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La Fragmentación del Sujeto poético y la representación del hablante como
traficante en la Poesía de Harry Vollmer

Por Mauricio González


Una de las características que presenta la postmodernidad es la crisis del sujeto, donde aparece la noción de fragmentación y dispersión, pues ya no se concibe a éste como una unidad de base que ordena el mundo a partir de una voz o mirada. Ahora la identidad del uno se construye a través del otro: el yo - sujeto es una dinámica constante, que al moverse y extenderse hacia el otro se va constituyendo a través de las miradas y voces que lo van atravesando y construyendo en una identidad plural y heterogénea. En otras palabras, el  sujeto se va erigiendo en la medida que su experiencia se identifica o “negocia” con otros sujetos de  experiencia en un esquema espaciotemporal específico que contiene al yo = otro que forma a este sujeto que se hace a partir de una colectividad.

En general, en la poesía Chilena el asunto de la fragmentación del sujeto poético ya ha sido estudiada por autores como Naín Nómez, quien advierte que “desde los años cincuenta, la obra de Nicanor Parra, Gonzalo Rojas y Enrique Lihn y otros poetas chilenos pone en duda la unidad totalizadora del sujeto poético de la tradición vanguardista, situándolo en una precaria situación de disolución y pesimismo, que se extiende hacia la poesía de los sesenta y abarca hasta nuestros días” (Nómez, 109).

En específico, en las obras “Chaucha” y “Con Ajo” del poeta Harry Vollmer se percibe a un sujeto poético diseminado por múltiples voces textuales que configuran la pluralidad de un hablante que se derrama en una colectividad con la que se identifica. En este sentido, el hablante es una subjetividad que interactúa con su entorno y su propia historicidad, a su vez, posee una inquietud nomádica que lo lleva a caminar por los bordes de la ciudad; en definitiva, es un sujeto que va siendo en la medida que va diciendo (por otros) y se proyecta a sí mismo en un acto solidario de apertura de la experiencia que negocia con las otras experiencias que cobija y neutraliza en su decir, transformando la subjetividad en un cúmulo de subjetividades que objetivizan a ésta.

Así pues, podemos apreciar en los poemas a seres flagelados que narran sus historias a partir de la primera persona:

Yo nunca hable mucho,        sino hasta la segunda bolsa
Hasta que la manga izquierda rebosaba en tolueno,    
Después, sólo busqué el brillo en los ojos del enemigo
La moneda con pan rancio,     el sucio bolsillo
                                                                               Del padre ebrio sobre la mesa.
Es cierto que nunca respiré muy bien por las mañanas
Y que las zapaterías siempre fueron mi paz y refugio,
                                                El vertedero de las constructoras el paraíso
Puta Tío, una vez buscando pintura
        Encontré una tele que funcionaba
Y me la lleve pal muro de los lamentos (…)
Si te digo Tío, yo por un momento mandé en el barrio
                Fueron mías las mejores minas
                  Y fueron míos también algunos pendejos.
Ahora es puro mojado, cebada,    ya estoy viejo para eso
No puedo chorear,   
                       Ni tirando la manga me dan monedas. (…) (Con ajo, 34 – 35).

En el poema se cuenta la historia de una persona que inhalaba todo tipo de tóxicos que le inhiben el hambre, frío y dolor. La alusión al Tío, nos indica que hay un sujeto que está escuchando la historia, por lo tanto, el hablante se convierte en un oyente que ampara y se extiende hacia el otro, en este caso mediante el oír. En concreto, vemos como la literatura nos muestra desde otra mirada, más humana y digna, un suceso que puede ser cotidiano en las ciudades de Latinoamérica y en particular de Chile. Un hecho que mediante esta otra mirada, además de percibir, imagina al otro desde el otro.

En el libro Chaucha también podemos apreciar este acto de compasión y ternura, ahora sin la presencia del hablante – oyente. Es el mismo vagabundo quien nos interioriza en su habitar / mendigar:

Solo cada cuatro personas suena el tarro
La soledad es una niña muda que atiende por quinientos pesos
Mi puerta la del cielo
Mi rumbo esta calle
Cada cuatro personas pido la vida
Un trozo de algo que sobre
Casi todos pasan soñando el premio
Mentalmente dividiendo casas y autos entre la familia.
Otros con ideas de suicidio
En días de lluvia me entretienen los caracoles
Y feliz pienso en los bares llenos
A veces, muy pocas veces una mujer en la cama.
Suena el tarro por inercia
Y voy sacando las monedas, antes que las roben.
Mañana será distinto alguien me dice cada día
Algo me duele en los recuerdos
Cada cuatro personas
Solo se hacer sonar mi tarro. (sin Nº)

Como vemos, el sujeto vagabundo y solitario, alienado de la sociedad y absorto en su introspección nos narra sus deseos, sueños y observaciones de la multitud que avanza sin cesar, con sus sueños y deseos igual que él, pero de otra condición social. De este modo, se muestra la intimidad de un ser individual y agónico dentro del cuerpo social, que a través de su propia voz textualizada expresa las turbulencias de su interioridad.

Otro rasgo que destacamos es la polifonía enunciativa que se expresa en los textos poéticos: al considerar las formas lingüísticas de algunos sujetos, se demuestra una manera de ser y estar en el mundo; en nuestro caso, se usa la jerga carcelaria conocida como coa.

El empleo del argot o jerga es de uso exclusivo de grupos, donde los individuos que la componen la utilizan en ocasiones con una finalidad crítpica, es decir, para evitar que los demás les entiendan. Las personas que se sirven de una misma jerga, es posible que ejerzan sino el mismo, un oficio similar. El argot sirve para identificarse, para no ser comprendidos por los de fuera, y además, surge como algo necesario para defenderse y sobrevivir.

Bajé ensartado en las jaapatillas
 Hice algo pa` la mente en el camino
En la volaa, por un segundo se me ocurrió pedir trabajo
Miré hacia el mar, hacia el barco de los sueños que se alejaba,
   Despedí a la gente que se estaba despidiendo,
Ya dueño de una esquina
Me entibié a un socio para hacer monedas
Pa `cobrar peaje      el derecho  a tránsito por la vida
Y así llegó la negra,         la oscura
Con su ciego blanco ojo      a culparnos desde los cielos.
En el bajón, me miré solo por un rato       para que no duela tanto,
Y no recordé mi rostro       ni el de mi madre, 
Solo el de un paco pateándome en el cuerpo.
                    O echando neoprén en mi pelo (…) (Con Ajo, 28)

Y también:

Te lo juro manito, te lo juro
No dije ni una palabra…
Ni cuando frente a mis padres, frente a mi hijo,
                   Frente a los que me querían,
                       Esposado, encadenado me bajaron del camión
Ni cuando los perpetua me cargaron en el baño (Ranita blanca, de paso me dijeron…),
No me fui de hocico con la Jueza
Ni trampié cigarros, ni la libreta
Ahí, piola nomas
Total, el que no cae, resbala… (Con Ajo, 32)

O bien:

(…) Yo no sé como llegó este longi a la punguería,
pa` mi que anda puro sacando el rollo, cuentiando nomás,
jalando gratis
                   trabajándole de sapo a los pacos.
Buscando el poema que no merece… (Con Ajo, 47 – 48).

Como apreciamos, la manera de hablar de los sujetos que se expresan en estos poemas, corresponde a aquellos seres que delinquen, asaltan, roban, matan y, entran y salen del recinto penitenciario. Sujetos que estamos acostumbrados a ver en los mass media desde la óptica “informativa” donde prevalece una función referencial e instrumental del lenguaje; no obstante, en los poemas la función poética del lenguaje es la que representa el mundo construido a partir de la voz del “neoprenero”, detenido o punga. Personajes sin voz ni espacio, son la base principal de los diversos ambientes que se proyectan en el texto conservando la oralidad propia de los sectores más precarios de la urbe.

En este sentido, la poesía comunica experiencias que al conservar la forma de hablar de grupos particulares “adquieren dignidad y visibilidad descubriendo su propia gramática. La liberación de las diversidades es un acto por el que éstas toman la palabra, hacen acto de presencia, y, por tanto, se ponen en forma a fin de poder ser reconocidas” (Vattimo, 84); en consecuencia, el efecto de realidad que nos proporciona la literatura nos permite experimentar o sentir algo en común, ya que aquellas voces son creadoras de sentido y mediadoras de un sentido situado en el mundo real como en el mundo imaginado. Es decir, el sujeto – poeta a través del sujeto lírico (o multiplicidad de voces), “entrega al lector una forma-propuesta de estar en el mundo real. Mundo real del autor-mundo imaginado-mundo real del lector: circulación de sentido de estar en mundos distintos, ontológicamente distintos, pero no rupturalmente distintos pues hay una contigüidad-continuidad/discontinuidad relativa e histórica subyacente como mundo humano que posibilita la comprensión” (Gallegos, 10).

Por consiguiente, la importancia de conservar el habla radica en la proyección de mapas afectivos donde uno se encuentra con los otros psicosocialmente, como acuña Armando Silva, y forja imaginarios urbanos que muestra la manera de ser y estar de sujetos que habitan la ciudad, que a partir de su deseo van construyendo constantemente identidad, y así, la diversidad ciudadana se incorpora a la colectividad que corresponde al cuerpo social(1).

También presenciamos una voz (hablante) omnisciente manifestada en tercera persona  en la poesía de Vollmer:

Después de violentar su propia madre
Cariman Nahualquin
Ebrio, regreso por los senderos
        Por la huella de los perdedores
Hasta el retén más próximo
Y al oficial de turno
Mantileo gonzález, supongamos
Le habló del cuerpo, del tierno cuerpo.
Que la deseó siempre más que a su propia hija
Deseó ver sus ojos al momento de penetrarla
   Eyacular sobre su rostro…
Ahora entrega su arma, sus aperos
Su cargo de cabo segundo
Y distante entra al calabozo
Pero él, hoy no cierra la puerta
      No cruza el candado odix
Y espera de pie a que los ojos bajen
Y alguien sin gloria cierre la puerta
Un pequeño temblor
Un maremoto le recorre el cuerpo. (Chaucha S/Nº).

También vemos  ésto en “Con Ajo"

Salgo pero vuelvo, prometió el gorreado  Hinostroza del 2°
           y afuera, donde la fe ya no existe,
su sonrisa no fue barco clamando a la distancia,
                           sino la paz de los autistas,
recorrió las calles tocando sus muros con los dedos,
visitó a las madres, a las hijas de algunos compañeros.

Tardes enteras afirmó los ojos sobre el vidrio húmedo de la micro,
no bebió alcohol, pero rió solitario junto a ellos.

Una tarde sin lluvias, escuchó pastar caballos
                                    en algún rincón de la memoria
y deseó abrazarles, dormir en su panza materna por un rato.

 En el primer poema la voz omnisciente sabe todo de Carimán Nahualquín, es un personaje controlado (violador), pues sabe hasta sus deseos o temores secretos. Por ejemplo, el miedo que invade al personaje un pequeño temblor / un maremoto le recorre el cuerpo,   pues sabe las consecuencias que su delito significa en el mundo carcelario. O bien en el segundo poema: un (ex)presidiario el gorreado Hinostroza del 2º que al parecer salió en  libertad del recinto penitenciario sentencia salgo pero vuelvo. Desde de ahí el hablante omnisciente nos cuenta sobre la nostalgia y soledadde una vida que se vuelve dramática  al estar fuera del recinto.

El hablante se manifiesta también como una colectividad, una voz plural, que mediante el nosotros erige una identidad: Nosotros, los pungas, los olvidados del barrio. Aquí, el yo – lírico se percibe como portavoz: una experiencia constituida por experiencias de otros sujetos que no tenían voz para contar su drama.

Qui ti pin qui ti pon que te paa loco
Un fierro pelao para la noche
Para que las ballenas vuelen sobre nosotros
Para no sentirse tan mierda
                    Tan solo en este mundo
                          De huevotes solos.
Chaucha gritan los neo de la otra esquina
Fondeamos la vida entre el pasto
Y todos rajan por los cercos
                       Bajo las casas
Pasan los pacos más curados que nosotros
Y solo una piedra basta
Solo un guiño, un silencio
Solo un granizo basta para ser guerra
      Metal de hacha           bala de goma.
En la oscuridad más oscura que los corazones
Desbordados,     desangrándonos por los ojos
Como un gato envenenado
                 Insultamos la vida
         El ruido de botas
Las carreras
      Buscándose a uno mismo. (Chaucha, S/Nº).

Luego, el hablante es un yo que transita por las calles y hace suyo el dolor ajeno, ya que es un personaje caracterizado exhaustivamente por sus relaciones  con los otros personajes (las otras voces) , o sea está definido enteramente por sus relaciones con los otras voces con las que habita e imaginariamente lo habitan. Este hablante lo percibimos abriendo y cerrando el poemario “Con Ajo”, lo que da cuenta del viaje que este personaje realiza “desde la infancia  y sus sucesos que llevan a los personajes a la decadencia y exclusión social”, como se dice en la solapa del texto.

Ahogándonos,
comencé  a nacer ahogándome,
                                       al  revés,
ahorcado en mi propia tripa
envenenado en mi misma sangre,
y así desde siempre, infinitamente perdido
botero de orillas que los hombres soñamos.
Así me le entré a las calles y sus nubarrones
a sus vidrios molidos en el pan de la infancia,
y así me fui alejando de los límites y sus geometrías
en la revolución y sus tenues fogatas
que arden por las noches allá en los cerros.
Así me fui traficando a mí mismo en la quimera del éxtasis
         en la heroína de las palabras
en el clorhidrato húmedo de los almacenes donde nos cargamos
                   y descargamos en el fúnebre ejercicio de la búsqueda,
como  gaviotas heridas,
     miles de gaviotas heridas flotando en la toxina
                                                                               de los verbos.
Y así de pronto me observé en la amnesia y la mentira fragmentada,
en la florida verdad que todo es o será un imperceptible susurro
                   una imposible herejía en el clítoris del infierno,
una luz, un sol o un soplo
    que nos ciega antes del llanto o el adjetivo.

                          La verdad intocable que nos devuelve a la sangre
                        a los erectos ríos del hombre, al pezón y sus cavernas.
Ahogándonos,
        ahogándome
así llegué al patíbulo y sus tribunales, al purgatorio de los buitres
    a esta sala donde ahora me esposan y humillan
         y donde me ahogo, me atoro
                         me asfixio en mi misma sangre.

De esta manera, las diversas formas en que se van expresando las voces textuales dan cuenta de la fragmentación del sujeto poético en la poesía de Vollmer; es decir, un rostro compuesto por otros rostros que constituyen un tipo de hablante que denominamos traficante. Este sujeto surge de la extensibilidad del yo: el yo del sujeto se fragmenta y se expresa en una multiplicidad heterogénea de yoes o pluralidad de voces, que constituyen el otro con el cual el yo se identifica y va forjando su propia mismisidad a partir de la otredad, apelando a una colectividad para reivindicar una identidad cultural en el cuerpo social.   El hablante como traficante es un personaje que negocia y comercializa su experiencia, su lenguaje, con un sitio o lugar y los habitantes de éste. Es un nómada que participa de las aventuras que va expresando imaginariamente en el acto enunciativo, por lo tanto, no es un mero observador o voyerista que va dando cuenta del ser y estar del hombre en la vida citadina, sino que ésta lo traspasa y va forjando su carácter conjuntamente con el lugar que va construyendo en su imaginación. De este modo, el sujeto traficante y la ciudad constituyen un evento, pues se encuentran en un proceso de construcción, donde se van definiendo a sí mismo en estrecha relación con otros personajes y grupos que van configurando al hombre citadino en un su morar por lugares de agonía.  Entonces, nos encontramos a un sujeto habitado por plurales que “rehabilita las fantasías individuales y los imaginarios subjetivos en una vuelta a las microconstelaciones de lo privado y reclama la gratuidad de las pulsiones y el curso nómada de una sensibilidad a la deriva que se mueve eclécticamente” ( Richard, 309).

En suma, en esta poesía asistimos a una Poética del Callejón (o del óxido), situada en las calles y sitios donde la noche es un slogan más de la violenta soledad que habita en los seres, y en los espacios de origen o desarraigo. En palabras de Cárcamo, asistimos a un escenario donde “se mueven en el ajetreo del lenguaje mezclados y torcidos, contaminados por la ciudad y sus flujos, gestados en las zonas de apertura y abismisidad de estos tiempos” Cárcamo, 1992: 107); y en palabras de Oscar Galindo: “El collage no es sólo literario; se trata de un collage cultural que ofrece la certeza de la hibridez y mixtura de la sociedad actual y la sensación de carencia de lenguajes posibles y verdades definitivas” (Galindo, 1992: 111).

 

* * *

  (1) “La gente no se da cuenta de su experiencia urbana pues vive en ella como en el aire que respira. Sin embargo, hay situaciones donde su ser urbano se exterioriza y visibiliza, como en algunas experiencias que llamo ‘meta operaciones’, estéticas, por medio de los estudios urbanos o como consecuencia de los mismos medios. Son todas situaciones donde se ha de producir algo parecido a lo que Brecht llamó ‘efecto de extrañamiento’, de distanciamiento, donde tomo conciencia de mi ser in situ, en un lugar concreto”. Entrevista a Armando Silva. “Ser Santiaguino o porteño es, primero, un deseo”, por Maria Constanza Mujica. 2005.

 



 

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