Entrevista
 

 

 

 

Poeta y premio nacional de Literatura 2000 Raúl Zurita:

"He sido honesto con lo que he hecho"


El controvertido Premio Nacional de Literatura se arrepiente de haber refutado las acusaciones de otros escritores y dice que ya no se volverá a rebajar. "La envidia es una forma torcida de la admiración", asegura mientras cuenta del desgarro y de la soledad que acompañan a la poesía.


por Margarita Serrano


 

..............Tiene los ojos salidos. Grandes. Absorbentes. Que se instalan con fervor en lo que miran, y parecen chupar desesperadamente la belleza que encuentran. ..............Tan fuerte es la mirada como es de débil la voz. Susurra las palabras, a veces en alto y se escuchan. Otras se pierden en el silencio. Mientras van y vienen las declaraciones a favor y en contra de su reciente Premio Nacional de Literatura, mientras unos dicen que no tiene la trayectoria de Volodia Teitelboim o de Enrique Lafourcade, o que es un loco que se lanzó amoníaco a los ojos para no ver y que se masturbó en público en los años 80, o que se lo dieron porque es de la Concertación, Zurita está en su casa en el Cajón del Maipo y se pasea entre las lechugas de su huerta, los gallos de la pasión y las paredes de adobe semi derruídas de esta casona de campo de 1904, donde vive con su familia hace cinco años. Viene desde el fondo del pasillo, camina agachado esquivando salamandras encendidas y óleos de Benmayor, Domínguez, Bororo y Cienfuegos. Entre los pelos grises de la cara, sale una sonrisa cálida y mucho más ancha que los hombros disparejos que siguen a continuación. "¿Quieren café, vino, pisco, agua?". Entra por las puertas altas al escritorio. La chaqueta negra semi manchada y el cigarro prendido colocado entre los dedos amarillos. Se sienta frente a un Mac, justo al medio de un ventanal antiguo que deja ver entre los marcos cuadrados la cordillera y el río. Es tan imponente el paisaje que parece un lugar común pensar que allí sea donde escribe el poeta. Pero él se encarga de romper el mito.

............. En la conversación -íntima y drástica- deja en claro que escribir poesía es un desgarro mayor y que esa casa, que costó muy barata por lo destruida que estaba, no es en absoluto práctica para vivir, pero que a ellos les gusta mucho. "Todo, todo tiene la mano de Amparo, yo solamente la disfruto, pero esta casa es su obra ..." Hace 16 años que está casado con Amparo Mardones, y entre ambos juntan seis hijos. Ya sólo vive con ellos Elisa, la menor, que estudia en Las Teresianas donde Zurita hace un taller de literatura. También este ingeniero de profesión, que ama tantos las matemáticas como las palabras, pero que se convirtió en un esclavo de la poesía, hace clases en la Universidad Católica, por petición del rector Rosso, quien hace años fue su alumno en un taller de poesía.

-¿Cree en Dios?.

-Sí. Ahora creo con una gran certeza, después de una larga, larga, larga, larga trayectoria en la que fuimos dos vecinos que no se saludan, que no se quieren conocer. De pronto vi que a pesar de todos los procesos que he vivido, que a pesar de mí mismo, estaba todo bien, que ella seguía al lado mío, como una musa, una pitonisa.

-¿Por qué escribió en el cielo de Nueva York "Dios es mi no"?.

-Porque sabía de la presencia de Dios, pero no quería hablar nada de él , incluso me molestaba su presencia. Y eso era recíproco. -

¿Creyó que se podía ganar este premio?.

-Fue sorprendente. Pero fue armónico, es otra cosa más de este proceso de gratitud en el que estoy. No pude dejar de pensar en un amigo poeta que hace pocos meses se mató en su pieza ahogado en su propio vómito. Nunca se publicaron su poemas. Pensé que yo podría haber sido él. Son tantos los que emprenden este camino de la poesía con toda su pasión, sin saber que lo más probable es que se encuentren con el silencio, que nadie jamás lea ni hable sobre su poesía. Y por obra del azar, que es inescrutable, alcancé la paz finalmente. Pero no puedo dejar de ser solidario con todos los que están y no llegan.

- Usted sabía que unos amigos y un par de editoriales lo habían postulado al Premio Nacional. ¿Qué hizo en esos meses de campaña soterrada?.

-Pueden no creerme, pero yo no andaba buscando el premio. Me dijeron que me habían postulado y no supe nada más hasta el miércoles pasado, cuando me llamaron a Colombia. Ni siquiera sabía cuándo se fallaba el premio. Estaba en Colombia en un seminario sobre el amor y la palabra, con Ernesto Cardenal, Gonzalo Rojas, Jorge Edwards y tantos otros. De repente me llamaron por parlante y dijeron que era urgente. Pensé que era una tragedia. Subí corriendo. Tomé el teléfono y me dicen que la ministra Aylwin quería hablar conmigo... Respiré tranquilo. Y pensé parece que me gané el premio nacional, porque no creo que me estén llamando así para otra cosa. Fue un momento muy emocionante.

-¿Comparable con otro en su vida?.

-Cuando yo era un tipo absolutamente desesperado, enloquecido, lleno de miedo, Ignacio Valente -José Miguel Ibañez- escribió sobre mí en El Mercurio. Esa vez lloré. Era la primera vez que alguien reparaba en mí. No nos conocíamos y él no tiene por qué saberlo, pero ese día salvó una vida, sin que se lo propusiera.

- Ambos momentos tienen que ver con el halago de otros. -

-Puede no ser con el halago. Tiene que ver con que yo puedo sentir que estoy completamente loco, pero de pronto alguien me dice no, no estás tan equivocado. No es que me digan estás en lo cierto, pero no estás tan errado.

- Veamos una por una sus locuras más famosas, las que por cierto ahora son materia sabrosa para la polémica. ¿Por qué quiso quedar ciego y se echó amoníaco en los ojos?.

-Vivíamos en un tiempo en que muchos estaban muy locos. Se torturaba, se desaparecía... En ese tiempo, uno de los cuerdos era yo. Intenté cegarme porque tenía un sueño que era escribir sobre el cielo, y pensé que era infinitamente más bello que quien había pensado en escribir sobre el cielo fuese el único que no lo pudiera ver. Afortunadamente no resultó, lo digo ahora con una gratitud infinita. Fue el año 80 y de ese derrumbe, nació Anteparaíso. Es un canto a la maravilla de estar vivo y ver, a pesar de todo.

- Durante el régimen militar, se marcó la cara con un fierro. Aún tiene la cicatriz.¿Por qué lo hizo?.

(Rechaza la idea de hablar de esto, se resiste unos momentos)... Me acababan de botar de una micro por mi aspecto de indigente. Había estado preso en las bodegas del barco Maipo, era comunista, tenía 23 años y cuando me humillaron, me acordé de Jesús diciendo que había que poner la otra mejilla. Era un poeta no publicado, estaba solo y me marqué la cara. Allí empecé a escribir Purgatorio. Y comprendí que no tenía ya que marcar mi cara, sino marcar el cielo y el desierto con una visión que significara, al menos, el vislumbre de la felicidad.

-¿Sigue escrita su frase "Ni pena ni miedo" sobre el desierto de Atacama?.

-Sólo se lee desde arriba. Y la palabra que más se ve es miedo. Las otras se han borrado un poco.

-¿Es verdad que se masturbó en una galería donde usted presentaba un libro, en los años 80?

-No es verdad. Es un mito. Jamás he hecho nada así en público... ¡Tendría que haber sido superman! En público, nada. Lo que pasó es que hablé de eso, dije que una obra de esa potencia sólo podía presentarse con esta foto. Y mostré una foto mía, fuerte, pero que hoy se podría hasta mostrar en Canal 13. Y alguien la llevó a El Mercurio y se publicó como si ello hubiera ocurrido ahí. Pero es un mito.

- Con todo esto, ¿no le parece razonable que lo consideren loco?.

- Soy consciente de la vida que me ha tocado vivir. Mi poesía le puede parecer a unos buena y a otros vergonzosa, como se ha dicho, pero independiente a ello, me siento orgulloso de la dignidad y de sus consecuencias. He sido honesto con lo que he hecho, y valiente. Nunca me he dejado una puerta abierta para retroceder. Siempre que he sentido algo, me he lanzado con todo. Ese es mi único orgullo. Los poemas son un don, no son mis méritos, es como haber nacido bonita. Los méritos son tratar de hacer una vida lo más honesta posible.

LEALTAD U OFICIALISMO

- Después de los homenajes que le rindieron en Colombia, ¿qué le pasó con la controversia que suscitó en Chile su nombramiento?.

-Casi al volver a Chile me llamaron de un canal de televisión y me pusieron en directo las declaraciones de Lafourcade y de otros. La verdad es que respondí y ya está hecho, pero después comprendí que no debí haberme rebajado a contestar. Nunca más voy a hablar del tema.

- Pero hay cartas todos los días en la prensa, incluso dicen que se revisará el fallo.

-Todo eso ya pasa a ser cómico. Dejó de importarme. Me quedo con la alegría de tanta gente. ¿Sabe cómo llamaban a Gabriela Mistral, sus correligionarios? "Gabriela, la maraca". Ella se fue de Chile para no volver. A Neruda también le decían las cosas más tremendas. Lamento que esta tradición chilena, que pertenece a poca gente, se repita también conmigo.

-¿Compara su poesía con la de la Mistral y Neruda?.

- Sí. -

Estamos hablando de dos premios Nobel.

-,Sí, me siento parte de la gran continuidad de la poesía chilena. De Neruda, Gabriela Mistral, Huidobro, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra.

-¿Cómo se vive con las críticas?.

- Es sencillo. Mi pasión es lo que hago, es lo mejor que puedo dar en lo que escribo. Todo lo demás no tiene nada que ver conmigo. Pertenece a un mundo que no tiene que ver con el espacio que hay cuando estoy con mi lápiz. Es otra cosa. Ahí se entra al mundo de lleno, donde la gente se insulta. La poesía es el intento más heroico, demencial, sublime y desesperado por mantener la dignidad del mundo. Todo lo que yo haga, incluso mis propios exabruptos, pertenecen a ese mundo que la poesía intenta construir.

- Debe haber sido más fácil para usted ser poeta cuando era comunista y marginal. Hoy se le considera un poeta oficialista, porque trabajó por la Concertación y ha colaborado en todos los gobiernos.

- Decir eso es no conocer la poesía. Mis Poemas militantes, el último libro, no tienen nada de obsecuente. Es exigente y plantea lo absolutamente irreconciliable que es el poder y la poesía. Incluso, el más crítico de esos poemas está escrito a una de las personas que más admiro y quiero, que es Ricardo Lagos.

- Pero se fue a Roma como Agregado Cultural. Eso es trabajar para un Gobierno.

- Me ha tocado trabajar para sobrevivir. Y fui Agregado Cultural en tiempos de Aylwin como tantos escritores. He sido una persona de izquierda y he trabajado desde la primera campaña, con Lagos, Valdés y tantos. Me siento parte de todo lo que se ha construído en Chile. Pero al mismo tiempo, me siento horrorizado de la sociedad que emergió. Una sociedad narcotizada al extremo, como si todo estuviera fantásticamente bien y que sentía los gritos de los detenidos desaparecidos como si provinieran de una galaxia ajena y molesta. Y eso está planteado y escrito en Sobre el amor y el sufrimiento. Pero soy profundamente leal a este proceso, sin embargo participo desde la poesía, con la crítica que ello significa. Pero son críticas al alma de mi país, no a un proceso que, con todos sus errores, vacilaciones y cobardías, poco a poco nos abre una esperanza.

- No se considera oficialista. ¿Significa que sigue siendo revolucionario?.

- Sigo siendo revolucionario y lo seré siempre.

- En términos económicos, el premio le soluciona una parte de la sobrevivencia.

- (Sonríe) Mi madre, viuda, italiana, que trabajó 35 años para sacar adelante a sus dos hijos y a su madre, ha tenido siempre una gran preocupación conmigo porque yo no imponía para una jubilación. La primera llamada que hice cuando supe del premio fue a este ser maravilloso que es mi madre y le dije: "Puedes dejar de preocuparte, ¡tengo jubilación!".

 

 

 

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