Volodia Teitelboim
 
 


Entre el Realismo y la Alegría satírica

Volodia Teitelboim: La Guerra interna
Joaquín Mortiz, México, 1979, 438 págs.


por Bernardo Subercaseux

..... Se suele hablar de novela de la revolución mexicana, o de la guerra civil española, y probablemente, con el tiempo, habrá que hablar de todo un corpus ficticio vinculado a los sucesos de septiembre de 1973. Nos referimos a obras que con mayor o menor fortuna y desde distintas opciones estéticas han intentado representar las convulsiones históricas de este último decenio. Novelas como Soñé que la nieve ardía (1975) de Antonio Skármeta, El paso de los gansos (1975) de Fernando Alegría, En este lugar sagrado (1977) de Polí Delano o Chilex (1978) de Ariel Dorfman, obras todas que circulan en el extranjero (algunas como las de Skarmeta traducida a varios idiomas), pero que son difíciles, por no decir imposible, de conseguir dentro del país.
..... A esta lista habría que agregar La guerra interna, novela que tiene como asunto los acontecimientos políticos que van desde comienzos de 1973 hasta poco después de la Consulta Nacional, en 1978. Materia ésta que está tratada desde, por lo menos, tres vertientes estéticas distintas: una más bien realista, otra de indole alegórico-satírica y otra que obedece al intento de novelar asumiendo los principios de composición de la narrativa contemporánea. La primera puede vincularse a la sensibilidad de la generación del 38 (de la que el autor es miembro destacado) y se patentiza en el motivo del "día que llegará" y en cierta modalidad utópica que se combina con la recreación casi documental de una serie de hechos históricos (plan y bombardeo a la Moneda, hasta salida del general Leigh) que, con la cuerda siempre tensa, van conformando el marco de la novela.
..... Sobre este entramado el autor despliega un friso de personajes, algunos alegóricos como la protagonista Esperanza a Pesar de Todo, cuya peregrinación por una necrópolis adornada con parrillas y palos de arará constituye el eje del argumento. Junto a los personajes de tesis se sitúa uno de los más convincentes de la obra, aunque en rigor es sólo una voz de ultratumba, la del poeta Pablo, especie de abejorro o ángel de la guarda que entabla desde la muerte un diálogo constante con Esperanza.
..... Entre los personajes satíricos hay algunos con base histórica. Otros, como el Dr. Frankestein, el Príncipe Drácula, Boris Karloff o Bela Lugosi, provienen de la imaginería vampiresca. Desde el Instituto Experimental de la Tortura, y siempre nostálgico por la época en que sirvió al Fuhrer, el Dr. Frankestein sueña con organizar una represión científica de tarjeteros cibernéticos; el príncipe de Transilvania, en cambio, desprecia la técnica, impúdico bebedor de sangre se inclina más bien por la parasicología. A los recelos y desavenencias entre ellos se agrega el desprecio, que como extranjeros, sienten ambos por los muy criollos Coronel Dinaceni y Guatón Guachalomo. A estos personajes que recorren la casi totalidad de la novela se suman otros más fugaces, pero no por ello menos grotescos, como la Glasfira o el Director de Bibliotecas y Museos.
..... Todo este friso está plasmado en el registro de una voluntad compositiva que sigue de cerca a la novela contemporánea: el mundo objetivo se entrega en soliloquios, diálogos, discursos, monólogos y ensoñaciones; fragmentado en 156 secuencias que, aunque tienen intención de presente, están sometidas a saltos y desplazamientos temporales, a un montaje en que se contraponen filones de realidad e irrealidad, mundo íntimo y épico. En este mismo registro hay que señalar una marcada conciencia lingüística, un lenguaje que por su exuberancia e indiferenciación pareciera a ratos ser uno de los protagonistas de la novela. Hay también pequeños tics vanguardistas como las referencias del autor a sí mismo o a su proyecto estético, o momentos de humor sórdido y oblicuo como los acontecidos con el perro erótico del Instituto, que también se llama Volodia. Hay además claras reminiscencias de obras y autores contemporáneos, de El Señor Presidente de Asturias en el tópico del mundo al revés, de Carpentier en el intento constante por enriquecer la semanticidad de lo que narra a través de correlatos culturales, o huellas de Dictador Ilustrado y hasta del Otoño del Patriarca en los bloques verbales y en los filones esperpénticos.
..... Se trata, en suma, de una obra artísticamente ambiciosa, pero cuyos logros estarán en directa relación con la capacidad del autor para armonizar en un sentido trascendente las vertientes estéticas que configuran la novela. Surgen desde este ángulo diversas preguntas: Lo grotesco y lo alegórico ¿no distancian, en cierta medida, al lector de la dimensión de honda tragedia que tiene el mundo representado? La exuberancia lingüística ¿no se convierte a veces en retórica, en un lenguaje superpuesto a la experiencia concreta de los personajes? La excesiva fragmentación o la presencia abrumadora de la historia, ¿no terminan por desdibujar el hilo del argumento? ¿No se usa acaso demasiado la pesada garra del león, en vez de la uña aterciopelada del gato? ¿Es La guerra interna, en síntesis, una gran novela o solamente un logro a medias?
..... Nos perdonarán los lectores, pero por una razón de fair-play este comentarista quisiera reservarse las respuestas hasta el día en que la novela circule y pueda defenderse por sí sola de las razones o sinrazones de una reseña.

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en revista Mensaje Nº 296.
enero-febrero de 1981

 

 

 
 

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enero-febrero de 1981

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