Repetir no sabré cómo allí
fuera
Dante Alighieri
Para el que ha contemplado la
duración
lo real es horrenda fábula.
Juan Ojeda
La memoria de los hombres es frágil, sin embargo, tenemos
la palabra
con aliento de vida que perdura.
Zoila Capristán
Algunos nombres
Algunos nombres son, como dice el verso de Victoria Guerrero, documento de
barbarie.[1] Al pronunciarse a veces estremecen, inquieren, duelen, hieren: El Frontón es
uno de ellos y Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) lo ha elegido para el título de su
reciente poemario
(Arteidea editores, 2025).[2] En él despliega la travesía vital de la memoria en doce
composiciones que suspenden los bordes de todo.[3]

Willy Gómez Migliaro
El Frontón, nombre oscuro que aparece como una presencia inefable como si se
tratase de una revelación, una epifanía, lacera no tanto por la humanidad infringida que
evoca sino por el pudor despertado en quien lo enuncia o, quizás, en quien lo escucha e
intenta situarnos en este mundo desde un aquí con un hacer concreto.
DESDE AQUÍ ACTOS POLÍTICOS sin olvidar
. . . . . . . . . . . . . . . . . . una masacre. (p. 9).
El epígrafe de Juan Ojeda («Funesto el mar de eternos elementos» [4] ) nos sitúa
ante el proemio de una travesía que, a modo de arte poética, nos transporta a «la isla de
El Frontón» (p. 9) como un descenso a los infiernos y recupera para los lectores los
eternos elementos a modo de «una retrospectiva de lo que queda/ de estructura» (p. 34)
«Una prueba al silencio» (p. 36), «Un monte de pena» (p. 37) donde «Había olor de las
matanzas» (p. 37) para exponer ante nosotros «La trasparencia de otra ballena del Job
ya en las fauces de venida o del perico que alimenta y todos marcados por el Job».
(p.70).
Dejar ese referente diferencia las posibilidades
de un frontón en medio
del mar si más allá se extienden otras deformidades.
. . . . . . ¿Quiénes fueron esos hombres
que entre cántico y cántico deformaron
el episodio de una integración?
Y llegado el invierno,
pasaron existencias al centro de algo doloroso. (pp.24-25).
Pero la voz poética no puede definir el verdadero motivo de ese recorrido incordiante
pues quizá no exista, por lo que no es mensurable. La envergadura del desafío solo se
puede presumir.
Fuimos, somos
para ser descarnados o idénticos. Sin envoltura,
trazamos una culpa.
. . . . . . . . . . . . La línea de ellos
era claridad de un cierre adentro.
Complejiza ir al fondo de un moderno estallido.
No termina una historia de exterminio.
. . . . . . . Transita.
Ahí uno puede corregir levantamientos y
ofrecer otras lenguas de oficio. (p.25).
Un discurso de narración alzaba otra historia
de subversiones. La diferencia de un mundo
fue el acecho de una isla dentro. (p. 37).
El sobreviviente de la culpa tenía pasado de frente
ante la negación de su contrario. (p. 44).
Un mundo evocado contra el silencio y el ruido
Sus composiciones nos invitan a recorrer con ojos límpidos un mundo evocado que
inviste contra el silencio y el ruido. Los versos se asemejan a tablones desvencijados de
madera que, como objetos a la deriva de un naufragio que hubieran sufrido un impacto
violento, se deslizan sacudiendo nuestra sensibilidad «en su origen de futuro» (p.11).
. . . . . . . . . . . Las fotografías desde abajo
. . . . . . una retrospectiva de lo que queda
. . . . . . . . . . . . de estructura
. . . . . . . . . no por el blanco de manchas
de una forma destructiva. Se trata de reorganizar fuerzas
de figuras escondidas.
Se trata de otra destrucción del camuflaje
y de memoria por venir.
Se trata de la luz al retornar a las habitaciones
de 100 metros cuadrados donde expondrán
otras fotografías. (p. 54).
El pasado no tiene una existencia independiente o tangible en el presente. Solo
cobra vida y significado a través de los relatos que construimos y compartimos sobre él.
«Suponemos conocimiento ante la memoria» (p. 17) nos dice la voz poética.
Y es en esa calidad como podemos ser conscientes de que la memoria del otro
importa no por lo que narra de su pasado, sino por explicar las razones y modos de
nuestra propia vida. Por ello, la memoria no es una entidad fija.
No se encuentra sino aquello que se busca
En sus composiciones descubrimos que no se encuentra sino aquello que se busca y
la voz poética nos invita a rememorar a través de imágenes astilladas, rotas —pero
tamizadas con arte—, imágenes que no solo lastiman en su paso nuestra carne dejando
el sabor a hierro de la sangre derramada, sino que impactan con peligro de desgarro y
desaparición.
Se trata de la piel que arde.
Se trata sal y piel.
La oscuridad de los elementos
como préstamos del dolor y de pronto
un cuerpo no es nada. (p. 54).
Astilladas y rotas en la persona que las escucha/lee, se incrustan y nos hacen
conscientes del daño. Ahora, el horror ya no está más en el pasado: «Continuará un
pasado» (p.43).
Sin embargo, no son los nombres en sí mismos el origen del dolor, sino las cosas a
las que con ellos queremos referirnos.
. . . . ¿Qué más dice esa masa?
. . . . . . . . ¿Y ese montón?
. . . . . . . . . . . . . ¿Tantos cuerpos?
. . . . . . . . . . . . . . . . ¿Qué haré en mi política? (p. 21).
ABAJO TIENES DERECHO AL CUERPO de identidades
oscuras que reclaman. Dicen a través de las aguas dices
hemos muerto y hecho los huesos o la atalaya de una
secuencia de miedo, tal vez. (p. 70).
Porque las imágenes que nos persiguen con mayor insistencia suelen ser los
materiales porque «muestran una transformación casi real de crítica» y pueden ocupar
un lugar en el entrecruzarse de consignas.
Era de abundar frente al esqueleto sobre el agua
o ver de lado choque de poderes al sacar
cubiertos
. . . . . . los cuerpos
. . . . . . en papeles
y en bolsas.
La isla de la lengua es piel y dolor si quitamos nuestras
. . . . . . . . . . acciones lentas con los principiantes.
Ellos muestran una transformación casi real de crítica. (pp. 21-22).
Un modo distinto de nombrar
Y entonces, minucioso y preciso, como un diestro pescador —un pescador de
palabras—, con el propósito del respeto y del cuidado hacia el otro, el hacedor elige un
modo distinto de nombrar a lo que, de otro modo, hiere. Un modo donde todo adquiere
simbolismo.
Nuestros sueños de fiesta reemplazan
advenimientos de noches ante un pensamiento infernal. (p.15).
En un país se habla agua
y en su negación
su arte de limpieza. (p. 17).
Y se trata de un país que esconde tapadas
y al voltear sus leyes
tapa
. . . . . lejos de uno
algo así como
. . . . . . olas por venir. (p. 17).
El contacto con la realidad otra menos duro
El Frontón no falsifica ni la vida ni el recuerdo entonces, sino que a través de
imágenes teje una red que, con palabras, logra el contacto con la realidad otra menos
duro. A partir de ahí monta la construcción de su poesía, y de ahí proviene la intensidad
de su propuesta. Una propuesta que no tiene muro ni rejas que la encierren. Esta es una
propuesta humana, pero sobre todo ética no solo poética. Política. «¿Hay otra manera de
estar aquí?» (p. 29).
El Frontón es un manifiesto de vida. Palabras en la oscuridad para imaginar al otro y resistir el horror. Más que una lección (moraleja racionalista), transmite una comunión
intensamente sensorial, corporal, con la energía del entorno líquido, del país líquido:
«Así el país de agua» (p.18).
Ensamble y apropiaciones. De todas
partes
hacemos un país (p. 29).
Se parece. Nos parecemos. Somos nosotros. (p.30).
La vida es un acto de creer
y conviene al pasado
fe en la crudeza política. (p. 38).
La lectura de El Frontón en estos tiempos sombríos nos recuerda que, cuando
percibimos la amenaza del caos y el ocaso, atendemos más a la búsqueda de la
esperanza «y concentrar una salvación» (p. 66).
Una serie de fotografías adelantaron un suceso
al escuchar cierto desdecir de esperanza:
vida
de eso se trata todo. Vida. (p. 49).
Retorno a la creatura y
. . . . . . . . sumar esperanzas de otro lenguaje (p.64).
Una inquietud política y poética
En El Frontón Willy Gómez Migliaro ha establecido una voz poética potente que
no se deja abrumar por el asco moral que se siente por las conductas abominables de
perpetradores y expresa lo que Daniel Freidemberg denomina: «Una inquietud política
—poética, añadimos— acuciante [que] tabletea insistente como un rechazo a cualquier
desmemoria y cualquier negación». Recordar es también otra forma de resistir y
aproximarnos.
Nada de historia
. . . . . agita mil cuerpos que se revelan
. . . . . o altivez de un pensamiento ahí
. . . . . la isla escrita
. . . . . y si queremos más
. . . .. . . . .. un cuerpo sin medida. (p.10).
Ellos fundaron alguna vez principios de rumbos.
Otros se aíslan en nuestro tiempo
al hablar de un estado de gracia.
. . . . . . . . . . . Signos para nada.
. . .Una presencia navega. Una ruina nos define
Desde la conservación de olas,
. . . . . . . . . . se alzan, se acercan y revientan
¿Quién habitará ese cuerpo allá?
Ellos dejaron una entrega de revueltas.
. . . . El mar parece abrir una esperanza.
Nadie habla de un genocidio. (p.13).
Desde luego hay otro inventario posible. A veces no queda más remedio que apelar
a la crudeza del lenguaje y que donde hay eufemismos y frases hechas, comparezca el
sufrimiento y la grieta en frases deshechas que informan. Pero ese no es el espacio de la
poesía en El Frontón, sí su substancia básica para sumar esperanzas de otro lenguaje.
Cambiaba una posición. La defensa
vacía
del otro lado
la defensa y el remate. Muerte. (p.63).
Como afirma Freidemberg: «El poema no dice qué, pero en torno de esa insistencia
va tramando una deriva u obsesión en la que lo reconocible y lo callado se sostienen
mutuamente, como una incitación a un lector arriesgado, dispuesto a poner en juego sus
capacidades». Su simple asimilación de la realidad habría sido denotación pura, una
repetición fiel de los elementos exteriores del corpus poético al servicio de un mensaje
unívoco. No es este el caso; Willy Gómez Migliaro, lo dice Santiago Vera: «escribe, así,
donde todo afecto halla su condición en el fraseo sintáctico que lo delinea».
Todavía se escribe negativo de cuentas
y de las cámaras:
se ve como reconstruyen cierto levantamiento
de invención de memoria
en una esquina de perros donde parece que juntamos
huesos. (p.45).
Aquí sigue la poesía acompañándonos
Sí. Aunque no guste oírlo, aquí sigue la poesía acompañándonos, configurando
nuestra sensibilidad y cual el Martín pescador del poema «dirige una esperanza» (p. 68).
Así, con esa convicción, los poemas de El Frontón nos conducen en un vacío entre lo
que «era un montículo de seres sin nombre» (p.11) y los que tenemos que imaginar «en
la confusión y en el retorno visible de un éxodo» (p.72). Sí.
Independencia, 9 de agosto de 2025
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Notas
[1] Pertenece al poema «Testimonio de parte (victorialand)» que abre el poemario Berlín, Ediciones Intermezzo
Tropical, 2011.
[2] Willy Gómez Migliaro dio a conocer en la edición78 de la Revista POESÍA, correspondiente al 14 de junio de
2024, en la sección Fedosy Santaella una composición con el mismo título, El Frontón, que nos presenta a modo de work in progress los elementos desplegados en el poemario. Aquí una muestra: «Una cárcel desde otro poder. Y ese
fue el oleaje de confundir, de vuelta, el órgano familiar o un resquicio de celebrar incestos con la masa errante. La
individualidad de uno y el culto. Se desvanecía una construcción del poder entre la clandestina de estrategias y la
oposición del mismo poder. Ellos y el nombre y la prisión de expandir el significado. Ellos y una transformación de
isla y cementerio. Mito de todos en la ola de sangre a la hora de la alabanza. Palabra de ellos o la evangelización
primera. Historia ellos o el comienzo de otra religión donde hubo transposición de los huesos. De ahí se armó en cada
ola un hueco de pisada y nado si juntabas otra suavidad del cuerpo. Se necesitaba el deslizamiento de idea que
concretizara la defensa. No hubo contienda de los propios sino idea de lanzarse a perder un cuerpo por el de los otros
o lo que ofrece uno partido si desde las lanchas el temor vibraba en los parlantes. El monstruo del mito creaba el eco
de ola o remolino hasta alcanzarlos salvos o ya todos transformados. Una imagen de odisea revertía espacios a la
hazaña del regreso si la ola retornaba». Puede leerse completo aquí: https://poesia.uc.edu.ve/el-fronton/
[3] Esta edición del libro incluye al final dos estupendas reflexiones sobre su contenido escritas por Santiago Vera y
Daniel Freidemberg. Ambos textos han sido publicados en letras.mysite.com y pueden leerse aquí: http://www.letras.mysite.com/wgom310725.html
[4] Verso inicial del poema «Elogio de los navegantes» del libro póstumo Arte de navegar (1962-1974),
Cronopia Editores, 2000. Quizá si lo presentamos completo se pueda apreciar más lo que prevalece en el
periplo de El Frontón: «Funesto el mar de eternos elementos, morada del linaje humano».

Fotografía de Willy Gómez de Andrés Gómez