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................................ GABRIELA MISTRAL

 

 

Re-conociendo a Gabriela Mistral

  A 23 años de su muerte y a 35 de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, la obra de Gabriela Mistral ha llegado a ser casi completamente " desconocida" en su patria: referencia sentimental, nombre que surge en actos oficiales y luego se desvanece, memoria sólo de la maestra que fue o de la mujer que amó a los niños. Pero su poesía mejor -de cuarzo, de telar , de salmodia , de tensa entrega a Dios, de reconocimiento a la dignidad de la persona humana, de entrañable amor por su tierra- es tan ignorada como su prosa, que cubrió casi todos los campos del crear. Prosa que recién comienza a ser recogida en los libros publicados por Editorial Andrés Bello, Editorial Nascimiento y Editorial Universitaria, por justicia que Chile debía a esta "madre de la patria", y por admiración de Roque Esteban Scarpa, Alfonso Calderón y Luis Vargas Saavedra.

          "Hoy" ha querido sumarse al homenaje que las mujeres de Chile le rendirán el sábado próximo, presentando una selección de sus textos hecha por Miguel Arteche y Gastón von dem Bussche, algunos de los cuales poseen ese don que suele atribuirse a los poetas: el de vaticinar.


Paz y derechos humanos


 
 Derechos: Hace ocho años dos palabras bajaron hacia las multitudes de varias naciones y de millones de hombres, y son esas palabras las que celebramos hoy en la forma de los Derechos Humanos.
          Muchas patrias ya conocían esta honra, pero no eran todas las criaturas quienes gozaban de estos derechos. Este día llego por fin hace ocho años, y los celebramos como un nacimiento pascual.
          No eran pocos los que dudaron de que la libertad acarrease bienestar a los pueblos retardados, y ellos mismos habían rehusado a hombres y mujeres esta gracia tan justiciera.
          Celebramos la universalidad de vuestra hazaña civil, pero subsiste en nosotros todavía un gesto de tristeza. Echemos una mirada que abrace el mundo y quedaremos pensativos.
          Recordemos en este aniversario el ancho y noble bien logrado, y hagamos con fervor el voto de que esta fecha será en el calendario de 1956 absolutamente gloriosa.
          Los elegidos que recibieron la chispa divina bajaron a redimir no sólo a sus multitudes. Ellos bajaron a salvar a todos los pueblos que vendrán después.
          Los presentes, que estábamos hartos de tan larga espera, los que no aceptamos seguir viviendo como entre privilegiados, continuaremos esta campaña. En ninguna página sagrada hay algo que se parezca al privilegio y aún menos a la discriminación: dos cosas que rebajan y ofenden al hijo del hombre.
          Yo sería feliz si vuestro noble esfuerzo por obtener los Derechos Humanos fuese adoptado con toda lealtad por todas las naciones del mundo. Esta triunfo será el mayor entre los alcanzados en nuestra época.
 
(
Mensaje sobre derechos humanos, Gran Sala de las Naciones Unidas. 1955).

Paz: Es necesario que la paz sea la soberana verídica de la vida, y que el trágico filo del odio guerrero se vuelva sombra, humo y olvido para ser reemplazado por el resplandor del afecto humano extendido y floreciente para todos.


América, hoy y mañana

          ¡ América! ¡América! Todo por ella, porque todo nos vendrá de ella, desdicha o bien.
          Somos aún México, Venezuela, Chile, el azteca-español, el quichua-español, el araucano-español. Pero seremos mañana, cuando la desgracia nos haga crujir la quijada, un solo dolor y no más que un anhelo.

Maestro: Enseña en tu clase el ensueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Divulga a la América, a su Bello, a su Montalvo, a su Sarmiento, su Lastarria, su Martí.
          Describe a tu América. Haz amar tu luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América. Di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla del Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia.

Periodista: ten justicia para tu América total. No desprestigies a Nicaragua para exaltar a Cuba; ni a Cuba para exaltar a Argentina. Piensa en que llegará la hora en que seamos uno, y entonces tu siembra de desprecio o de sarcasmo te morderá en carne propia.

Artista: muestra en tu obra la capacidad de finura, la capacidad de sutileza, la exquisitez y la hondura a la par, que tenemos. Cree en nuestra sensibilidad que puede vibrar como la "otra", y manar como la otra, la gota cristalina y breve como la obra perfecta.

Industrial: ayúdanos a vencer, o siquiera detener la invasión, que llaman inofensiva y que es fatal, de la América rubia, que quiere vendérnoslo todo, poblarnos los campos y las ciudades de su maquinaria, de sus telas, hasta de lo que tenemos y no sabemos explotar. Instruye a tus obreros, instruye a tus químicos y a tus ingenieros. Tú deberías ser el jefe de esta cruzada que abandonas a los idealistas.
           ¿Odio al yanqui? No. Nos está venciendo, nos está arrollando por culpa nuestra, por nuestra languidez tórrida, por nuestro fatalismo indio. Nos está disgregando por obra de algunas de sus virtudes o de todos nuestros vicios raciales. ¿Por qué le odiaríamos? Que odiemos lo que en nosotros nos hace vulnerables a su clavo de acero y oro, a su voluntad y a su opulencia. Discutimos inacabablemente, mientras él "hace", ejecuta. Nos despedazamos, mientras él se afirma como una carne joven. Hablamos, alegamos mientras él siembra, funde, asierra, labra, multiplica, forja.
          Dirijamos toda actividad como una flecha hacia ese futuro ineludible. La América española una, unificada por dos cosas estupendas : la lengua que le dio Dios y el dolor que le da el del Norte.

Materias Primas: En dos tercios de la América seguimos siendo los países de las materias primas, como quien dice los parientes de Africa primaria. Continuamos pagando a duras penas con nuestras bajas monedas, desde los arados hasta las ropas que nos visten. Compramos buena parte de la farmacopea. La tapicería extranjera que cubre nuestras habitaciones, aunque seamos excelentes tejedores, y la vajilla exótica brilla en nuestras mesas, aunque España y Portugal nos trajeron sus cerámicas ejemplares. Países de selva, cuyo aire trasciende a madera, compran sus fósforos y su papel a Escandinavia, y pueblos de costa desatada no se echan todavía al mar, y continúan pagando el bacalao seco.

Exitismo:  El exitismo sudamericano es algo descomunal. Me conozco muy bien su cara vulgar. La he visto en la condescendencia ante el dinero, ante el poder estatal, ante la mediocridad personal afortunada.

 

Chile, de monte a mar

Chile: un territorio tan pequeño que en el mapa llega a parecer una playa entre la cordillera y el mar: un paréntesis como de juego de espacio entre los dos dominadores centaurescos. Al Sur el capricho trágico de los archipiélagos australes, despedazados, haciendo una inmensa laceradura al terciopelo del mar, y las zonas naturales, claras, definidas, lo mismo que el carácter de la raza. Al Norte, el desierto, la salitrera blanca de sol, donde se prueba el hombre en esfuerzo y dolor. En seguida la zona de transición, minera y agrícola, la que ha dado sus tipos más vigorosos a la raza: sobriedad austera del paisaje, uno como ascetismo ardiente de la tierra. Después la zona agrícola, de paisajes afables; las manchas gozosas de los huertos y las manchas densas de las regiones fabriles; la sombra plácida del campesino pasa quebrándose por los valles, y las masas obreras hormiguean ágiles en las ciudades. Al extremo sur, el trópico frío, la misma selva exuberante del Brasil, pero negra, desposeída de la lujuria del color; islas ricas en pesca, envueltas en una niebla amoratada, y la meseta patagónica, nuestra única tierra de cielo ancho, de horizontalidad perfecta y desolada, suelo de pastoreo para los ganados innumerables bajo las nieves.

Eternidad: Creo que en la eternidad debe haber una oficina chilena de tramitaciones.

Comienzo: Todas las culturas han comenzado por la tierra. En Chile la cultura ha querido comenzar por el bachillerato.

Nostalgia: Recuerdo mi Chile con verdadero amor. ¿Cuándo iré por allá? ¿Cuándo comeré con usted en su mesa evangélica el sabroso pan de mi espiga chilena? ¿Cuándo beberé la sangre de mi lagar chileno, en su copa, brindando? Iré por los Andes, bordeando la orilla del Maipo; poe el Pacífico, cuyas olas cantan el himno de la voluntad; iré por el Valle respirando mi prana vital; emborracharé mi pupila en el paisaje nortino; miraré el infinito de Chile, yo la descastada.

Elqui: El valle de Elqui es la cuchillada más estrecha con que un viajero pueda encontrarse en cualquier país. He andado bastante, y no conozco región más angustiada de suelo vegetal, y en el cual, sin embargo, vivan tantas gentes. Se camina por él como tocando con un costado el cerro y con el otro el de enfrente, y aquellos que están acostumbrados a holgura en el paisaje se sienten un poco ahogados cuando van por el fondo de ese corredor de montañas salvajes. Estoy seguro que las niñas de la escuela de mi hermana, cogidas de la mano, daban la anchura máxima del valle.

 

Rostros, recuerdos, gentes

    A estos mis niños, me los he visto y bebido por estos recodos y senderillos de América, que siempre, al verlos al fondo de sus voces, se me antojan también algo como infancia de la tierra, para que mejor rimen en el ejercicio de su travesura y de su asombro. A esos mis niños, los he oído cantar. En veces embebidos, niños amautas de la puna peruana y cholitos que ponen un timbre de fuente viva entre la sequedad de vidrio contra cielo en que tiembla el Anáhuac; o los indiecitos de Titicaca que cantan mientras las barcas fluyen de sus manos como encajes de agua.
          Estos niños, mios, estos niños de niebla y aire, casi irreales en su belleza menuda y pobre, tienen algo de cervatillos que aprontan el casco y giran el ojo en husmeo de cazador. Hay, por eso mismo, que sorprenderlos en el canto como a los ciervos en el bebedero: sin ruido de hojas ni aspaviento de presencia. Entonces se darán enteros en su ricura elemental. Puros y dóciles a su propio llamado. Aleladillos. Mirándose llover como dicen los brujos del yaraví. Qué algo de magia, algo que es mayor que todo lo adulto, algo contemporáneo de ídolos y piedras, se les vuelve arcilla ensimismada y cándida vez en sus mejillas de avena.

Neruda: Una vez me prohibieron desde allá, y por orden de González Videla recibir en el consulado a Neruda. Qué poco me conocen. Me hubiera muerto cerrándole la puerta de mi casa al amigo, al gran poeta y, por último, a un chileno perseguido y a quien en sus primeros pasos influí con lecturas que le seleccioné y que afirmaron su recio espíritu. Yo fui perseguida. Y cómo. También fui echada de revistas y diarios. Y lo serán muchos escritores que gritan las verdades. ¿Anonadarse o callar? ¡Semimuerte! Allá se persigue o se les hace sombra a los escritores mientras están vivos y son valientes. O se atreven a declarar sus ideas y sus anhelos.

 Canto de mujer: Una mujer está cantando en el valle. La sombra que llega la borra; pero su canción la yergue sobre el campo.
          Su corazón está henchido, como un vaso que se trizó esta tarde en las guijas del arroyo. Más allá canta. Pero la escondida llega, se aguza pasando la hebra del canto, se hace delgada y firme. En una modulación la voz se moja de sangre.
          En el campo ya callan por la muerte cotidiana las demás voces, y se apagó hace un instante el canto del pájaro más rezagado. Y su corazón sin muerte, su corazón vivo de dolor, ardiente de dolor, recoge las voces que callan en su voz, aguda ahora, pero siempre dulce.
          ¿Canta para un esposo que la mira calladamente en el atardecer, o para un niño al que su canto endulza? ¿O canta para su propio corazón, más desvalido que un niño solo al anochecer?
          La noche que viene se materniza por esa canción que sale a su encuentro. Las estrellas se van abriendo con humana dulzura. El cielo estrellado se humaniza y entiende el dolor de la tierra.
          El canto puro como un agua con luz, limpia el llano, lava la atmósfera del día innoble en el que los hombres se odiaron. De la garganta de la mujer que sigue cantando, se exhala y sube el dia, ennoblecido; hacia las estrellas.

Madre: En el fondo de tu vientre se hicieron en silencio mis ojos, mi boca, mis manos. Con tu sangre más rica me regabas como el agua a las papillas del jacinto, escondidas bajo tierra. Mis sentidos son tuyos, y con este como préstamo de tu carne ando por el mundo. Alabada seas todo el esplendor de la tierra que entra en mí y se enreda a mi corazón.
          Madre: no hay ritmo más suave que ese de tu mecedura, y las cosas plácidas que hay en mi alma se cuajaron con ese vaivén de tus brazos y tus rodillas. Y a la par que me mecías me ibas cantando, y los versos no eran sino palabras juguetonas, pretextos para tus mimos.
          En esas canciones, tú me nombrabas las cosas de la tierra: los cerros, los frutos, los pueblos, las bestiecitas del campo, como para domiciliar a tu hija en el mundo, como para enumerarle los seres de la familia, ¡tan extraña!, en la que la habían puesto a existir.
          Y así, yo iba conociendo tu duro y suave universo: no hay palabrita nombradora de las criaturas que yo no aprendiera de ti. Las maestras sólo usaron después de los nombres hermosos que tú ya habías entregado.
          Tu ibas acercándome, madre, las cosas inocentes que podía coger sin herirme: una hierbabuena del huerto, una piedrecita de color, y yo palpaba en ellas la amistad de las criaturas. Tú, aveces, me comprabas, y otras me hacías los juguetes: una muñeca de ojos muy grandes como los míos, la casita que se desbarata a poca costa. Pero los juguetes muertos yo no los amaba, tú te acuerdas: el más lindo para mí era tu propio cuerpo.
          Yo jugaba con tus cabellos como con hilillos de agua escurridizos, con tu barbilla redonda, con tus dedos, que trenzaba y destrenzaba. Tu rostro inclinado era para tu hija todo el espectáculo del mundo. Con curiosidad miraba tu parpadear rápido y el juego de la luz que se hacía dentro de tus ojos verdes. ¡Y aquello tan extraño que solía pasar por tu cara, madre, cuando eras desgraciada!
          Todito un mundo era tu semblante. Tus mejillas, como la loma color de miel, y los surcos que la pena cavaba hacia los extremos de la boca, dos pequeños vallecitos tiernos. Aprendí las formas mirando tu cabeza: el temblor de las hierbecitas en tus pestañas y el tallo de las plantas en tu cuello, que, al doblarse hacia mí, hacía un pliegue lleno de intimidad.
          Y cuando ya supe caminar de la mano tuya, apegadita cual un pliego vivo de tu falda , salí a conocer nuestro valle.

Niños: Los niños me gustan más a medida que envejezco. Creo que se vuelve monstruo hasta la mejor mujer que prescinde de las criaturas en torno suyo.

Mujer: la mujer es una guardiana de la vida, y por lo tanto una socia natural de todos los negocios humanos.

 Sandino: Para mí, Sandino es un héroe. Nicaragua ya dio a Ruben Darío y a Sandino. Sólo faltó que hubiera nacido allí el Libertador Simón Bolívar.
          El general Sandino carga sobre sus hombros vigorosos de hombre rústico, sobre su espalda viril de herrero o forjador, con la honra de todos nosotros. Gracias a él la derrota Nicaragüense será un duelo y no una vergüenza. Gracias a él, cuando la zancada de botas de siete leguas que es la norteamericana vaya bajando hacia el Sur, los del Sur se acordarán de los dos mil de Sandino, para hacer lo mismo. Gracias a él, los mismos nicaragünses que ayudan al establecimiento del protectorado, serán menos desdeñados por el protector, porque son,  al cabo, hermano o el pariente de "aquel Sandino".
          Los hispanistas políticos que ayudan a Nicaragua desde su escritorio o desde un club de estudiantes, harían cosa más honesta yendo a ayudar al hombre heroico, héroe legítimo, como tal vez no les toque ver otro. Sandino según, parece, no ha visto llegar hasta hoy los mozos argentinos, chilenos, ecuatorianos, que son de su misma carne, y que le deben una lealtad temeraria y perfecta que sólo la juventud puede dar. ¿Dónde está la naturálisima, la lógica, la Legión Hispanoamericana de Nicaragua?






 

 

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