lugar de la antología como 
          tal.
  ... La publicación de una 
          muestra de la poesía más reciente siempre es una iniciativa loable. 
          Sobre todo porque el género tiene hoy, más que nunca, una circulación 
          muy menor en comparación con la narrativa o el ensayo. Además, se 
          trata en este caso de poetas que recién publican su primer o segundo 
          libro, generalmente editados por sellos de escasa circulación, y 
          todavía más escasa recepción crítica. En este sentido, la apuesta de 
          la editorial Universitaria por publicar en 1999 la Antología de la 
          poesía joven chilena de Véjar -ahora reeditada- es un aporte a la 
          difusión y al conocimiento de esta producción poética reciente. Ahora 
          bien, el intento no es nuevo ni es el único. Siete años antes de la 
          aparición de esta antología, Oscar Galindo y Luis Ernesto Cárcamo 
          publicaban Ciudad poética post. Diez poetas jóvenes chilenos, 
          con el auspicio del Instituto Nacional de la Juventud. Un intento 
          posterior, aunque acotado a la poesía del sur de Chile y publicado en 
          Valdivia el año 94, es el de Jorge Velásquez y Bernardo Colipán con 
          Zonas de emergencias. Más tarde, Máximo González dio a conocer 
          la Antología de las literaturas emergentes, editada por Lom en 
          1998. Puestas en perspectiva, todas estas antologías tuvieron sus 
          virtudes y sus defectos: unas se inclinaron por reunir a los poetas 
          que tenían más a mano pecando de una excesiva parcialidad, otras 
          apostaron por incorporar textos críticos que legitimaran la selección. 
          La de Véjar no escapa a esta regla. La virtud que tiene es la 
          mencionada arriba: ser una vitrina de parte de lo último que circula 
          en poesía chilena joven. Sus defectos no son menores.
  ... El problema fundamental de Véjar es su falta 
          de criterio. Podrá defenderse con algo de certeza el argumento que 
          dice que toda antología es arbitraria y que es difícil, por esa misma 
          razón, dejar contento a todo el mundo. Pero no es menos cierto que 
          todo proyecto antológico supone una voluntad de selección, y que lo 
          mínimo que el lector espera es que esa voluntad tenga razones 
          convincentes, claras y explícitas para, al menos, intentar defender y 
          legitimar lo que muestra. Para eso, entre otras cosas, existen los 
          prólogos. Y el que escribe Véjar para esta antología tiene la 
          particularidad de despachar el asunto con una ambigüedad desoladora: 
          se trata (lo dice en la única frase que destina a exhibir algún vago 
          criterio) de "una selección estricta y cuidadosa de poetas jóvenes". 
          Pero lo único que deja en claro esa afirmación es que aquí no vamos a 
          encontrar "poetas viejos". Y eso, claro está, no es un criterio que 
          valga un análisis. Todos sabemos más o menos qué significa eso de 
          "poetas jóvenes", pero de qué hablamos cuando hablamos de "poetas 
          jóvenes". Y más aun, cuáles son los argumentos que defienden esa 
          rigurosidad y cuidado asumidos en la selección. Ni leyendo tres veces 
          el prólogo uno encuentra respuestas. 
  ... No obstante, el lector curioso puede hacer el 
          esfuerzo de seguir algunas pistas, en especial a partir de los datos 
          biográficos de los propios convocados. Según eso, "poetas jóvenes" 
          parece ser equivalente a decir poetas nacidos entre los años 1964 y 
          1975. Ahora bien, suponiendo que ese fue el criterio de Véjar, por qué 
          razón no aparecen aquí poetas que caben por fecha de nacimiento en ese 
          arco cronológico, que han tenido una permanencia sostenida en el 
          escenario de la poesía joven de los años noventa, y que incluso han 
          sido incluidos en antologías continentales de poesía joven (una 
          cuestión que por supuesto no habla a priori de su calidad, pero que no 
          es un dato menor) como Nadia Prado (1966), Malú Urriola (1967) y 
          Sergio Madrid (1967). Sin contar, por otra parte, a poetas más jóvenes 
          (como Damsi Figueroa, Piero Montebruno y Carlos Baier) que no tienen 
          mucho que envidiarle a cualquiera de los antologados. 
  ... Pero más allá de la cuestión relativa a los 
          años de nacimiento (que es además un criterio que hace tiempo suena a 
          obsoleto) uno cabría esperar cierta reflexión en torno a las 
          formaciones culturales (en el sentido de Raymond Williams) a la hora 
          de diseñar una selección como ésta. Sin poder detenerme en este tema 
          por razones de espacio, sólo diré que me parece extraño ver incluido 
          un poeta como Jesús Sepúlveda, que si bien cabe en el arco cronológico 
          supuesto como criterio, pertenece a un grupo de poetas que aparece en 
          escena a fines de los ochenta con un perfil de formación muy definida, 
          y que el mismo Sepúlveda bautizó como "generación post 87". Del resto 
          de esos poetas (Parra, Valenzuela y Díaz) aquí no hay 
          rastros. 
          ¿EDICIÓN CORREGIDA Y 
          AUMENTADA? 
          ... 
          Para una segunda edición era de esperar que todas estas faltas se 
          corrigieran, empezando por una portada absolutamente fuera de lugar 
          (que sólo tiene una función decorativa en el contexto de una 
          colección, pero que nada dice, en este caso, del contenido del libro), 
          y siguiendo con la sarta de errores tipográficos y ortográficos (uno 
          que se repite es el del verbo haber, en frases como "a publicado", "a 
          recibido") que en cualquier libro son condenables pero que en uno 
          dedicado a la poesía resulta desastroso. Nada de eso, cuya 
          responsabilidad recae en la editorial, fue corregido. Bien, podemos 
          obviarlo, nadie leyó las galeras. Pero en lo que respecta a la 
          selección de los poetas que aparecen en esta segunda edición la cosa 
          adquiere ya un tono circense, porque lo que hizo Véjar no fue aumentar 
          (como para refrendar sanamente los errores cometidos en un principio) 
          sino reemplazar. Eliminó de un plumazo a los poetas Matías Ayala, 
          Santiago Barcaza, Juan Herrera, Cristóbal Joannon y Samuel Soto, sin 
          mediar criterio y sin un juicio crítico que justificara esa elisión, y 
          los reemplazó -en ese orden y ocupando los mismos casilleros 
          alfabéticos en el índice- por David Bustos, Bernardo Chandía, Cristián 
          Formoso, Mario Meléndez y Marcelo Rioseco. Ahora bien, en algo 
          podríamos haber comprendido esa decisión si leyendo y conociendo a 
          estos nuevos poetas hubiéramos caído en la cuenta de que son mejores 
          en el oficio, pero convengamos que ni Chandía, ni Formoso, ni Meléndez 
          aportan novedad a la antología, y que su trabajo está muy por debajo 
          de la poesía, por ejemplo, de Juan Herrera (que además era el único 
          penquista en la selección original). 
          ¿EDICIÓN 
          ACTUALIZADA? 
          ... 
          Cabe mencionar también que el intento de actualizar la antología no 
          pasó de ser eso, un intento. La segunda edición, por ejemplo, no 
          incluye un nuevo prólogo, por supuesto esperable, primero para recoger 
          las críticas que la antología tuvo en 1999; segundo, para defender los 
          cambios efectuados; y tercero, porque en definitiva tres o cuatro años 
          no pasan en vano, y es de suponer que en ese tiempo en algo se 
          reconfigura la escena que se desea cartografiar. Un dato anecdótico en 
          este sentido, es el hecho de que sólo una parte de los poetas aparecen 
          con sus datos biográficos actualizados. Si le hacemos caso a Véjar, ni 
          Alejandra del Río ha publicado Escrito en Braille, ni Kurt Folch su 
          poemario Thera, por poner dos ejemplos.
  ... Con todo lo dicho, la conclusión es redonda: 
          Véjar siguió pecando en esta segunda edición de una falta abrumadora 
          de rigurosidad y criterio, y la antología en definitiva devino de mala 
          en peor.
  
            
          en El Periodista 
          N°36 
            
          
  
          
            
            
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                  Los poetas 
                  incluidos en esta antología son:  
                  Andrés Anwandter, David Bustos, Bernardo Chandía Fica, 
                  Javier Bello, Germán Carrasco, Julio Carrasco, Alejandra del 
                  Río, Kurt Folch Maass, Yanko González, Cristián Gómez, 
                  Christian Formoso, Andrónico Higuera, Jaime Huenún, Verónica 
                  Jiménez, Mario Meléndez, Adán Mendez Rozas, Daniel Osorio, 
                  David Preiss, Matías Rivas, Armando Roa Vial, Rafael Rubio, 
                  Leonardo Sanhueza, Jesús Sepúlveda, Claudia Serrano, Marcelo 
                  Rioseco Gómez, Antonia Torres, Francisco Véjar, Alejandro 
                  Zambra. 
                  Fuente: http://www.universitaria.cl/ 
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