
    Algo falta
    En “Falta” hay rutina y contacto con el mundo. Rutina desde lo cotidiano,   recuperando voces coloquiales: “Sí… ahí nos juntamos, en la estación”.
    La Nación Domingo / Domingo 1 de junio de 2008  
     
    “No importa el silencio sino el vacío de la frase”. Un verso de Víctor Hugo Díaz   (1965) que está en “No tocar” (2003) y que de cierta forma se anticipa, desde el   silencio o el vacío, proyectando una vaga luz sobre “Falta”. 
    No obstante, la falta (carencia o incorrección) en este poemario no se   construye desde el lenguaje, sino que  sobre el cuerpo y lo cotidiano, a un ritmo   festivo cadencioso como en los poemas “Sin invitación”, “Decorados”, “Happy   hours”, “Fiesta en la playa”.
sobre el cuerpo y lo cotidiano, a un ritmo   festivo cadencioso como en los poemas “Sin invitación”, “Decorados”, “Happy   hours”, “Fiesta en la playa”. 
    En los dos últimos se puede leer, respectivamente: “Felicidad breve, larga   despedida/ el mismo vaso, mesa y costo razonable”, y “La fiesta estuvo bien, la   música/ en ningún párrafo el cuento arrugó”. La fiesta es transitoria y no   destiñe; a veces es soporífera, pero no merma la falta.
        
      En “Falta” hay   rutina y contacto con el mundo. Rutina desde lo cotidiano, recuperando voces   coloquiales: “Sí… ahí nos juntamos, en la estación”. O situaciones del diario   vivir como en “La mujer que teje”: “Está sentada al centro cruel/ del final de   una historia doméstica/ y teje el estandarte de su propia barra brava”. 
    Se leen versos en contacto con el mundo: “El calor húmedo del tejido se   transmite lejos”. Contacto que no es otra cosa que el vínculo con el cuerpo:   “Afuera es suave la piel del paisaje/ pero hay algo raro y nuevo; dulzura/   caramelo cristalizado/ y el mismo libreto por años”. 
    Es decir, rutina/libreto lanzan amarras dulces y acarameladas hacia el mundo.   Mundo en el cual no siempre se triunfa: “Los números suman siete/ el siete   pierde/ ninguno gana este juego de dados”. Así, la falta se transforma en   naufragio y derrota o en muerte: “Agitando tormenta y briznas de polvo:/ células   muertas, harina de pescado/ restos de insecto volador/ y fosa común”.
        
      En   este poemario se pueden escuchar también ciertos ecos de poesía chilena. Ecos   que se oyen bien y funcionan, como “Sentado en el baño o cocina/ oye caer un   líquido y sólido por el tubo del desagüe”; versos que dan cuenta del estado de   quien habita ese mundo y que recuerdan a “Sentado en la cuneta”, de Claudio   Bertoni. O la muerte ya citada que podemos encontrar en “Arte de morir”, de   Óscar Hahn, o en “Diario de muerte”, de Enrique Lihn. 
    O un desarrollo del cuerpo que en “Falta” desde la “huelga de hambre”, las   “náuseas”, “Los síntomas [que] dejaron marcas”, la “herida” o con los versos:   “Con la prótesis pagó su entrada/ y quedó guardado en el inventario de la   niñez”, siendo la prótesis la falta, pero también el plástico que suple esa   falla. Así, el cuerpo de este poemario puede dialogar con la poesía de Carmen   Berenguer, por ejemplo en “Sayal de pieles”; o de Nadia Campos-Prado, en   “Carnal” o “Copyright”.
        
      Así, el título de este libro se transforma en la   carencia de algo que ya no está, clamando por un estado pretérito, o de algo que   no se alcanza, pero que, sea como sea, será ausencia, distancia, abandono,   carencia, privación. Como los versos de “Día de celebración”: “Terminada la   ceremonia/ desmantelan el escenario, los toldos/ y el equipo de sonido./ El sol   vuelve a caer libre sobre la plaza”. 
    La solemnidad del festín se apaga y deja un sabor de ritmo cadencioso –como   dije al comienzo– que hace pensar que algo falta.
    “Falta”.
      Poesía de Víctor Hugo Díaz.
      Editorial Cuarto Propio. Santiago, 2007. 50 páginas.