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Entrañado extrañamiento del post poeta

Lugares de Uso de Víctor Hugo Díaz


Por Raquel Olea
Revista INTI, Nueva York, N°s 55-56, 2003


Poesia de los noventa.Generación Post 87

Lugares de Uso, es el más reciente libro de Víctor Hugo Díaz, poeta nacido en Santiago de Chile en 1965. La comarca de los senos caídos (1987), Doble vida (1989). Becario del Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda durante el año 1988, su inscripción literaria está dada principalmente por el cuerpo poético que construyera la antologia de poesía Ciudad Poética Post. Diez poetas jóvenes chilenos, editada por Luis Ernesto Cárcamo y Oscar Galindo (ambos autoantologados), publicado por el Instituto Nacional de la juventud. Fondo de Iniciativas Culturales en 1992.

Ciudad Poética Post- declara ser sólo una muestra promocional y sin afanes representativos, hoy algunos de los antologados constituyen una consolidada referencia de la producción poética de ese entonces, entre ellos destacan además de Victor Hugo Diaz, Guillermo Valenzuela (1961), Sergio Parra (1964), Malú Urriola (1967). Difícil tarea resulta organizar estos poetas en alguna forma de calificacion que los contenga. Pertenecientes al despliegue cultural de finales de los 80, fecha que coincide con el debilitamiento y fin de la dictadura militar, el sentido de la escritura emerge en la mayoría de los casos mencionados en un entremedio de sentido posterior a la legitimación de dos posiciones ya oficializadas: una la neo-vanguardia y sus preocupaciones de subversiones estructurales y linguisticas al género y a lo literario; otra el posicionamiento político-literario que trabajó el testimonialismo de denuncia y dispersión, en una toma de conciencia más directamente referida al contexto político cultural, en ese mismo contexto la escritura de mujeres ocupó paralelamente un territorio específico para articular una voz ausente que interrogaba tanto la institucionalidad literaria que excluía cuerpo y lenguaje femenino como la productividad de una escritura, aún en ese entonces, desencajada -por tanto interrogativa- de los cánones poéticos y culturales legitimados.

La amplitud de la producción enunciada hace parte de un estallido social que abrió convulsivamente la compuerta de una pulsión escritural que el oscurantismo autoritario de la dictadura había clausurado.

Llamada por algunos críticos "generación post-87" o "poesía de los noventa" el problema de como señalar esta producción aún persiste. Jaime Lizama dice de ellos, "los poetas del noventa, surgidos en la decadencia de la dictadura, no tienen intenciones de ajustar cuentas con la historia, consecuentemente interactúan en sus zonas más inmediatas, esto es, en su pedazo de cuerpo y su pedazo de ciudad, la escena ineludiblemente real y ficticia de ciertas articulaciones fragmentarias, al servicio de nada o de todo, vale decir, al servicio de un goce, de una obsesión o de un maldito amorío con la calle".

Poetas de la "Hecatombe" los nombró Soledad Bianchi haciendo una analogía de sentido entre el pie editorial con que algunos de ellos publicaron sus primeros textos y el arrasamiento cultural producido por la dictadura.

Víctor Hugo Diaz ha dejado pasar aproximadamente una década desde la publicación de Ciudad Poética Post y Doble vida, para volver a la escena poética con este nuevo libro.

Si en la Ciudad Poética Post, el gesto explícitado fue la re-ocupación de la ciudad en la salida a la recuperación del callejeo, del encuentro y el despalazamiento, de lo fortuito y azarozo del carrete; del despliegue de los cuerpos y el deseo, sin proyecto alguno, sino con el único fin de abrir en ella la escritura de esa experiencia y posicionarse tribalmente de los espacios públicos, que les habían sido vedados, en Lugares de Uso se escribe una ciudad ya ocupada, asediada, invadida por los multiples efectos de lo desmesurado de las mediaciones con que el sistema imperante la ha entregado y se la ha tragado (casi) entera.

Lugares de Uso (Editorial Cuarto Propio, 2000) invita a la lectura haciendo un guiño a intentar el conocimiento de la ciudad, a mirarla, a cercarla con la palabra poética (la cita es con ella), a explicitar el valor de los espacios y construir una economía del habitat.

Lugares de Uso, escribe lugares de experiencia(s) (des)templadas en la lógica de una urbe engañosa, la palabra poética se erige en respuesta a la cambiabilidad con que el sistema y su lógica de la productividad opera la reducción de las pertenencias urbanas.

El sujeto poético emerge extrañado de su propio espacio, sometido a lugares previamente consignados a la economía social de la productividad, que lo deja fuera. Pero el poeta insiste en su pertenencia a esos lugares, en su entrañamiento urbano. El trabajo poético se emprende haciendo emerger una voz de registro de la topografía urbana residual, aferrado a la ciudad desaparecida, esa que ya no es o que está dejando de ser pero que se vuelve a re(des)componer en la contención que le da el sujeto escritural, como habitante de ese lugar, ciudad que después de todo "es igual para todos, una calle lateral....pero siempre cuesta abajo / Afluentes de la misma inundación".

En este gesto Victor Hugo Díaz construye una poética del espacio urbano que se desliga de la noción topografica de lugar físico como único modo de referir un espacio, aqui de lo que se trata es del lugar propio y (des)conocido, de tener un lugar, también para la subjetividad, para los gestos que singularizan los modos de pertenencia. El sujeto pone en funcionamiento su escritura de la ciudad sólo a condición de reconocerse en el acontecer urbano, sólo en la medida que este le depare una experiencia afectiva,"dos desconocidos /que se sientan juntos casualmente/ hasta ser los únicos pasajeros", algo pasa por fuera como "las gotas de lluvia se pegan a la ventanilla", pero algo pasa también por dentro dice el poeta al referir el (des)encuentro de que es objeto el ciudadano que se ha quedado sin su ciudad.

La escritura amplía los registros de comprensión del sujeto poético este se vuelve aprovisionador de materiales para re-nombrar la ciudad conocida, pero ahora maquillada en el escondite de una identidad que se niega, que no deja ingresar a las zonas de "negra vellosidad " y lo que se hace es decir sus ocultamientos, los que se esconden bajo la apariencia mentirosa de "rubia teñida".
Escritura de los modos de callar, del imperativo al no decir con que el sistema quiere construir la pseudo felicidad de una ciudad acallada, ¿cómo escribirla? parece preguntarse el poeta que de alguna manera ha perdido el rumbo; sus operaciones entonces se amplían y recurre al inventario de lugares, sujetos, objetos restantes, al registro de documentos y monumentos que pueden interrumpir el ritmo que impone lo nuevo. Post y posterior a cualquier forma de residencia urbana el hablante se construye como post-poeta (post-Neruda, post Parra, post Lihn, post Ciudad Poética Post) su gesto vuelve a iniciar el trayecto de nombrar, en una lengua que ya (des)conoce. El poeta de Lugares de Uso se configura a partir de una escritura que se construye en las operaciones de un sobreviviente. Desde esa topología interior el poeta debe empezar a recopilar, a juntar restos, a enumerar, a registrar, a re-constituir; el sujeto poético saturado y suturado emerge lleno de hoyos (ahoyado) en su necesidad de fijar sus espacios y pertenencias en una ciudad que muta, que lo abandona, que se le ha vuelto desconocida y que a la vez lo desconoce; la ciudad sólo puede ser una invención de la escritura de un sujeto que se inventa a si mismo, asi lo reiteran poemas como: La invención de los amigos, El informante, La esquina vacante.

Ya no hay sujeto poético en estos Lugares de Uso, sino uno que es un ignorado de si mismo, de los otros. Siempre en otra que los demás, el poeta busca voces que acompasen sus percepciones, pero el sabe que en esta urbe postomoderna no es el poeta el que tiene la palabra "que hable el que la lleva", pero a la vez esta frase se enuncia vaciada, sin saber quien puede ser el que la lleva , sólo sabemos que este no es el poeta.

"La Privacidad de las calles" es quizás el poema que más agudamente realiza la operación de condensar en la percepción de los espacios urbanos la memoria de un sujeto adelgazado en su significación, amnésico,"que prueba todos los sabores y no recuerda ninguno".

Si Lugares de Uso se inscribe en la tradición poética que habla la persistente presencia de la ciudad en la poesía y en la configuración de las subjetividades urbanas, el texto poético de Víctor Hugo Díaz (des)construye la ciudad como topos de contención del habla poética, ésta se vuelve escritura de un insoportable lugar en que el sujeto no se encuentra ni con la ciudad, ni consigo mismo. La ciudad ha dejado de ser el soporte del sujeto urbano pero éste igualmente la habita entrañado en ella. El texto se construye en esa doble dimensión de extrañabilidad y entrañabilidad en que el poeta vive su relación con la palabra poética, en una ciudad que siempre cede, retro-cede, se corre del asedio que el poeta hace a lo que antes estuvo ahí y ya no está. Persistentes son la imágenes de cambios, de mutaciones, de instalación de lo ajeno donde antes hubo una referencia conocida y amable. Inventario de una topografía urbana de lo que ya no es, el poeta mismo se vuelve un signo más de lo que se viró, de aquello que se volvió otra cosa; del ir volviéndose pura ajenidad en lo que antes fue propio.

En la constatación del arrasamiento la voz asume el registro del juicio y la sentencia de un mundo en mutación, su mirada abre, corta, zanja el cuerpo de la ciudad para desde una mirada al interior, diagnosticar con precisión de cirujano el estado de cosas. La voz del poeta se autoproclama tardía a pesar de que escribe antes de que pase a otra cosa, todo ya pasó, no hay más que hacer. El recurso a la paradoja y la construcción oximorónica, tanto como el uso de la contradicción sirven para ejercer ese doblez de la mirada que hurga por dentro y por fuera, todo es otra cosa, ya no "hay nada ni nadie en la esquina de quien desconfiar". Los cuerpos urbanos escenifican sólo en sus capacidades maquínicas algo que entra y algo que sale por ellos, dejando al poeta fuera de lugar. Es este no lugar el que Víctor Hugo Díaz productiviza para construir un sujeto poético que sólo puede registrar lugares de paso, encuentros furtivos, ciudad de roles dasignados provisoriamente.

La poesía de Víctor Hugo Díaz construye una narrativa de una Urbe que en su descentramiento arrasó también con el poeta. Post poeta de lo post, el sujeto que habla no tiene lugar ni deseo ya en una ciudad donde es "como estar en algo, insistir/ cuando los otros/ no estan en nada". El habla de los últimos poemas apela, como último recurso, a la nimiedad mínima de lo fragil, a lo poco que ya "estaba ahí antes del desorden". Lo que siempre fue caos y que en el ruido de lo que no termina puede contener la promesa de lo que no promete nada, "un solo golpe que no termina de caer".

 

 

 


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Víctor Hugo Díaz: "Lugares de uso" de Víctor Hugo Díaz,
por Raquel Olea,
Fuente: Revista INTI, Nueva York,
Nº55 - 56, 2003.