Erección y urgencia
    Por José Ignacio Silva A.
  El Periodista, Viernes 25 de abril de 2008 
    Víctor Hugo Díaz /    “Falta” / Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2007, 47 págs.
    
  
          Sucede con los poetas –o con la gran mayoría de  ellos–, que pasan por aquello que se da en llamar la "temporada en el  infierno". Y si bien algunos 
versificadores fingen o insuflan una mala parodia de la miseria para recalentar  poemas de poca monta, otros, los buenos poetas, saben transmitir el 
patetismo de las acerbas circunstancias que vivimos todos los días.
Con todo, la vida le ha sonreído por momentos a Víctor Hugo Díaz (Santiago,  1965). Desde "No tocar", su  último poemario publicado (2003), el  autor se agenció poco después el Premio Neruda. Pero hay algo que signa la  escritura de Díaz, que si bien no posee la constancia suficiente como para  considerarlo una "marca registrada", sí nos da cuenta de que existe  un desgarro, y más evidente, una carencia que es imposible de disimular 
o disfrazar. Mal que mal, el autor es un ser humano.
último poemario publicado (2003), el  autor se agenció poco después el Premio Neruda. Pero hay algo que signa la  escritura de Díaz, que si bien no posee la constancia suficiente como para  considerarlo una "marca registrada", sí nos da cuenta de que existe  un desgarro, y más evidente, una carencia que es imposible de disimular 
o disfrazar. Mal que mal, el autor es un ser humano.
"Falta" (Ed. Cuarto Propio, 2007) es la materialización poética de  esa carencia, de ese recorrido honesto, vital e ineludible por circunstancias  aciagas o simplemente ignoradas, así como por ese constante análisis urbano que  ha realizado Díaz en la mayoría de sus libros –en algunos más, en otros no  tanto–, de poesía. Vuelta a lo anterior, los malos poetas recalientan sus  vicisitudes, pero los buenos son capaces de sacarles provecho, limar la amarga  piedra para que reluzca un diamante en medio de la miseria, en medio de lo  inadvertido.
Esta última entrega de Díaz (que mantiene su brevísima extensión, poesía a  cuentagotas, casi sin querer molestar, que es ya una tónica) conserva un rasgo  que retrata la mirada del poeta, su irrenunciable ligazón con lo cotidiano, y  su retrato por medio de una palabra medida, compuesta al detalle, jamás  desperdiciada, sin importar que circulen por las páginas del volumen la cocaína  y el tolueno, pues son parte de esa realidad que es la comezón del poeta, el  malestar constante al que no se le da la espalda, sino por el contrario, se  acomete con lo más honroso que se tiene a mano: la 
palabra, hic et nunc, sin más. Sin buscar trascendencia, sino presencia. Botón  de muestra, "¿Sabes leer las piedras?/ Yo las he pateado como envases y  letras vacías/ camino mirando al suelo./ De vez en cuando, una pausa/ el  cigarrillo que espera los labios/ humeante en el cenicero".
El expediente es el mismo al que nos tiene acostumbrados Díaz, es decir, poemas  breves, ajustados, donde las palabras no abundan, pero 
jamás sobran; con esos guiños literarios (Vallejo dice presente) que son un  tijeral fuerte, que sostiene un techo que recubre toda una estructura poética,  que no es otra cosa que (permítase el floreo filosófico) la versificación  honesta, auténtica, comedida y brutal, del ser y las circunstancias del autor,  las que son retratadas con una aquilatada capacidad, con un acertado balance  entre lo imperecedero visto desde lo cotidiano, con la salvedad de que Víctor  Hugo Díaz apuesta por el des-velo, apuesta por la alétheia, y aunque sin  hundirnos en ese terreno pantanoso que es Heidegger, sí podemos señalar que el  poeta le quita los velos a sus días en este mundo, y los entrega tal cual son  (desde su poética) en forma de palabras e imágenes.
Con todo, la corta extensión del volumen, la sinceridad, la ausencia total de  trámites y ambages que devela la lectura, no debe llevar a pensar que hay  poesía de poco peso; muy por el contrario hay versos de altísimo y feliz vuelo.  Nada más inaugurado el libro, en el poema "Los allegados" hay una  apelación de bienvenida whitmaniana o eliotiana, "¿Conoces el olor de una  huelga de hambre;/ golpes de martillo dos pisos más arriba/ o el latir de un  corazón apoyado en la mesa/ hacen vibrar el único recipiente con líquido//  Vejez y juventud se clasifican por el olor/ no por frescura (…)" Sea  bienvenida entonces esta "Falta" de Víctor Hugo Díaz, que alcanza al  lector sin los manoseados y deslucidos efectos de lo "maldito", y le  aporta versos de calidad, sin emborrachar la perdiz, sin hacerle perder el  tiempo con descomunales fardos, de los cuales el ciudadano de a 
pie debe extraer lo que valga la pena, tras faenar incontables floreos y  olvidables páginas.