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Las infinitas formas de definir un caballo

Por Violeta Ros
Publicado en Mercurio, España. Marzo 2019



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En uno de los pasajes iniciales de la novela Tiempos difíciles, Thomas Gradgrind —uno de sus personajes principales— se presenta ante los desvalidos alumnos de la escuela que dirige y les pide, de forma abrupta, la definición de un caballo. “Chica número veinte, dígame la definición de caballo”, exige Gradgrind. La chica número veinte es Sissy Jupe, hija de un domador de caballos que, abrumada por una pregunta tan concreta pero tan abstracta a un mismo tiempo, se queda en silencio. “¡La chica número veinte, incapaz de definir un caballo! —grita Gradgrind— ¡La chica número veinte desprovista de hechos con respecto a uno de los animales más comunes!”. Gradgrind, que se define a sí mismo como un hombre “listo para pesar y medir cualquier porción de la naturaleza humana, y poder decirle exactamente a cuánto asciende”, no entiende la dificultad que su pregunta puede llegar a suponer para alguien como Sissy, y ante el silencio de la niña, insiste: “¡A ver, la definición de caballo de algún chico. Bitzer, la suya”. Bitzer, el chico obediente y funcional, responde exacta y maquinalmente a lo que Gradgrind le está preguntando. El silencio abrumado de Sissy Jupe y la respuesta técnica de Bitzer aparecen en esta escena como dos reacciones antagónicas ante la violencia de una escuela que sólo reconoce un único lenguaje: el lenguaje de los hechos, de las cantidades y de los datos; un lenguaje en el que no cabe el excedente de sentido con el que las palabras más sencillas, en ocasiones, cargan.

Tiempos difíciles se publicó en 1854, en el contexto de la revolución industrial, como una novela de tesis con la que Dickens se posicionaba en contra de los principios de la filosofía utilitarista que constituía el pensamiento hegemónico del momento. En el silencio de Sissy Jupe ante una pregunta aparentemente tan sencilla, en la distancia que separa la realidad de su representación a través del lenguaje, la novela abre un espacio en blanco, un respiradero que el propio Dickens nombra, a lo largo de su texto, con la palabra imaginación.

En un trabajo publicado originalmente en 1991, la filósofa norteamericana Martha Nussbaum recurre a este mismo pasaje para exponer un concepto que desarrollará de forma más extensa en trabajos posteriores y que resuena con fuerza en los estudios literarios más actuales: el concepto de imaginación literaria. Con este concepto, Nussbaum se refiere a la capacidad del lenguaje literario “de ver una cosa como otra; de ver una cosa en otra”. Nussbaum parte de la reflexión acerca de las dificultades de Sissy Jupe a la hora de encontrar una definición válida del término caballo —una definición que sea legible para el señor Gradgrind y, por extensión, que se ajuste al lenguaje utilitarista del mundo que el señor Gradgrind representa— para proponer una concepción de la imaginación literaria que transcienda lo meramente retórico y que se conciba como una práctica social.

El discurso literario es, entre otras cosas, el escenario en el que se manifiestan de forma más tangible las fricciones entre los distintos lenguajes que configuran la compleja realidad que habitamos como sujetos sociales. Precisamente porque la imaginación es la materia prima con la que el discurso literario opera, la literatura nos enseña que el lenguaje produce una imagen de mundo y que pueden existir a un mismo tiempo tantas imágenes de mundo como lenguajes seamos capaces de articular. Aunque la relación entre lenguaje y mundo nunca es del todo transparente, en el discurso literario esa opacidad se produce de manera más explícita. Es en esa opacidad donde se aloja la potencia de lo literario y es en ese hiato —en esa distancia entre el mundo y su representación— donde entran en juego los distintos usos de la imaginación literaria.

En el contexto de cualquier proyecto educativo verdaderamente emancipador, la función de la literatura debería pasar necesariamente por el trabajo en torno a esa fuerza de arrastre seductora y liberadora que es —que puede llegar a ser— la imaginación literaria. Ese trabajo es una cuestión de lenguaje, y es lo que se juega, al fin y al cabo, en las infinitas formas de definir un caballo.

 

 



 

 

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Las infinitas formas de definir un caballo
Por Violeta Ros
Publicado en Mercurio, España. Marzo 2019