Proyecto Patrimonio - 2007 | index | Yanko González | Autores | 
            
            
                
                
              
            
            ULTIMA 
              POESIA LATINOAMERICANA: 
              DISCUSION Y PANORAMA
              Yanko González (Santiago, México, 
            1971), Pedro Araya (Valdivia, Chile, 1969) y León 
            Plascencia Ñol (Ameca, México, 1968)
            Osvaldo 
              Aguirre 
              Entrevista 
              publicada en Diario de Poesía Nº 74, Buenos Aires (mayo 
              a julio de 2007).
            
            
           
          Dos antologías preparadas en México y Chile se propusieron 
            relevar un mismo campo: el de la poesía latinoamericana reciente. 
            Los recorridos de ZurDos y El decir y el vértigo 
            tienen intersecciones y a la vez señalan direcciones diferentes, 
            pero no quieren trazar los límites de un mapa. Precisamente, 
            más que sancionar el corpus, lo que se plantea es someterlo 
            a discusión. Yanko González (Santiago, México, 
            1971), Pedro Araya (Valdivia, Chile, 1969) y León 
            Plascencia Ñol (Ameca, México, 1968), editores de 
            esos libros, dan cuenta en este diálogo virtual de sus lecturas 
            y criterios de selección. 
          -Osvaldo Aguirre: ZurDos y El 
            decir y el vértigo dan cuenta de un mismo objeto: la "ultima" 
            o la "reciente" poesía de América. No sé 
            si están en desacuerdo, pero sí que llegan a conclusiones 
            con pocas coincidencias. Mi impresión es que ZurDos hace 
            una lectura sesgada del corpus -en el sentido de que sigue y privilegia 
            una poética determinada- y El decir... muestra un espectro 
            más diverso. ¿Cómo delimitaron el campo?
            -León Plascencia Ñol: A partir de ciertas antologías 
            aquí en México que marcaban el inicio generacional en 
            1965 o el cierre. Por ejemplo, Prístina y última 
            piedra de Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras cerraba su 
            muestra con Jorge Fernández Granados, un autor que abre de 
            alguna manera la nuestra; en él se da una capacidad de registros 
            asombrosa. Además, nos parecía que en ese año 
            había una buena cantidad de poetas que de alguna manera abren 
            una serie de caminos que algunos de los más jóvenes 
            seguirían o continúan una vertiente de riesgo dentro 
            de la poesía hispanoamericana. También nos interesaba 
            privilegiar el poema por encima del autor y toda la 
parafernalia 
            de premios, reconocimientos y relaciones públicas. Algo que 
            nos propusimos los tres antologadores fue mostrar una diversidad escritural 
            y no una sola línea temática. Es decir, nunca nos propusimos 
            seguir líneas de acción como "poesía de 
            la experiencia" o "poesía experimental", por 
            mencionar dos ejemplos. Dejamos que el poema nos sedujera a través 
            de la lectura en voz alta. El cierre quizá fue más arbitrario. 
            Habíamos pensado concluir en 1980 y tener un ciclo de 15 años. 
            Al tener todo el material leído descubrimos que en ese año 
            no había algún autor que nos interesara a los tres, 
            y sí algunos de 1979 o de años después, por eso 
            la Addenda incluida.
            
            Desde luego estábamos interesados también en generar 
            nuevos lectores o construir a esos nuevos lectores a partir de ciertas 
            coordenadas. Sabíamos que nuestra aventura radicaba en la experiencia 
            del poema. ¿Cuántos registros, cuantas maneras posibles? 
            Discutimos mucho quién quedaba dentro y quién fuera. 
            Lo que mejor nos posibilitó esto fue, lo dije antes, la lectura 
            en voz alta y luego el diálogo sostenido. Cada sesión 
            era agotadora, pero también nos iba abriendo una serie de panoramas 
            evidentes. Había vasos comunicantes por ejemplo entre Gambarotta, 
            Amara y Gaviria: parecían provenir de una misma genealogía. 
            Sus recursos literarios eran muy cercanos, también la dicción 
            o la manera de articular el verso. Un argentino, un mexicano y un 
            colombiano. Incluso ciertos temas tratados por ellos se parecían. 
            ¿Había que hablar entonces de una sola poesía 
            para el continente y no de una serie de registros y tonos por país? 
            Mejor, existían poetas en distintos países que estaban 
            en búsqueda de ciertos intereses; poetas que incluso en ocasiones 
            no conocían lo que estaba haciendo el otro. El decir… 
            nos permitió mostrar una buena cantidad de poetas que para 
            nosotros tenían poéticas de riesgo o simplemente estaban 
            tratando de hacer un trabajo importante.
          -Pedro Araya: En primer lugar, habría que decir que 
            por su naturaleza cada uno de estos libros construye un corpus, 
            el suyo, por lo que mal se podría pretender compararlos a algo 
            pre-existente que denominaríamos un corpus. Ese cuerpo no existe 
            en tanto que tal, sino en tanto que construido. Y por lo tanto, siempre 
            cuestionable, re-armable. 
            
            Mi impresión es que de lo que se trata aquí es de sopesar 
            líneas de lectura, si lo podemos plantear así. Al menos 
            en ZurDos, lo que se pretendió fue, efectivamente, asumir 
            el sesgo, no escamotearlo, intercambiar una impostura por otra. Y, 
            aún haciéndolo a tientas, construir no sólo un 
            corpus sino un lector. Quizás allí radica la diferencia. 
            Asumir aquello como parte de su proyecto. Construir un lector entonces, 
            el último lector, en tanto que ser obseso con aquello que no 
            funciona, que es opaco. Un lector acaso distraído, en un devaneo 
            vagabundo, pero acaso bizco, con la pupila abierta a lo que se le 
            opone, a lo que le sale al paso.
            
            En ese sentido, los vacíos de la muestra son parte de la zurdera 
            propia que nos otorga la etimología. Siempre se cojea. Decisión 
            de cada cual el de esconder con mayor o menor gracia sus defectos. 
            En segundo lugar, qué libro, qué antología no 
            privilegia una poética determinada. Pensar lo contrario es 
            desconocer sus ocultos engranajes. Lo que se intentó con ZurDos 
            fue leer y con ello propugnar una dinámica al revés 
            entre estos poetas burlonamente actuales. No digamos nuevos, sólo 
            es nuevo lo que se ha olvidado, repetiría Torres. Una lógica 
            no tan sólo referida a la forma del ser, sino también 
            en los ejes fundamentales de su escritura. Existe una noción 
            de diálogo que permea no sólo la escritura y las lecturas 
            que quisimos presentar, y que se transforma en una conversación 
            estética (y acaso política, claro) que se extiende como 
            eje. Esa conversación es la que esperamos.
            Ahora, quizás habría que preguntarse si toda antología, 
            en su basamento, no es sino la construcción expuesta de un 
            lector. Esto, en la medida que todo objeto escrito implica una práctica 
            de escritura, que (en el caso de una antología sería 
            más patente) es a la vez una práctica de lectura, acaso 
            siempre inactual, que fuerza a buscar claridad en otra parte. La lectura 
            como arte de la réplica, diría el viejo Pound.
          -Yanko González: Cuando abrí El decir y el 
            vértigo la palabra que se me vino a la cabeza es "representación" 
            y cuando trabajamos ZurDos con Pedro la palabra que nos rondó 
            fue "sesgo", la curatoría del sesgo. Claro, quizás 
            son dos espejismos, cada uno contiene su revés: tanto hay de 
            sesgo en la representación, como de representativo en el sesgo. 
            Pero curiosamente, hace más de 30 años que se viene 
            retorizando y cuestionando epistemológicamente los problemas 
            de "representación". Habida cuenta de la injerencia 
            insalvable y plena del observador en el recorte de lo observado, una 
            de las soluciones exploradas fue la explicitación total y casi 
            exclusiva de "las tijeras" con la que perfilaban los trozos 
            de realidad, olvidándose casi de lo "otro", de lo 
            observado. 
Esto, 
            en la medida que había un fondo no discutible: la operatoria 
            del bisturí o de la tijera que selecciona, me habla más 
            de la realidad, que la realidad misma. La "representación" 
            y el "sesgo" son sólo en apariencia un Jano bifronte. 
            En mi opinión son dos empresas cognitivas radicalmente distintas. 
            La primera -la de la representación- asume la posibilidad de 
            que lo que existe "afuera" -lo observado, el poetas y sus 
            obras, en este caso- puede coincidir con una comunidad "total" 
            de observadores -lectores- cuyos ojos recortan -con más cercanía 
            que lejanía- lo que recortan los observadores de primer orden 
            -León, Rocío, Julián-. El segundo camino -el 
            del sesgo- parte del supuesto del fracaso absoluto de buena parte 
            de "la representación" y, por tanto, su recorte no 
            interpela más que a una comunidad mínima de observadores, 
            de quienes, además, no se tiene certeza crítica y en 
            detalle de sus propias demarcaciones. Claro, reflexiones como estas 
            no cavan, en apariencia, la médula de lo que creo a Osvaldo 
            puede interesar: un contraste evaluativo entre estas dos antologías 
            a partir de las pocas coincidencias. Sin embargo, mi impresión, 
            es que estas no coincidencias, como también las debilidades 
            y las fortalezas de ambas obras, se sitúan en el campo de las 
            pretensiones cognitivas, de las cuales resultan operatorias y resultados 
            disímiles. En este sentido, creo que no se puede soslayar la 
            envergadura de ambas empresas. El decir y el vértigo 
            contiene 58 autores, casi el doble de los incluidos en ZurDos. 
            Esta diferencia estructural refleja claramente lo que planteo en términos 
            procesuales, la representación vehiculizada por la vía 
            de la amplificación y el sesgo por vía de la reducción.          
          -L. P. Ñ.: Me parece que la idea de la "representación" 
            manejada por Yanko merece una respuesta. Amplificación y reducción 
            es lo que propone. Al no regirnos por una sola poética o un 
            "sesgo" escritural y al no buscar la coincidencia "total" 
            con los observadores que menciona Yanko, nuestro trabajo tuvo la libertad 
            de -vuelvo de nuevo a lo mismo- apostar por el poema. Ver desde fuera 
            todas las tradiciones nos permitió muchísima libertad. 
            Aquí no importaba si tal poeta está peleado con aquel 
            otro o si esta corriente es contraria a aquella. Pensamos en un corpus 
            o magma hispanoamericano abierto a múltiples lecturas. A pesar 
            de haber sido los poetas catalogados por nosotros por país, 
            al momento de integrarlos al volumen eso desaparece porque era más 
            importante ver un mapa de registros, de aventuras; buscamos incluso 
            que hubiera contradicciones o choques entre las poéticas mostradas. 
            Tanto Rocío, como Julián y yo venimos de formas escriturales 
            o poéticas muy distintas; eso nos posibilitó estar abiertos 
            a cualquier otra mirada. Intentamos que en la pluralidad se diera 
            un diálogo.
          - Coinciden en la búsqueda de un 
            diálogo, aunque parecen entenderlo de manera diversa: como 
            puesta en contacto entre distintas líneas poéticas, 
            en El decir..., y como reflexión en torno a la escritura, en 
            ZurDos. 
            -P.A.: Estoy de acuerdo. En las palabras de cada 
            uno de nosotros, se deja entrever una idea distinta en torno a lo 
            que llamamos diálogo, acaso vinculado a una ilusión 
            inicial distinta, acaso pragmática. Ilusión de 
            un sesgo que de por sí ya pediría réplica, ilusión 
            de una diversidad que en sí llamaría al desbrozamiento. 
            Cambiemos "ilusión" por "proyecto" y quizás 
            demos con las dos puntas del supuesto diálogo. Ambas necesarias, 
            aunque impliquen una entrada en materia diferente. Diferencia acaso 
            en la modalidad del uso público de la razón. Conciencia, 
            en ambos casos, de que una visión hegemónica sobre el 
            acontecer poético actual es insostenible, pero sin defender 
            un mero eclecticismo. Conciencia de que el diálogo requiere 
            tiempo y de que estamos, sin duda, en medio del baile. Conjeturo así 
            de a primeras. 
          - ¿Qué conexiones señalarían 
            entre las nuevas escrituras? ¿Hay textos o autores que están 
            marcando una nueva dirección? Bueno, en ese sentido ustedes 
            parecen hacer apuestas: Sergio Parra, en un caso, Germán Carrasco 
            en el otro. Pienso en esto también porque la tradición 
            aparece como un objeto fuerte de reflexión, sobre todo en El 
            decir... En primer lugar, me llamó la atención que en 
            el prólogo aparezca acotada al marco de cada literatura nacional. 
            ¿No es posible pensar en un sentido más amplio, el de 
            una tradición latinoamericana? ¿Existe esta tradición 
            en la práctica de nuestros poetas? Por otra parte, también 
            me sorprendió -y con esto quiero decir que lo podríamos 
            conversar- la afirmación de que los poetas argentinos se desentienden 
            de su tradición.
            -L. P. Ñ.: ¿Conexiones entre escrituras 
            emergentes? No lo sé, sinceramente. Me parece difícil 
            establecerlo ahora. O quizá podríamos aventurar unas 
            cuantas. La mencionada de Gambarotta, Amara, Gaviria, o la de Rubio 
            y Fabre, o también la de Ortuño, Figueroa y Padilla. 
            Creo en cambio que ciertos autores como José Eugenio Sánchez, 
            Fabián Casas o el mismo Carrasco están marcando direcciones 
            distintas. Pero también eso conlleva algunos riesgos, por ejemplo, 
            en México se empieza a notar una serie de imitadores del "estilo" 
            de Sánchez, creo que en Argentina pasa lo mismo con Casas, 
            y el caso de Carrasco es muy particular. Es un autor que llamó 
            mi atención -y que aún lo sigue haciendo- por esa lectura 
            que hizo de los autores norteamericanos y cómo se apropió 
            de algunas de sus tácticas. El problema, según mi lectura, 
            es que ahora él mismo pareciera imitarse. En un libro publicado 
            en El Billar de Lucrecia, sello que dirige Rocío Cerón, 
            lo que en otros libros suyos parecía hallazgo en éste 
            es redundancia, imitación de formas y cansancio de una misma 
            voz.
          -Y. G.: No me queda muy clara la articulación de la 
            primera parte de la pregunta, sobre todo pensando que en ZurDos, 
            tanto Parra como Carrasco están incluidos. Y entre ellos, hay 
            un soplo cercano desde el punto de vista de algunas tradiciones anglosajonas 
            que se cuelan en sus obras. Ahora bien, te he dicho en otra oportunidad 
            que las antologías surgen como los criminales, por la necesidad. 
            No sólo de alimentar el deseo, sino también de dañar 
            la realidad. Debido a eso, es que creo que los que están inscritos 
            en ZurDos -emergentes o reemergentes- asumen el riesgo del 
            que jode en forma literal a la realidad, no sólo en la palabra, 
            sino también en buena parte de su acción. Recientemente 
            organizamos un encuentro llamado "Poesía Activa", 
            donde hicimos comparecer a un grupo de poetas emergidos y/o visibilizados 
            en los años 80 y otro grupo de los 90. Entre estos últimos 
            estuvieron Sergio Parra, Javier Bello y Andrés Anwandter. Javier 
            había organizado el año 1999 un encuentro clave de esa 
            década ("La Angustia de las Influencias") donde asistió 
            el grueso de los poetas jóvenes emergentes del momento. Como 
            imaginarán, las sospechas, el malestar y las escenificaciones 
            de las discrepancias se hicieron sentir, como no, entre invitados 
            y excluidos. Sin embargo, pasados casi diez años, Andrés 
            fue muy lúcido en perfilar en su intervención en "Poesía 
            Activa" algunos caminos que siguió la poesía chilena 
            emergente en su momento y que, personalmente pienso son rastreables 
            -con bemoles, por cierto- en América Latina desde fines de 
            los años 80 hasta ahora. La reflexión de este poeta 
            desempañó lo que en último término se 
            convirtió en un parteaguas para una porción de obras 
            emergidas en los 90 -en mis términos-: asumir el riesgo del 
            textualismo Lihneano o neobarroco, so pena de ser acusado de críptico 
            "conservador ensimismado" (es decir, tematizar y tensionar 
            el propio lenguaje hasta encontrar una salida diferencial) o asumir 
            el riesgo de la urgencia contextual, so pena de sucumbir tras el mote 
            de "vitalista desprolijo", objetivista, chistosito social 
            o pop punk coloquial. Aunque son distinciones muy maniqueas, a lo 
            que apunto es que parte de estas señales estéticas han 
            estado en los cimientos de las poéticas en América Latina, 
            al menos durante buena parte del último cuarto del siglo XX. 
            Lo fundamental, es que estas posiciones se han sofisticado en la medida 
            que hemos construido otros marcos teóricos para entenderlas 
            y junto a estos marcos, los propios autores han construido estéticas 
            cada vez más híbridas, que los han hecho coquetear con, 
            o subordinar a, un camino en vez de otro. Así me explico, por 
            ejemplo, que Javier Bello o Silvio Mattoni tienen un merecido espacio 
            en El decir y el vértigo y Lalo Barrubia y Tania Montenegro 
            en ZurDos. A su vez, es lo que explica que algunos autores 
            están presentes en las dos antologías: ya porque sus 
            aportes han torcido insospechada y potentemente algunas tradiciones 
            literarias nacionales y/o latinoamericanas (como el caso de Martín 
            Gambarotta) o porque suponen interregnos estéticos que van 
            más allá del mestizaje lírico y entrañan 
            un proyecto de refundación etnocultural a partir de la palabra, 
            como es el caso de Jaime Luis Huenún.
          - ¿Cuáles son esos marcos 
            teóricos?
            -Y. G.: Entiendo tu sospecha con lo de "marcos 
            teóricos". No quiero esquivar el bulto, pero me excusarás 
            por no ejercer aquí el majadero arte de la pedantería 
            bibliográfica. Sólo me tiento a comentarte que -supongo- 
            hace bastante tiempo que la criba crítica -y sus instituciones 
            conceptuales- se ha desmantelado a sí misma, consciente, entre 
            otros muchos aspectos, de que todas las diferencias que distinguía, 
            se transformaban en desigualdades. Ahora, es claro que una parte importante 
            de esta criba, consciente de su efecto, lo eufemiza, que es la más 
            astuta de las formas de trocar diferencias en desigualdades. Es decir, 
            todo lo que toca lo desplaza. Por ejemplo, sanciona los capitales 
            culturales diferentes (estética y contenido) como "populares" 
            (pobres y orilleros); "premodernos" (indígenas esenciales) 
            o "posmodernos" (mediáticos des-ilustrados) y administra 
            -o cierra- los circuitos por donde muchas expresiones políticas 
            y culturales pudiesen circular. Así, practica la cirugía 
            que le acomoda: vouyerea y saquea y en sus periódicos o revistas 
            académicas aparecen como cromos coleccionables, deslavados 
            y deformes, una tropa reemplazable de freaks digeridos para el consumo 
            metropolitano.
          -P. A.: A ver, cuando se nos cuelga la etiqueta "antología" 
            (aún a nuestro pesar), implícitamente se nos obliga 
            a una reflexión acerca de una supuesta tradición. Sin 
            embargo, y quizás por nuestras propias ideas, aún si 
            vagas, la condena eterna de la nación y de la literatura nacional 
            nos parecían, a esas alturas, una cuestión más 
            que digna de faltarle el respeto. Escribimos en una lengua dada, con 
            toda su carga histórico-social, claro, pero hay un interés, 
            ferviente, por acercarse a los otros que escriben en otras modalidades 
            de la misma lengua y que remiten a posiciones estéticas comunes. 
            Si escribir significa actuar sobre la realidad, la escritura en tanto 
            que acto/acción torcida nos llamó a su descampado.
            
            Por otro lado, me seduce la idea, de una buena vez, de comenzar a 
            pensar en términos de una tradición latinoamericana. 
            Los intercambios entre escritores del continente han sido muchos y 
            han existido desde hace tiempo, las experiencias comunes (no sólo 
            políticas, sino también sociales y estéticas) 
            se multiplican, holgando la relación con la lengua castellana, 
            y submarinamente con las otras lenguas precolombinas que aún 
            persisten y nos pervaden. Tema, entonces, hay para rato, en esta posible 
            captura de lo que se hace y deshace por estos pagos ladinos.
            
            Una pregunta: ¿A qué te refieres con lo de las apuestas? 
            Difícil entender cómo se nos adjudica tal cualidad cuando 
            decidimos publicar a un grupo de textos de autores diversos y no sólo 
            los de un autor.
            
            - Me refería a que, al margen de incluir 
            autores diversos, ustedes señalan momentos de fundación 
            o puntos de referencia. Sergio Parra, ha dicho Yanko, es "viejo 
            crack de esta generación". Quizá lo esté 
            descontextualizando, pero creo que el señalamiento de La Manoseada 
            como un punto de partida existe. Está también en El 
            decir..., donde se lo cita ya como parte de la tradición y 
            por otra parte Germán Carrasco es reconocido como "una 
            de las voces más sólidas de la poesía de nuestro 
            continente". Y digo apuesta porque se trata de autores contemporáneos.
            -P. A.: Ah, ok. Puede que sea verdad, o ilusión, 
            de que exista algo como una apuesta en estos casos. Apuesta hay, por 
            cierto. Pero, insisto, creo que la apuesta va por una manera de leer 
            y de dar a conocer a estos autores. Recurrentes son las reseñas 
            (aunque no muchas) que, aún criticando la selección 
            y su falta de representatividad, reconocen lo positivo de haber podido 
            dar con escrituras que hasta entonces permanecían desconocidas. 
            
            
            Sergio Parra es un viejo amigo, quien ha practicado la amistad por 
            la poesía con muchos. Debe ser uno de los poetas más 
            conocidos de su generación, conocido en el sentido de haber 
            compartido más de una copa alrededor de una conversación 
            interminable. Para muchos viajar a Santiago, es viajar a ver a Sergio. 
            Un zurdo en el callejeo, cuya escritura refleja todo esto de lo que 
            hablamos. Pero, bueno, esto ya es archi-sabido por muchos.
            
            Por lo que se refiere a Carrasco, no podemos negar el reconocimiento 
            que ha logrado. Esto podría decirse de otros poetas que comparecen 
            en ZurDos. Y sin embargo, también es uno de nuestros 
            conocidos, alguien con quien hemos tenido más de una buena 
            conversación. Difícil entonces separar aguas. Nuestra 
            lectura se basó en textos, por lo que muchas veces los propios 
            inquiridos no estuvieron de acuerdo en la selección que les 
            atañía. Eso era lo esperable, ¿no? Nos hicimos 
            cargo de nuestro ojo malo, y bueno, allí quedaron las migajas 
            escogidas.
          - Perdón por la insistencia, pero 
            me queda sonando aquello de la posible ruptura del nuevo escritor 
            argentino y la tradición.
            -P. A: ¿Quién dice que los poetas 
            argentinos se desentienden de su tradición? Lo que veo es todo 
            lo contrario, o algo más complejo: una revisitación 
            o una relectura de lo publicado, y una apertura a lo publicado en 
            otras latitudes. Quizás allí radique la fuerza de lo 
            que se ve en Argentina. Reflexión crítica, curioseo 
            y apertura. Cualquiera querría participar de aquello, no? Piensa 
            que hace algunos años Juan L. Ortiz, Zelarayán, Giannuzzi, 
            Viel Temperley, eran muy poco conocidos, allí y menos en la 
            quebrada del ají.
          -L. P. Ñ: Sobre la idea que los poetas argentinos jóvenes 
            se desentienden de su tradición, quizá fue un tanto 
            arbitrario nuestro juicio. Me explico, tanto Rocío Cerón 
            como yo hemos estado en Argentina y de alguna manera conocemos a unos 
            cuantos poetas jóvenes. Al dialogar y discutir con ellos nos 
            llamó la atención, por separado, la negación 
            de cierta manera escritural argentina, de cierta tradición 
            un poco ninguneada. Por ejemplo el desinterés por Borges, Juarroz, 
            Pizarnik, cierto neobarroco, Orozco, Molina, autores o corrientes 
            que en México siguen leyéndose con interés, por 
            lo menos una parte importante de ellos. Creo, en efecto, que han sabido 
            nutrirse de otros autores, que la curiosidad viró a otras propuestas, 
            pero aún así no deja de llamarme la atención 
            que alguien como Silvio Mattoni -cuya obra admiro y me interesa- parezca 
            una especie de outsider. Quizá sería conveniente introducir 
            un fragmento del prólogo que escribimos y que ejemplificaría 
            muy bien esto. Aclaro que es una mirada desde fuera: "La reciente 
            poesía de este país [Argentina], cuya larga sucesión 
            de "raros" constituye un gran bloque de la tradición 
            literaria, ha intentado desprenderse de sus poéticas más 
            proclamadas (Borges, Girondo, Juarroz, Pizarnik, Orozco, Negroni, 
            por citar algunos) para promover una poesía de carecer más 
            inmediato y de la calle, con un avasallador uso coloquial, de los 
            diminutivos, de las estéticas pop y camp, de la cercanía 
            con el rock, la cumbia, el happy-punk, de la verbalización 
            de los procesos multimedia y, en general, de la ocurrencia y el lirismo 
            de post-it como filosofía de la composición.
            
            […] Poesía desde un margen (y no sólo en su estilística 
            al uso, sino también, y paradójicamente, en las experiencias 
            literarias que van a contracorriente en su país, como las de 
            Fabián Casas o Silvio Mattoni), la de Argentina ha creado un 
            magma particularísimo, con todos los riesgos que implica aventurarse 
            a ello. Los poetas argentinos están perneados por un sentido 
            de insularidad. Viven y no viven el ser latinoamericanos. Tienen los 
            ojos puestos en sí mismos, más que su historia o su 
            propia tradición literaria. Allí radica el más 
            grande riesgo: olvidarse de una tradición tan rica para intentar 
            fundar la propia, casi desconociendo u olvidando a los autores que 
            les antecedieron. Nada tan lúcido para describir la peculiaridad 
            estilística, el parricidio intelectual, la vocación 
            egótica, la desnaturalización (en su sentido de desarraigo 
            nacional), la sacralización y desacralización alternativas 
            del lenguaje que estos poetas proponen, como el mote que Arturo Carrera 
            les ha dado a través de su antología: Monstruos".
            
            Obviamente no toda la poesía reciente argentina está 
            instalada ahí. 
          - En ambos libros se ofrecen lecturas de 
            los poemas seleccionados a cargo de otros poetas. ¿Por qué 
            les pareció importante incluir esos textos? Resulta particularmente 
            fuerte el posfacio de Eduardo Milán, sobre todo al sostener 
            que el lenguaje de estos poetas está en general desmarcado 
            del acontecimiento histórico y "no parece haber poéticas 
            que defender como actitudes ante la poesía". No sé 
            qué opinión les merece esta idea. 
            -L. P. Ñ.: Los autores que incluimos en El 
            decir… que provenían de preselecciones fueron muy pocos. 
            Y entraron a la antología sólo unos cuantos de la enorme 
            cantidad que nos llegó. Evidentemente caímos en el problema 
            de los grupos. Un preseleccionador quizá nos mandaba material 
            de la gente más cercana a él y olvidaba a otros. Así 
            que de lo enviado hicimos nuestra propia selección varias veces, 
            hasta que se fue decantando y uniendo con textos que encontrábamos 
            a través de la Internet, o libros o revistas, o nos eran sugeridos 
            por otras voces o poetas o simples lectores. Tratamos de tener los 
            oídos alertas para estar al tanto de lo que iba sucediendo 
            en cada país, en la medida de lo posible.
            
            Con referencia a la cita de Milán, aclaro brevemente que menciona 
            en el posfacio que las poéticas están implícitas 
            en cada uno de los poetas. Recordemos que Eduardo ha escrito mucho 
            acerca de la importancia de las vanguardias históricas y su 
            posterior desarrollo en las diversas voces escriturales del continente. 
            Cree que esta novísima generación, y a riesgo de malintrerpretar 
            su discurso, está más preocupada por la relación 
            del lenguaje con la vivencia individual e intelectual que con situaciones 
            históricas como las que vivieron su generación y las 
            anteriores.
          -P. A.: En nuestro caso, creímos pertinente acudir 
            a nuestro médico de cabecera, el Dr. Dobry, para que auscultase 
            nuestras andanzas. Creo que incluir sus devaneos fue una buena manera 
            de exponer algo del diálogo que la muestra produce, a sabiendas 
            que las posiciones eran diferentes, y quizás por ello mismo, 
            necesario de integrar. Todo ello respondía a una necesidad 
            de asumir el carácter hechizo de nuestra muestra, sin aspavientos, 
            pero con una cierta carga amistosa. Creo que a estas alturas, negarse 
            a la amistad en estas lides no hace más que empobrecer nuestros 
            proyectos. Dobry ha llegado a ser, quizás a causa de este proyecto 
            y de otros, un buen amigo. Y una red fundada en esa lógica 
            me parece deseable. No hablo aquí de amiguismo, ni en la elección 
            de los poetas ni en la inclusión del escrito de Dobry. Más 
            bien se trata de un respeto que se torna hospitalario para con lo 
            que cada uno tiene que decir.
            
            Somos, fuimos en la muestra, descomedidos. Tanto por el tipo de alimento 
            que manducamos, como por el exceso de volteos, fuimos asumiendo de 
            a poco nuestra empresa en tanto que diletantes, siempre a la escucha 
            de quién se cruzara por nuestra vereda. Y tuvimos que asumir 
            las consecuencias inmediatas, si acaso también las venideras. 
            Al contrario de lo que tengo entendido ha sucedido con la antología 
            de León, Rocío y Julián, nuestra empresa desde 
            el punto de vista editorial dista de haber sido lo que llamaríamos 
            un logro. ZurDos tiene dos ediciones, una en Argentina (Paradiso) 
            y otra en España (Bartleby). En la edición argentina 
            sólo actuamos en tanto que antologadores. Pasan unos meses 
            y comenzamos a recibir algunos comentarios, uno de los cuales se repetía 
            con fuerza: que éramos unos cobardes por no habernos incluido, 
            a sabiendas que nuestras escrituras también caminaban por la 
            misma orilla. Hecho. Unos meses después tenemos la oportunidad 
            de publicar en España, y la duda nos mangia. Finalmente, decidimos 
            autoantologarnos. Ahora, las críticas arreciaban desde el otro 
            flanco: que éramos unos sinvergüenzas, truchos, poco serios, 
            al incluirnos y no dar el famoso paso al costado, como debe hacer 
            toda persona que se respete. Bueno, no es para tanto, pensábamos, 
            nada dicen los manuales. Y sin embargo, todos seguían serios. 
            En consecuencia, no hubo forma de salir airoso. Creo, sin embargo, 
            que fue la propia naturaleza del proyecto la que nos lanzaba inevitablemente 
            hacia este derrotero. 
            
            Aunada a la poca recepción, el desinterés en Chile, 
            algunas críticas provenientes de poetas mayores (de edad), 
            de aquí y allá, lograron sacarme una sonrisa. Se nos 
            critica la falta de elegancia (por incluirnos) y la falta de kultura 
            de los poetas zurdos. Somos ignorantes, nos dicen. Que nos creemos 
            unos pequeños Tarantino. Qué se yo… Pero justamente 
            aquello es interesante, en la medida en que la muestra provoca este 
            tipo de posible reacción. Hay zarpazo entonces, por donde se 
            lo mire.
            
            En lo que se refiere a las palabras de Eduardo Milán, es bien 
            poco lo que puedo decir. Milán me parece un poeta espectacular, 
            y un tipo lúcido. Me lo imagino generoso en sus palabras. Respecto 
            a la cita, a riesgo de glosar todo un descontexto, creo que esta dicotomía 
            no se sostiene del todo. Una poética, a mi entender, es también 
            una actitud ante la poesía. Claro, se me dirá, pero 
            no al revés: una actitud ante la poesía no es necesariamente 
            una poética. De acuerdo. Touché. Pero los aquí 
            convocados escriben. No veo bien cómo hacer la distinción. 
            Claro, si me invitan a México alguna vez, me gustaría 
            conversar de esto con Milán.
            
            Me parece que la escritura es una forma de lectura, y la idea que 
            nos hagamos de una depende de la que nos hagamos de la otra. No veo 
            bien cómo son ellas separables. Por ello, vuelvo al inicio, 
            esbozar una poética común -algo difícilmente 
            defendible-, en nuestro caso, pasó por esbozar una lectura, 
            y ella no en tanto simple obra sino que en tanto práctica.
          -L. P. Ñ: La recepción de nuestra muestra o 
            panorama (me resisto a llamarla antología) ha tenido pocos 
            comentarios en la prensa escrita en México. Entre los pasillos, 
            entre las charlas de escritores, se nos ha llamado desde "misóginos", 
            "amiguistas", "tendenciosos", hasta ignorarnos 
            olímpicamente aquellos que no están incluidos por diversas 
            razones. 
            
            Una de las críticas más absurdas que recibimos fue que 
            no estaban los poetas mexicanos que deberían estar, que los 
            incluidos eran muy pocos. ¿Cómo explicarles lo obvio, 
            que hicimos un panorama de la poesía hispanoamericana 
            reciente?, ¿qué no era una antología de poetas 
            mexicanos?
          - Ya que comenzamos por las diferencias, 
            podemos terminar por las similitudes. ¿Les parece que estas 
            antologías, o panoramas, en sus intersecciones y elecciones 
            comunes, están creando o han creado un consenso?
            -Y. G.: Disculpen mi impertinencia, pero a la palabra 
            "consenso" le guardo un rencor irracional. Es un concepto 
            abyecto, con una carga política nefasta, tan cercana a la palabra 
            "componenda" que me ciega. Esto es un problema de mi respuesta 
            y en ningún caso de la pregunta, aclaro. Ahora bien, más 
            allá de mi repulsa, pienso fríamente que ambas antologías 
            no crean -ni recrean- ningún consenso. El consenso implica 
            "negociación" o acuerdo entre las partes. Entre estas 
            antologías -desde el punto de vista de los supuestos de lectura, 
            de los procedimientos curatoriales, estéticos y metodológicos- 
            no creo distinguir un diálogo. Esto quiere decir que entre 
            las dos obras no hay un ejercicio de continuación, corrección, 
            completación, negación, retroalimentación o complicidad. 
            No sólo por una cuestión temporal -ZurDos es 
            brevemente anterior a El decir y el vértigo- sino porque 
            nuestra propia antología con respecto a las precedentes en 
            cuanto a naturaleza y sincronía (la de Julio Ortega, por ejemplo), 
            no busca completarlas, ni discutirlas, ni borrarlas; ni menos aún 
            "componer" junto a ellas un mapa que en la operatoria del 
            contraste dibuje un canon, que resulte, por ejemplo, de la ecuación 
            de la doble inclusión de un autor en ambas obras. 
            
            Las coincidencias, en este sentido, pueden explicarse al interior 
            de una "semiósfera" o campo literario por lo que 
            expresé en la segunda pregunta (ruptura, refundación 
            de la tradición, etc.); pero personalmente, me interesan poco 
            estas elecciones coincidentes si se leen bajo la nomenclatura de una 
            objetividad trascendental -a la manera de "si están en 
            ambas, son autores/as casi indiscutibles"-. En estos casos, me 
            preocupa de sobremanera el bisturí que recorta, el tamiz, el 
            atalaya de lectura y los supuestos. Por lo mismo, las elecciones comunes 
            remotamente implican o producen consenso, puesto que desde el punto 
            de vista lógico los engranajes generativos de criba y selección 
            son disímiles, ergo la evaluación de sus resultados 
            -y su impacto- no pueden aislarse de dichas operatorias. Así, 
            las convergencias son incomparables y el "consenso" es un 
            espejismo sobreinterpretado. 
            
            Más claro aún -supongo-, si forzamos la idea de "consenso" 
            al límite, podemos edificar el siguiente aserto entre ambas 
            obras: al parecer hay "acuerdo" en varios de los 
            poetas y no en las poetas, entre otros factores porque en las 
            dos antologías estos aspectos son incomparables. Al Decir 
            y el vértigo no le interesó -como lo expresa claramente 
            León- el autor o autora -ni su género, ni su etnia, 
            ni su clase, ni su prestigio- sino el "poema"; lo que dio 
            como resultado la inclusión de 6 poetas mujeres entre los 57 
            autores antologados. ZurDos, por su parte, tiende a soslayar 
            las adscripciones nacionales, lo que da como resultado un número 
            abultado de poetas del cono sur en relación a los del resto 
            de Latinoamérica; por lo que mal podríamos cotejar y 
            concluir "consensos" en la elección de determinados 
            poetas por países. 
            
            Si me apresuras, para no aburrir más y contestar un trozo deducible 
            de tu pregunta, te diría que estas antologías son parientes, 
            pero su parentela, quizás, es más biológica que 
            política; más racial que étnica y más 
            etaria que generacional. 
          -L. P. Ñ.: ¿Consenso? Da miedo la palabrita. 
            Ni Julián, ni Rocío ni yo buscamos eso. Sería 
            absurdo pensarlo. Imagino que ni Pedro ni Yanko tampoco lo buscaron. 
            Lo que quisimos fue, primero, indagar sobre lo que sucedía 
            en nuestros países de habla hispana: simple curiosidad de lectores, 
            luego tratar de ver las conexiones que existían y también, 
            de alguna manera, mostrar al público de México lo que 
            hacían sus pares de otros lados. La empresa, como cualquiera, 
            resultó difícil, complicada, pero también muy 
            satisfactoria. No sé si lo volvería a hacer. Ahora revisando 
            el panorama para tratar de contestarte a estas preguntas me di cuenta 
            que hay autores que quizá podríamos haber excluido y 
            no pasaría nada, pero bueno, la nuestra fue una puesta de tres. 
            Los fallos y los aciertos los compartimos.
          -P. A.: Entenderás que, dada nuestra posición, 
            lo que menos buscamos es acercarnos a esa palabrota manoseada llamada 
            "consenso". Líneas convergentes claro que las hay…La 
            antología, en tanto que gesto de lectura, como una ignorancia 
            activa para invitar a seguir viajando. Esa suerte de conmoción 
            compartida que dan ganas de sentarse al borde de la cuneta, a puro 
            pensar, conversar de a dos, de a muchos. Estamos acostumbrados a sentirnos 
            obligados a criticar a todos los antologadores (y en tanto que poetas, 
            a criticar a todos los poetas, sobre todo si contemporáneos). 
            Creo que, implícitamente, ambos trabajos toman como punto de 
            partida esa desmesura inicial, ésa de depositar en alguno(s) 
            la responsabilidad de leer y cribar no sólo lo ya leído, 
            sino también lo que nos falta por leer, esperando a que se 
            nos dé completamente en el gusto. Ambas antologías se 
            tienen en última instancia como una experiencia que se juega 
            en el marco de una lectura que se quiere contemporánea, viva, 
            dinámica. La puerta queda abierta a la exploración de 
            sus partes, a los poemas en sí. La prueba de ello se encuentra 
            en los desbordes de nuestros tamices que los propios poemas llevan 
            a cabo. Pues siempre nos quedamos cortos de contención. Lo 
            que me trae a la cabeza un verso de Bruno Vidal, en el que leo también 
            la energía de los convocados: "LA LUCHA CONTINÚA".