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ÉXODO LÍRICO Y REVELACIÓN LITERARIA
A partir de La muerte de Caín (en el nombre del hijo) del poeta Ernesto Carrión

Por Héctor Hernández Montecinos




Vienen desde distintas tradiciones y lecturas, casi no se conocen, están en los márgenes de los núcleos de irradiación neoliberal, sin embargo, y sin proponérselo, están inventando un horizonte donde podrían aparecer aún nuevas propuestas, y justamente ese es su triunfo, la invención de un nuevo lector para estas escrituras. Profundamente solitarios, alejados de los brillos de los mercados editoriales y de las famas de papel en vida, est@s poetas trabajan el lenguaje poético tanto como deconstrucción del idioma y (des)traducción visual y fónica. El idioma ya no sólo sirve para nombrar sino que también para verse y oírse. Las letras se convierten en objetos que producen ruido al arrastrarse sobre el papel y la escritura de sí misma en exterioridad y materia.

Estas escrituras hacen delirar al lenguaje, estrujan su comunicabilidad y proponen las posibilidades de su exterminio, quiero decir que, sólo desde el lenguaje es posible su desastre trágico, lo cual también significaría su momento de mayor lucidez. También crean una nueva comunidad dentro del imperio lingüístico del idioma, inventan nuevas civilidades gramaticales, descubren nuevas ciudadanías léxicas, en efecto, constituir estas comunidades quiere decir a la vez abrir el lenguaje a su propio nomadismo, su fuga y su trashumancia.


Concretamente, y a modo de somero panorama, estoy pensando en los mexicanos Jorge Solís Arenazas, Rodrigo Flores, Karen Plata, en Alan Mills de Guatemala, Giancarlo Huapaya, Miguel Ángel Malpartida y José Carlos Yrigoyen del Perú, María Eugenia López de Argentina, el colombiano Felipe García Quintero, los brasileños Paulo Fichtner, Virna Teixeira y Laura Erber, Manuel Barrios y Virginia Lucas de Uruguay, y podría seguir enumerando.La mayoría de estas escrituras están pensadas como obras, no como conjuntos de poemas ni de libros. Son obras como propuestas, y desde allí aparece su radicalidad, pues rompen la linealidad del progreso, tienen un carácter insular, se ponen en tensión ellas mismas y al circuito de su aparición. Estas escrituras aceleran los procesos de cambio en los sistemas donde emergen, alteran el estado "natural" de la poesía, atribulan la quietud del canon conservador. De allí que se pueda asegurar que estas nuevas formas de radicalidad invalidan al resto de las obras, las dejan en vergüenza, ridiculizan al guante conservador, se burlan del miedo.Es en este renovado escenario donde la escritura del poeta ecuatoriano Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977) irrumpe de manera cabal y brillante. La edición de La muerte de Caín (en el nombre del hijo) que es la trilogía de sus libros publicados: El libro de la desobediencia (2002), Carni vale (2003) y Labor del extraviado (2005), más el inédito La bestia vencida, viene a situarlo como uno de los poetas jóvenes más penetrante en cuanto a la configuración de nuevas mitologías para después de la catástrofe, es decir, la obra poética de Ernesto Carrión de manera tajante relee y reescribe el primer libro de nuestra cultura judeocristiana, en una amplia magnitud, y lo transfigura a modo de iluminación en un solo gran poema de una intimidad desgarrada y de saberse más como incógnita de sí que de certeza y verdad. Junto a esta directriz también aparece el fulgor filosófico de una mirada atenta que no sólo ve el mundo sino que también lo pone en entredicho como representación y que hace del viaje una metáfora atribulada de la vida misma.

En "El libro de la desobediencia" asistimos a una emergencia en el múltiple sentido de la palabra, este emerger de un caos ordenado que es paralelo al Jardín del Edén, inaugura un espacio de tinieblas más brillantes que los ángeles y de gárgolas más sabias que cualquier serpiente. La noche es el inicio de esta escritura que invierte la página en blanco en su negativo lleno de estrellas. La penumbra es el perfil de la visión deseosa que altera y embriaga toda señal perceptiva y donde Dios es una bestia más que vaga por este páramo primigenio que niega todo tabú y que se abre como una nueva posibilidad de territorio-cuerpo-discurso:
Este paraíso, no fue un paraíso.
Mejor diría yo, un cielo turbio y un árbol engañoso.Y negación del tacto que la ternura inventó
para lucir la piel.Este paraíso, quizás fue una flor enterrada
bajo un aguacero de días.
Pero jamás un paraíso.Quien nos mostró la caída,
no fue quien nos mostró como abrazarnos.

(pg. 16)
En este sentido, la desobediencia tiene que ver con el primer pecado de Dios, es decir, la envidia que sintió cuando Adán y Eva pudieron mentirle acerca de lo que habían hecho, esto es que, Dios al ser la Verdad no puede mentir, su palabra es un hecho en sí. Cuando ordena que la luz se haga no queda otra posibilidad, no cabe la ficción en Dios, no puede decir algo que no sea verdadero, y si es que lo hiciera crearía mundos imaginarios y ficcionales, lo que le significaría ser un escritor, y no lo es, Dios jamás ha escrito. El que puede mentir puede escribir. Es desde esta "desobediencia" literaria que la angustia por esta emergencia se torna metareflexiva y el pecado original es el primer pecado de Dios que permite la real creación del mundo a partir de su libertad y genio creativo. En efecto, los diálogos de Adán y Eva, y Caín y Abel no son la lamentación por un paraíso perdido, sino que un cántico por un fuego eterno que es la realidad misma, de tal modo como puede ser una ciudad latinoamericana en medio de un diluvio de tristezas, de las plagas del deseo, el pacto de la ternura o las leyes escritas en un arroz.Una vez que ya se ha configurado este nuevo mundo, la subjetividad escribiente se cuestiona su estar allí como artista de sí o como demiurgo trágico de una ficción real. Es decir, el extravío es al mismo tiempo el encuentro consigo mismo en un escenario a la vez milenario y fugaz como la misma literatura que Carrión transforma en materialidad y correlato de su pérdida, que por lo demás es el origen de toda escritura: algo está o se ha perdido, esa ausencia no desaparece y no termina más que dando a luz un suplemento, su simulacro, en este caso la poesía.En "Carni vale" se experimenta la soledad múltiple de la escritura que se lee a sí misma como un cadáver exquisito y parlante, esto es que, ya una vez des-situado en el mundo todo se ha vuelto literatura, es decir, en muerte extravertida como suspensión relativa y huella trágica. La noche originaria es cada recuerdo que la subjetividad escribiente va desenmarañando de ese pasado mítico, pero a la vez urbano y latinoamericano. No hay pasado que no esté contado desde adelante, desde donde el poeta vislumbra lo que ha sucedido y lo regresa como una constatación ficticia de su propia existencia. En esta misma angustia creativa es que en estos textos aparece Homero, Safo, Li Po, Pessoa a modo de un cementerio carnavalesco en que la página escrita se resiste a todo intento por desaparecer. No hay muerte, se padece eternamente.
nada hay más hermoso que un hombre muerto.
retocando su rostro verdadero, bajo el inmenso árbol de la sangre. Y nada hay más honesto que un hombre muerto; callado por su condición de muerto, y no callado por temor al abandono. Y nada hay más hermoso que un hombre muerto; algo fláccido y de pómulos serenos, que ya no se enrojece por insinuaciones; o delicado como una servilleta que gira mucho antes de tocar el piso.…en la ciudad desierta, detrás de los laureles, asoman las primeras sombras. (llueve).

(pg. 115)
Los cuerpos son una sobrenaturaleza lezamiana que Carrión lúcidamente alterna como pivotes del deseo y el miedo vertiginoso a sí mismo, es en esa lucha desde donde los intersticios de una contingencia como subjetividad se despliega como un haz de vectorialidades en fuga de su intrínseca exteriorización. El amor es una constante política que se trasluce en esta escritura, pero que se fragmenta a un nivel molecular lo que lo convierte en una metáfora de una dispersión que no deja de ser intermitente y transversal a todo el libro.Es en "Labor del extraviado" donde este desvío sagaz cala más hondo de la misma manera como Caín, quien luego de matar a su hermano, desobedeciendo la ley y el tabú, comienza un largo éxodo iluminando todo a su alrededor con la marca en su frente. Este es el eje de todo el libro, de allí su nombre, se está frente a una manera de entender la literatura como un crimen, un atentar contra la página en blanco que es un cuerpo a la vez, y que desea y es deseada por quien pone su mano encima. De tal modo que cada lector se convierte en un centinela metido en un laberinto de palabras y silencios que no puede más que corroborar las pruebas fehacientes del hecho fatal; de allí la retirada, el naufragio en la isla más lejana donde nada tiene nombre porque todo solamente es. Estos textos lo saben, y hablan desde su propia escritura muda, de cómo un hombre puede estar extraviado en Ecuador, Cuba o Francia y que la escritura sea el país que lo acompaña en este exilio de paisajes alucinantes donde lo más parecido al prójimo es un extraño. Tantos lugares que son cuerpos hablando, moviéndose a la velocidad de la luz y la oscuridad, signos que brillan en las noches donde se amanece sin saber donde se ha acostado. Ojalá nunca se regrese a casa, así es la literatura, ese viaje odiseoso que es lo más cercano a la libertad, donde cada error es una iluminación cotidiana y cada desastre es una señal maravillosa para seguir perdiéndose.
CAMINOS ... CASAS ... PARQUES ... BARCAS ... SÓTANOS ... IGLESIAS ... PLAYAS
DE ... LA ... CÓLERA
LOGRADA ... EN ... CIERTAS ... TARDES ... DE ... FRANQUEZA
caminos para llegar a otros caminos como pozos eternosviviendas que nunca fueron viviendas
................ a las que sólo le crecieron cabellos de metal o paja sobre cuatro pilaresCAMINOS DE PIEDRA ... O ... DE TELA ... ARREANDO ... SUAVEMENTE EL CUELLO DE LOS OJOS PROFUNDO EN LAS ESTRELLAS
hierba enrarecida y domada con violencia en los brazos del sueñoy yo por los caminos y el ruido de los arrabales donde los hombres meaban a sus mujeres con un vaho dementepor las veredas que iban prendiendo sus primeras luces
mientras el viento hundía su pico entre los cerros y los árboles mojaban sus gargantas en las azoteas más oscuraspor . un . río . trenzado . de . horizonte . y . las rosas . que . conmigo . no . conocían comercioNOCHES DE REDES FURTIVAS Y LICORES QUE PLATEABAN EL LOMO DE MI BESTIAUNO TRAS OTRO DETRÁS DE CADA NUCA QUE RASPABA SIEMPRE EL YESO DE MIS CRUELDADES mas bien pudiera ser que esté muriendo

(pg. 141)
Este extravío es el que ha convertido en una bestia a la subjetividad escribiente, un ser ni completamente humano, celestial o animal, es decir, un simulacro que ya no se ve a sí mismo, un coro de subjetividades que bordean la locura, la cual tampoco puede mirarse a sí misma. De este modo "la bestia vencida" que es el último capítulo del libro viene a ser una clausura a todo este increíble itinerario épico que se fue construyendo desde el primer poema. Esta remedo de subjetividad que es la bestia, es a la vez trasunto de la humanidad misma, una mascarada de identidades para poder velarse como un "yo". La muerte también no deja de aparecer en estos textos, a modo de un último respiro o recuerdo de ese viaje iniciático que ha llegado hasta un grado de desvarío tal que cada escrito es una nueva versión de una misma angustia nómade.El delirio final de la subjetividad escribiente es el que lo hace volver a ese estado original que no fue la utopía paradisiaca, sino que a ese estado latente que es la vida como puro desplazamiento de cuerpos, territorios y discursos. Es en estos textos finales donde se vuelve a sí mismo sabiendo tras una larga e intensa travesía, tal como Caín, que morirse es un pecado y por eso la poesía debe sobrevivir a la catástrofe que este joven poeta ha sabido vislumbrar desde su obra poética aquí reunida y que lo sitúa como uno de los autores más importantes de este tiempo trágico. Su obra está llena de la negra luz que hace que cada página escrita sea un cielo estrellado donde poder soñar con un futuro, pero con los mismos cuerpos celestes del primer día de la humanidad.
soy el resultado de un poema que alcanza de un desorden su exterminio
sólo me queda nacer entre los hombres(pero nunca moriré entre ellos)

(pg. 251)

 

 


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Éxodo lírico y revelación literaria.
A partir de "La muerte de Caín (en el nombre del hijo)" del poeta Ernesto Carrión.
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