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Victor Jara, la Universidad Técnica del Estado
y el Estadio Victor Jara


Peter Read y Marivic Wyndham
Sin descansar, en mi memoria.
La lucha por la creación de Sitios de Memoria en Chile desde la transición a la democracia.
Universidad Nacional Australiana, 2017



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El principal artista previsto para el anuncio del plebiscito de Allende en la Universidad Técnica del Estado era Victor Lidio Jara Martinez, conocido como Victor Jara, un cantor popular idolatrado y controvertido, héroe de los pobres y de la izquierda, azote de los ricos y los conservadores. Victor formaba parte de los pobres oprimidos que provenian de la mineria del cobre y del campo. Su padre, alcohólico y abusador, abandonó a la familia cuando Víctor aún era niño; la madre recogía hierbas en los cerros, mientras su hijo recogía leña y pasto para los cerdos. En la década de los 50, la familia se mudó a Santiago.[1] Al inicio de los años 1960, visitó la Unión Soviética y Cuba y quedó impresionado por ambos países; al volver, ingresó al Partido Comunista de Chile. Era usual que actuara llevando su poncho de campesino, pero una fotografía en la biografía que Joan Jara escribiera de su esposo, Un Canto Truncado, lo muestra igualmente a gusto vestido de traje, en Stratford Upon Avon, Gran Bretaña, paseando tranquilamente con artistas como Dame Margot Fonteyn. Allende lo nombró Embajador Cultural de su gobierno, un rol a través del cual se presentó en la mayoría de los países latinoamericanos entre 1971 y 1973.

Entre los equivalentes contemporáneos más cercanos al artista probablemente se cuenten Bob Dylan, John Lennon o Pete Seeger, pero ninguno de ellos lo es de manera completa. Siendo comunista comprometido, era muy talentoso, apasionado, valiente, sarcástico, ácido, adorado u odiado. Quizás no haya nada que ejemplifique mejor la pasión por el cambio social, la profundidad del odio de los conservadores y la manifestación de ese odio, que la vida y la muerte de Víctor Jara.

La clase alta chilena tenía buenos motivos para odiarlo. En 1969, después de la masacre en la que murieron 10 campesinos sin tierra que habían realizado una ocupación de terrenos en la hacienda del terrateniente ausente, escribió la canción «Preguntas por Puerto Montt», en contra de quien la había ordenado,[2] diciendo que cada uno de los campesinos:


Murió sin saber por qué
le acribillaban el pecho
luchando por el derecho
de un suelo para vivir,
¡Ay! Qué ser más infeliz
el que mandó disparar
sabiendo cómo evitar
una matanza tan vil[3]


Otra grabación que en nada ayudó a mejorar sus relaciones con los conservadores chilenos fue el relanzamiento, en su primer álbum (1966), de «La beata» que se había enamorado de su confesor. Por medio de diversas referencias no muy sutiles a zapatos, sandalias, sotanas y velas cortas, Jara estaba nuevamente burlándose no solo del establishment del país, sino que de cualquier chileno que desconfiara de la dirección de lo que parecía ser, bajo Allende, la marcha aparentemente inevitable de Chile hacia una Dictadura de tipo cubano.

Siguieron cosas peores. En 1971 adaptó el éxito «Little Boxes» de la cantante estadounidense Malvina Reynolds, que después popularizara Pete Seeger, creando su propia versión, mucho más mordaz.[4] No se trataba ya de un cover, sino que pasó a ser su propia creación, al cambiar a un ritmo más espinoso, alterar la melodía y agregar notas discordantes. Mientras el «Little Boxes» (literalmente: cajitas) de Reynolds trataba de las viviendas baratas de posguerra que cubrían las lomas de Daly City, California, el de Jara se trataba del «barrio alto», es decir los sectores adinerados ubicados en las afueras y mucho mejor construidos en los faldeos de la cordillera de Santiago. La primera estrofa de «Las casitas del barrio alto» no se andaba con rodeos:


Las casitas del barrio alto,

Las casitas del barrio alto,
con rejas y antejardin,
una preciosa entrada de auto
esperando un Peugeot.


Por muy ameno que esto haya sido para los que no viven en el «barrio alto», la crítica de Victor Jara se había tornado atin más aguda. Los «doctores, abogados y ejecutivos de empresa» de Reynolds se transformaban en:


... dentistas, comerciantes,
latifundistas y traficantes,
abogados y rentistas
y todos visten polycron.

Juegan bridge, toman Martini dry
y los niños son rubiecitos,
y con otros rubiecitos
van juntitos al colegio high.

Y el hijito de su papi
luego va a la universidad,
comenzando su problemática
y la intríngulis social.

Fuma pitillos en Austin mini,
juega con bombas y con política,
asesina a generales
y es un gánster de la sedición.


Un Peugeot, o incluso un televisor, eran símbolos de lujo en el Chile de inicios de los 1970; incluso la profesión de dentista se asociaba con privilegios y poder conservador. Sin embargo es posible que Jara, de paupérrima extracción campesina, y con una ironía que posiblemente se les escapaba incluso a sus críticos, dirigiera su sarcasmo más allá de la extrema derecha y de su educación exclusiva. Es posible que también haya condenado los orígenes, mayoritariamente de capas acomodadas, de la dirigencia del MIR, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que, con su incesante demanda de revolución armada, estaba creándole casi tantos problemas a Allende como la derecha. En esta interpretación, los críticos ociosos de la revolución socialista, tanto de izquierda como de derecha, se contentaban con perder el tiempo con explosivos, teorías políticas, conspiraciones y críticas varias, en lugar de comprometerse a prestar una ayuda, sin la cual el experimento estatal por los derechos de los trabajadores no sobreviviría.

El año siguiente trajo otra grabación de Jara, aún más famosa, «Ni chicha ni limoná». Ahora, Jara hacía un llamado, a todos los que todavía no se comprometían con el gobierno, a unirse a la revolución «allí donde las papas queman», es decir, en el punto motriz del cambio social. El título literalmente significa «Ni chicha ni limonada», una expresión chilena difícil de traducir, pero en la que se contrasta la «chicha», una bebida alcohólica hecha en casa, con una limonada del mismo origen; las bebidas simples de la gente común, como expresión que se dirigía a los que no aceptaban ni la una ni la otra, a los no comprometidos, a los indecisos, a los que olfateaban el aire para ver qué traía el futuro antes de decidir unirse a la causa. La esposa de Jara, Joan, cree que Víctor también se refería con su lírica a los demócrata cristianos, que en 1973 seguían indecisos en lo referente a cuánto podían cooperar con el experimento de Allende.[5] En «Ni chicha ni limoná», el sarcasmo mordaz de «Las casitas del barrio alto» se tornaba más oscuro por una amenaza contenida en la última estrofa, de qué les ocurriría a los que no cooperaban. En una de sus actuaciones, (existente en Youtube), Jara presenta inequívocamente una amenaza de expropiación. Esta canción es, hasta el día de hoy, una performance impresionante: pegadiza, sugerente, arrogante, inteligente, divertida, amenazante. Se trata de la voz de los muchos miles que habían puesto tantas esperanzas en su primer gobierno marxista democráticamente elegido, pero que ahora, día a día, podían ver como sus esperanzas y su nación se desintegraban. Jara comienza así:


Arrimese más pa’ ca
aquí donde el sol calienta,
si uste' ya está acostumbrado
a andar dando volteretas
y ningún daño le hará
estar donde las papas queman.

Usted no es na'
ni chicha ni limoná
se la pasa manoseando
caramba zamba su dignidad.

La fiesta ya ha comenzao
y la cosa está que arde
uste' que era el más quedao
se quiere adueñar del baile
total a los olfatillos
no hay olor que se les escape.

Si queremos más fiestoca
primero hay que trabajar
y tendremos pa’ toítos
abrigo, pan y amistad
y si usted no está de acuerdo
es cuestión de uste' nomás
la cosa va pa' delante
y no piensa recular.

Ya déjese de patillas
venga a remediar su mal
si aquí debajito 'el poncho
no tengo ningún puñal
y si sigue hociconeando
le vamos a expropiar
las pistolas y la lengua
y toíto lo demás.


Después de esta última estrofa, en una actuación televisada, la sonrisa de Víctor se desvanece al volverse hacia la cámara en un close up y repetir el estribillo:


Usted no es na’
ni chicha ni limoná
se la pasa manoseando
caramba zamba su dignidad.


Ni las reformas de estilo cubano que intentaba aplicar el Presidente, ni tampoco su sarcasmo mordaz iban a caer en el olvido por parte de sus enemigos en el marco de los sucesos que estaban a punto de desencadenarse

 

 


11 de septiembre de 1973, 5:30 am

Hoy no solo es el dia previsto para el anuncio del plebiscito en la Universidad Técnica del Estado, sino que también aquel establecido en secreto como el momento para el Golpe de las fuerzas armadas en contra de Allende. Los camiones que llevarán a los detenidos a los centros de detención, preestablecidos y distribuidos por toda la ciudad, se han desplazados días atrás desde ubicaciones lejanas. Los principales interrogadores que se dirigen a la UTE, encabezados por su comandante, coronel Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda, ya han partido desde la Escuela de Ingenieros del Ejército, a dos horas de Santiago. Miles de jóvenes conscriptos están siendo transportados en camiones desde sus bases en el sur de Chile hacia la capital con un propósito que aún se mantiene en secreto. Con las primeras luces del día, los destacamentos comenzarán a detener a cientos de trabajadores proscritos en los puertos industriales y minas del país. Al mediodía, algunos de los dirigentes conocidos ya habrán sido asesinados. La base de ingenieros en la localidad portuaria de Tejas Verdes se transformará por un breve período en el primer cuartel general de un nuevo servicio de seguridad estatal que más tarde será conocido como la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) y comandada por Contreras. Será aquí donde se refinarán los primeros métodos estratégicos de tortura aprendidos en la Escuela de las Américas.[6] Será aquí donde los agentes de la DINA por primera vez pondrán en práctica lo aprendido en los centros de entrenamiento en tortura, exterminio y desapariciones.[7] Al mismo tiempo, los tanques se mueven para ocupar sus posiciones rodeando a la sede de gobierno, el Palacio de La Moneda, en el centro de la ciudad. La planificación parece ser exhaustiva, salvo que los militares no han previsto el problema de cómo deshacerse de los cuerpos sin vida de los muchos cientos de izquierdistas —partidarios de Allende o no— que se han propuesto eliminar ahora. Por supuesto, los planes en relación a un plebiscito se han abandonado cuando Allende, en contra de la recomendación de sus guardias personales, se traslada rápidamente a la Moneda. Aproximadamente al mismo tiempo, un funcionario de la Universidad llama a la casa del rector de la Universidad Técnica del Estado, Enrique Kirberg, para informarle que momentos atrás militares han destruido la emisora radial de la Universidad. Con una larga historia de simpatías y participación con las filas comunistas, Kirberg se traslada raudamente a su propio cuartel general, la rectoría, denominada Casa Central, en el campus principal de la UTE. Desde el piso superior puede ver a los bombarderos circulando sobre la ciudad, amenazando especialmente a La Moneda, la sede central del gobierno, donde Allende en breve pronunciará su último discurso y ejercerá su última resistencia.[8]


* * *

En su casa, Victor Jara, como todos los demas habitantes de Santiago, comprendió perfectamente el significado del vuelo de aviones y del tronar distante de armas pesadas. Siendo un hombre marcado, él sabía que irían a buscarlo. Como profesor y artista permanente de la UTE, su deber era para con la casa de estudios, sus colegas y su amigo, Salvador Allende, el Presidente. Llenó el estanque con el último resto de combustible que guardaba para ese tipo de emergencias. Un vecino, piloto, salió a su balcón a gritarle un insulto. Al subirse al coche, le gritó a Joan: «Volveré en cuanto pueda, mamita ... tú sabes que tengo que ir ... mantén la calma.» «Chao ...» Cuando ella volvió a mirar, Víctor ya no estaba allí.[9] En el campus se unió a los cientos de estudiantes y funcionarios que seguían llegando para manifestar, no ya su apoyo para el plebiscito, sino en cambio su solidaridad en contra del Golpe, a pesar del peligro evidente que eso significaba para ellos mismos. Pocos tenían idea de lo que los pinochetistas tenían previsto para ellos.

En la rectoría, Kirberg, después de reunir a sus altos cargos, anunció por megáfono que era momento de abandonar el campus. Algunos estudiantes respondieron que tenían órdenes de volver a sus zonas urbanas a combatir y partieron. Algunos de los otros grupos de izquierda se dispersaron hacia sus sedes locales o sus hogares; varios le ofrecieron refugio a Kirberg. A las 9, las tropas habían ingresado al propio campus. Los funcionarios y estudiantes que permanecían en el recinto se reunieron en un nervioso mitín en medio del sonido de ráfagas de ametralladoras en las cercanías.

A mediodía, Victor lograba llamar a Joan. «¿Cómo estás, mamita? No he podido llamarte antes. Estoy aquí, en la Universidad Técnica. ¿Sabes lo que pasa, verdad?» Joan le contó de los bombarderos en picada, él respondió que todo estaba bien. «¿Cuándo volverás?» «Te llamaré más tarde ... ahora necesitan el teléfono ... chao.» Los vecinos habían salido al patio y hablaban excitados, algunos encaramados en sillas, para ver mejor el ataque a la Moneda... haciendo brindis ... o agitando una bandera.[10] Aproximadamente a las 4:30, volvía a llamar. Según el testimonio de Joan Jara, dijo ««Tengo que quedarme aquí ... será difícil que vuelva por el toque de queda. A primera hora de la mañana, en cuanto lo levanten, vuelvo a la casa ... Mamita, te quiero.» «Yo también te quiero ...» —pero me atraganto mientras lo digo, y él ya ha cortado la comunicación».[11]

Poco antes, un alto oficial de las fuerzas armadas había impuesto el toque de queda en el campus y a continuación hecho un llamado a Kirberg a reunirse con la delegación militar. El rector replicó que no se reuniría con nadie, salvo fuera del campus. Le respondieron que la universidad estaba acordonada, que nadie podía entrar o salir y que al día siguiente llegarían buses para trasladar a todos a sus casas. A media tarde, soldados en camiones del ejército habían rodeado completamente la universidad. A los 800 estudiantes y funcionarios se les ordenó que no intentaran escapar. Se distribuyeron en salas y oficinas buscando abrigo y apoyo mutuo en esa amarga noche de septiembre. Durante toda la noche resonaron disparos alrededor del campus; varias personas murieron. Víctor Jara permaneció con sus amigos. Volvió a llamar a Joan para informarle que no podría volver esa noche. Esa fue la última vez que ella escuchó su voz. Hay sobrevivientes que recuerdan que esa noche él y sus amigos se abrigaron con papeles de diario, aterrados por lo que traería el alba. En la oscuridad, los estudiantes y funcionarios del campus se arrastraron en punta y codo para hacer contacto con sus compañeros y planificar el día siguiente. Otros se arrastraron hacia los talleres metalúrgicos para fabricar cócteles mólotov con cualquier material que hubiese por ahí.

A las 7 de la mañana siguiente, después de no haber dormido mucho sentado en un sillón de oficina, a Kirberg lo despertó una tremenda conmoción de artillería. Sonó el teléfono:

«Ah, rector. Las cosas cambiaron. Rindase.»
«Mire, yo le ruego que vea manera de pedirle al comandante, quien quiera que sea, que suspendan el fuego y entonces saldremos todos.»
El oficial respondió: «Veré qué puedo hacer. Las cosas no están tan fáciles.»
Luego un grito desde afuera:
«Salgan con los brazos en alto.»

Un soldado se dirigió a él en lo que en castellano es el uso muy descortés de la segunda persona singular al dirigirse a una autoridad. «Ahora vas a saber lo que es la autonomía universitaria.» Un capitán de ejército se acercó rápidamente y lo enfrentó groseramente. «Así que tú eres el rector, ¿no es cierto? Ahora vas a ver lo que hacemos con gente como tú, huevón culia’o.» Un soldado lo puso contra una pared y le dijo que tenía quince segundos para decirle dónde estaban escondidas las armas. Pero aparte de unas pocas pistolas y lo que fuera que se había manufacturado en el taller metalúrgico en las últimas 12 horas, no había. Y las armas pesadas abrieron fuego contra la rectoría para hacerla pedazos.[12] La mayor parte de los presos de la UTE —puesto que eso eran ahora— pasaron la mañana tirados de bruces y con orden de no moverse.

A media tarde del 12 de septiembre, a Jara lo llevaron en camión o a pie, como a todos los que habían decidido no escapar el día anterior, al Estadio Chile, situado a seis cuadras de distancia. En la mayoría de los relatos, basados en los recuerdos de los testigos presenciales sobrevivientes, pasaron varias horas hasta que Víctor fue reconocido por uno de los militares. «Tú eres ese maldito cantante, ¿no es cierto?» Lo separaron de los demás, se lo llevaron para interrogarlo y golpearlo, primero en una cabina de transmisión. Un guardia particularmente arrogante, alto, rubio, un tipo germánico, conocido como «El Príncipe», hizo el gesto de tocar la guitarra, se pasó los dedos por su cuello insinuando una ejecución. Se supone que dijo: «¿Qué hace este desgraciado aquí? No dejen que se mueva de aquí. Me lo tengo reservado.»[13]

De vuelta en la cancha, golpeado y desesperanzado, a Víctor lo reconfortaron sus amigos. Le lavaron la cara, compartieron con él un pequeño frasco de mermelada y galletas. Pidió un lápiz y un papel y empezó a borronear.


En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total en las ciudades y en todo el país?
...
Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas.
Uno muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío, otro golpeándose la cabeza contra un muro
¡Qué espanto produce el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es un acto de heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?[14]


El significado de «seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas» surgió en un tour por el Estadio Chile en 2014. Lo que ya entonces aparecía en esas palabras era la incomprensión de Víctor Jara de la profundidad del odio violento que los militares estaban ejerciendo sobre los detenidos, y que pronto ejercerían sobre él mismo.

Durante la tarde, mientras los militares seguían separando a los que permanecerían, de los que serían liberados, y los que serían enviados al Estadio Nacional, mucho más espacioso, Jara fue arrastrado a unos camarines de concreto ubicado debajo del corredor de los militares, reservado para «prisioneros importantes o especiales». El relato de un testigo presencial anónimo continuaba:

Llega el jefe del «campo de prisioneros» y propone: «Cortémosle las manos a este chucha de su madre.» Le da de golpes con su garrote. «¡Canta ahora, huevón! Levántate», ordena. Lo colocan inclinado con las manos en un caballete y empiezan a pegarle sobre las manos y las muñecas hasta que estas se transforman en masas sanguinolentas. Todo esto se desarrolla en un pasillo ... Víctor está en el suelo ... lo muestran como un trofeo de guerra. Llegan tres oficiales de la FACH (Fuerza Aérea de Chile). Se instalan frente a él, insultándolo y pateándolo por turno. «¿Querís fumar, huevón?», preguntan con tono burlón. Víctor no responde. Le apagan un cigarrillo encendido en una de las manos.[15]

Al atardecer, es arrastrado de vuelta al estadio principal, sangrando, quebrado, casi sin vida.

Aunque les entregó la letra a sus compañeros, nadie sabe si acaso terminó la canción. Quizás no pudo soportar más. La historia oral relata, aunque ésta pudo haber ido cambiando con el tiempo, que logró mascullar como pudo esas palabras rotas esa noche en la cancha de baloncesto, junto al «Venceremos» que también había estado en su repertorio.[16] Las últimas palabras que dictó, como parte de su última canción, eran un llamado a la Meca de toda la izquierda chilena:

¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia! ...

Y seguía sin comprender una violencia tan imprevista como inimaginable:

Lo que veo nunca vi.
Lo que he sentido y lo que siento
harán brotar el momento ...

* * *

 

Fotograma del reportaje de TVN en su noticiero Central 24 Horas
sobre la detención y posterior asesinato del cantautor nacional después del Golpe Militar.
15 de septiembre 2016

 

Es probable que haya muerto en la madrugada del 16 de septiembre, con su columna vertebral fracturada en diferentes partes. Según un relato, murió por una sola bala en un extenso juego de ruleta rusa que se llevó a cabo en el camarín subterráneo, después de lo cual a sus guardias se les dijo que le metieran tantas balas como quisieran.[17]


El tour, 2009[18]

Tal como lo veremos en casi todos los sitios de tortura y desaparición hasta 2009, no existen visitas guiadas oficiales, ya sea en la Universidad Técnica del Estado o en el Estadio Chile. En la USACH ex UTE, un funcionario se sorprende del interés por explorar los sectores del campus universitario que atin guarden huellas del Golpe. Ubica a otro empleado, Don José Uribe, próximo a jubilarse, el que no solo tiene la información, sino que está ansioso por compartirla.

 

 

Comienza con las placas conmemorativas dispersas por todo el campus. Cerca de la entrada principal hay una lista de 18 estudiantes, autoridades y funcionarios, de los que se sabe que fueron ejecutados durante los 17 años de la Dictadura de Pinochet, lo que representa la cifra conocida en 2003 cuando la placa fue instalada por los funcionarios «exonerados políticos»[19] de la universidad en septiembre de ese año. Hay un mural de cuatro metros, erigido en 1991, en el lugar de las manifestaciones estudiantiles del campus principal, el que fue removido en años posteriores, bajo las órdenes de un rector conservador, ahora reinstalado. En su dedicatoria se lee:

Con Víctor con Kirberg la UTE vive.

Cerca del interior hay un monumento conmemorativo, erigido en 2006, dedicado a todos los estudiantes y funcionarios asociados con la universidad y que murieron durante la Dictadura, una escultura tridimensional de tres figuras, de las que al menos una es mujer, que llevan un cuerpo sin vida. Sus cabezas se inclinan por el dolor en lo que parece una alusión directa a la Piedad de Miguel Ángel.[20]

 

 

 

 

La siguiente parada de Uribe es una placa dedicada a Gregorio Mimica Argote, quien en 1973 fuera presidente de la federación de estudiantes y un conocido militante del Partido Comunista, detenido el 12 de septiembre, pero inadvertidamente puesto en libertad. El día 14, una patrulla de 14 soldados lo volvieron a arrestar «por orden del Ministerio del Interior» en casa de sus padres. Nadie se había dado cuenta de la suerte que había tenido al haber sido dejado en libertad. Esta vez, a los padres se les ordenó que se despidieran de él, porque ya no lo volverían a ver. Y así fue: su hijo sigue siendo uno de los Detenidos Desaparecidos, esto es, uno de los muchos miles cuyas familias se unen al grito de ¿Dónde están? El 11 de septiembre de 2003, a 30 años de su desaparición, se instaló en un pasillo con salas de clases, una placa dedicada a él como detenido desaparecido. Otra víctima estudiantil, cuya desaparición arrojó a su familia en la confusión y la duda angustiosa, es la de Michelle Peña, a quien se hizo desaparecer con ocho meses de embarazo. El paradero de su bebé, de haber nacido, sigue sin conocerse. La guardería infantil de la universidad lleva su nombre, y cada año la madre de Michelle, por lo que se lee en el sitio web de exalumnos, regresa al campus para recordarla a ella y a otros que desaparecieron. Michelle fue detenida y hecha desaparecer el 20 de junio de 1975, sin embargo la placa en su memoria lleva una dedicatoria en que se conmemoran los «treinta años de su muerte», el 11 de septiembre de 1973.

Hasta la fecha de muerte de Víctor Jara, inscrita en la escultura a su memoria en 1991, es errónea —14 de septiembre. La placa dice:

Víctor Jara Plaza
Asesinado el 14 de septiembre de 1973
Por el derecho a vivir en paz

La imprecisión y confusión evidentes en este y otros letreros del campus igualmente refleja por cuánto tiempo se mantuvo a los parientes sin saber lo que había sucedido a sus hermanos, padres, parejas o hijos, ignorancia que indicaba ya sea una despreocupación burocrática de parte de las fuerzas de seguridad, o bien su intención de que nadie lo averiguara.

 

 

Sin embargo, no hay duda de la emoción del escultor del monumento a Víctor Jara. Sobre la placa, en el margen de una plaza con pasto, se ubica su monumento, de tres metros de altura, una guitarra de bronce sobre un pedestal. Más arriba del cuerpo de la guitarra, su mástil se transforma en un brazo y una mano, los dedos extendidos y ligeramente doblados hacia atrás, enfrentando los horrores que él está presenciando y sufriendo en sus terribles últimos días.

Quizás ansioso de no enfrentarse a sus recuerdos, el guía improvisado se guarda los momentos más difíciles para el final. Es obvio que algunos de los eventos que ocurrieron en el campus el 12 de septiembre son demasiado dolorosos como para señalarlos, o incluso discutirlos. Al ingresar a la cafetería, Uribe señala una pequeña entrada en el muro. Que se comenta en voz baja, dice, que cuando los militares descubrieron que algunos estudiantes se habían arrastrado hacia el interior de este túnel que bajaba desde el subterráneo del café (denunciados, posiblemente, por el agresivo movimiento estudiantil derechista «Patria y Libertad»), procedieron a taparlo con ladrillos. De ser así, sus cuerpos sin vida seguirían emparedados en algún lugar debajo del campus. No hay placa que marque el sitio. Mientras tanto, en el taller metalúrgico la fabricación de bombas continuaba hasta que soldados, quizás siguiendo una segunda denuncia, irrumpieron a ráfagas de metralleta, violaron a lo menos a una mujer en una mesa del taller y, según se dice, arrojaron al menos uno de los cuerpos al horno del taller. También en este caso, la historia se transmite en susurros y es conocida por muy pocos. En las paredes del taller, algunas de las marcas de bala siguen siendo visibles a simple vista. No hay letreros explicativos.

¿No debería haber alguna suerte de placa o letrero?
Puede ser. Yo nunca antes le había mostrado este lugar a nadie. ¿No hay nadie más que sepa de él?
Si, puede ser. Pero nunca hablamos de eso.

Hoy día, el Estadio Chile, rebautizado Estadio Víctor Jara, es directamente propiedad del Estado y está bajo el control del Ministerio del Deporte. En 1973 era escenario de reuniones no mucho mayores que un campeonato de tenis de mesa o combates de boxeo, mientras que en la actualidad su uso presenta limitaciones similares. Se trata de una estructura techada, ubicada en un barrio venido a menos de la ciudad de Santiago. Se entra de manera informal por una sucia y descuidada calle lateral. En 2009, un cuidador expresa su placer y su sorpresa por el hecho de que alguien quiera visitar el Estadio en una misión de este tipo, aunque seguramente sean los recuerdos, para unos, o el desinterés para otros, lo que inhibe a los propios chilenos de hacerlo.[21] De hecho, más aún que en la UTE, la creación de Sitios de Memoria no se encuentra tanto en placas conmemorativas, como en la historia oral transmitida por los trabajadores del Estadio. Una vez, dice el cuidador, se instaló una placa de bronce en el muro de afuera, pero fue destruida por partidarios de Pinochet y no ha sido reemplazada. El que subsiste es un relieve de bronce, allí sobre el foyer, la única prueba de los terribles sucesos de septiembre de 1973. Allí está inscrita una parte de la última canción de Víctor. Debajo de la inscripción están las palabras:

En este lugar le quitaron la vida a Víctor Jara, artista popular. En su honor, el 12 de septiembre de 2003, durante el gobierno de Don Ricardo Lagos, este estadio pasó a llamarse Estadio Víctor Jara. En memoria de Víctor y de otros que como él perdieron su vida aquí. Vive en nuestra memoria siempre.


El cuidador sigue adelante. Los detenidos, escoltados desde la UTE, fueron pasados a la fuerza por la entrada principal, por las boleterías, bajando este pasaje a mano derecha hacia la cancha principal. La cancha es sorprendentemente pequeña y no contiene más que un solo campo de juego de baloncesto. Totalmente cerrada y techada, produce un extraño estruendo y eco del tráfico de la calle. Los prisioneros deben haber escuchado nítidamente el sonido de la vida diaria a través de las paredes del Estadio.

 

Interior del Estadio Víctor Jara. A los estudiantes y funcionarios de la Universidad Técnica del Estado se los obligó a sentarse a la izquierda, a los obreros a la derecha. Varios detenidos, aterrorizados y desesperados, se arrojaron desde los balcones que se aprecian a la derecha de la imagen.
. . . . . . . . . . . . . .-Fuente: Fotografía de Peter Read, editada por Con Boekel-.

Bajando las escaleras, hacia un vestuario («camarines»). Este es el recinto al que Jara fue llevado primero, pero que después del 15 de septiembre del 73 se usó como morgue. Su entrada lleva a una caja de escala metálica empinada, donde el golpe de una puerta de acero reverbera por espacio de varios segundos. Muros, cielo, suelo de cemento, 7 metros de largo, 5 de ancho. Los extractores de aire hacen un ruido ensordecedor: quizás es a esto a lo que se refería Jara con «el pulso de las máquinas» en su última canción. Cuando se apagan, el rugido se transforma en el silencio de una tumba, dado que esta cámara se halla 3 metros bajo el nivel del suelo. El nochero, dice el cuidador, solo recientemente ha dejado de sentir los espíritus de los asesinados, aunque en dos oportunidades se ha realizado una «limpieza espiritual». Es aquí donde mataron a Jara.[22]

 

Asiento pintado de blanco, en la sección de «prisioneros peligrosos»,
el que se supone que fue ocupado por Jara por algún tiempo
después de que se le reconociera.
- Fuente: Fotografía de Peter Read, editada por Con Boekel.-

 

 

________________________________________
Notas

[1] Victor Jara biography, Encyclopaedia of World Biography; véase también Víctor Jara, Biografías y Vidas.
[2] «...el que mandó a disparar» es una clara alusión a Edmundo Pérez Zujovic, ministro del interior, en esa época, del gobierno de Eduardo Frei Montalva. Ver Masacre de Puerto Montt, Wikipedia; así como Edmundo Pérez Zujovic, Wikipedia.
[3] Víctor Jara, Preguntas por Puerto Montt. www.archivochile.com/Historia_de_Chile/pmontt/ HCHpmontt0005.pdf.
[4] Little Boxes, Wikipedia; Malvina Reynolds: Song Lyrics and Poems: «Little Boxes».
[5] Joan Jara, Un Canto Truncado, Punto de Lectura, Madrid, 1983, p. 267
[6] La Escuela de las Américas (ahora Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad) fue fundada en Panamá en 1946 para impartir «entrenamiento contrainsurgente anticomunista», especialmente en América Latina.
[7] Javier Rebolledo, El Despertar de Los Cuervos, CEIBA, Santiago, 2013, pp. 1-20.
[8] La narración de Kirberg se ha tomado de una entrevista transcrita por Luis Cifuentes S., Kirberg. Testigo y Actor del Siglo XX, 2a edición, agosto de 1999, especialmente capítulos 4 y 5.
[9] Jara, Un Canto Truncado, p. 241.
[10] Ibid., p. 242.
[11] Ibid., p. 243
[12] Cifuentes, Kirberg, pp. 170ff Carlos Orellana, en Sergio Villegas, ed., El Estadio, LOM Colección Septiembre, Santiago, 1974/2013, p. 166. Ver también www.blest.eu/biblio/villegas/.
[13] Véase también el recuento de Joan Jara, Un Canto Truncado, pp. 410-12.
[14] Versión abreviada. El texto completo se reproduce en ibid., pp. 415-17.
[15] Testimonios de testigos presenciales, en Villegas, El Estadio, pp. 101-10
[16] Venceremos, canción compuesta por Sergio Ortega para la campaña electoral de Allende en 1970.
[17] Corriendo un gran riesgo personal, Joan Jara y varios militantes del Partido Comunista sepultaron a Jara en un nicho vacío del Cementerio General de Santiago. Este se mantiene como un sitio de veneración internacional hasta que se le volvió a sepultar, a costas del Estado, en diciembre de 2009; Chile reburies coup victim and singer Jara [Chile vuelve a sepultar al cantante Jara, víctima del Golpe], BBC News, 5 de diciembre de 2009.
[18] José Uribe, entrevista y tour guiado, diciembre de 2009.
[19] Los despedidos por el régimen de Pinochet y posteriormente reivindicados y/o reintegrados por la Universidad Técnica del Estado.
[20] Imagen reproducida en Alejandro Hoppe, fotógrafo, Memoriales de Chile: Homenajes a las Víctimas de Violaciones a Derechos Humanos (pdf) Ocho Libros Editores, Santiago, 2007, p. 62.
[21] Juan Medina, entrevista
[22] Ex soldier confessed to shooting Victor Jara [Ex soldado confiesa haber muerto de un tiro a Víctor Jara], Freemuse, 8 de junio de 2009.

 




POST SCRIPTUM

 

Hallan muerto antes de su detención a un exmilitar chileno condenado por el asesinato
del cantautor Víctor Jara

BBC News Mundo / 29 agosto 2023

Un militar chileno en retiro, condenado a prisión el lunes por el asesinato del cantautor Víctor Jara en 1973, fue hallado muerto este martes en su domicilio cuando iba a ser detenido y trasladado a prisión.

Hernán Carlos Chacón Soto, quien fue brigadier del ejército, era uno de siete militares condenados a prisión el lunes por la Corte Suprema por su participación en los actos de torturas y asesinatos de Jara y el abogado Littré Quiroga.

Se presume que Chacón Soto se quitó la vida cuando la Policía de Investigación (PDI) se disponía a cumplir la orden de captura y trasladado a la cárcel de Punta Peuco.

Cuando los agentes y funcionarios de derechos humanos se presentaron en su vivienda, en el barrio de Las Condes de la capital chilena, el militar de 86 años pidió un momento para tomar un medicamento.

Poco después se habría quitado la vida con un arma de su propiedad, según las primeras investigaciones.

 

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2 de septiembre 2023

Hernán Chacón Soto, uno de los siete ex militares condenados, se suicidó tras conocerse la lectura del veredicto.

En definitiva, fueron condenados: Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Haase Mazzei, Ernesto Bethke Wulf, Juan Jara Quintana y Hernán Chacón Soto a penas de 15 años y un día de presidio, en calidad de autores de los homicidios de Víctor Jara y Littré Quiroga; y a 10 años y un día de presidio, como autores de los secuestros calificados. En tanto, el otrora oficial Rolando Melo Silva deberá purgar 5 años y un día y 3 años y un día de presidio, como encubridor de los homicidios y los secuestros, respectivamente.

La Policía de Investigaciones (PDI) dio a conocer que los ex militares Raúl Jofré González y Nelson Haase Mazzei, se encuentran en calidad de prófugos por el homicidio de Víctor Jara en dictadura.

 

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2 de diciembre 2023

Pedro Barrientos, el militar chileno que se jactaba de haber torturado y ejecutado a Víctor Jara

Medio siglo después de que se jactara antes sus jefes y subordinados de haber dado el disparo definitivo al cantautor Víctor Jara, tras más de tres días de torturas sistemáticas en las entrañas del Estadio Nacional, el antiguo oficial del Ejército chileno Pedro Barrientos regresó hoy a Chile deportado desde Estados Unidos, donde se había ocultado, y fue arrestado por la Policía para hacer frente a la Justicia chilena.

 



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Victor Jara, la Universidad Técnica del Estado y el Estadio Victor Jara.
Peter Read y Marivic Wyndham.
Sin descansar, en mi memoria.
La lucha por la creación de Sitios de Memoria en Chile desde la transición a la democracia.
Universidad Nacional Australiana, 2017