MANUEL SILVA ACEVEDO
 
 


Si digo: "Mi cama me consolará,
compartirá mi lecho mis lamentos",
con sueños entonces tú me espantas,
me sobresaltas con visiones.
Job 7, 13

 

I

Cambió en mi cama tu olor de mujer
por el extracto de mi osamenta
Puedo oler el hato de mis huesos
cobijados entre las sábanas.

II

Trato de construir una morada
en medio de las cenizas
Levanto muros empapelados con ordinariez
Apenas respiro en esta habitación inhóspita
donde todo lo impregna un olor
de aceite humano.

III

En los muros desolados de un departamento
de taxidermia
la foto solitaria de la hija
y la carcoma consumiendo los vestigios
de un árbol familiar hecho astillas.

IV

Con escasa fe empujo las sombras
de unas ruinas más que evidentes
sin ningún objeto determinado
salvo ocupar las horas
en que el pensamiento yerra
de un extremo a otro de la mente
como un mecanismo estropeado.

VII

Tú que levantas una densa niebla en pleno mediodía
dónde te escondes, sombra vana, melodía trivial,
arena movediza.

VIII

Resisto unos pocos días
a veces hasta una o dos semanas
pero vuelvo a recurrir a tu droga
al efecto ilusorio de tu voz
en el aparato telefónico
Me administro otra dosis de ti y me alucina
el paso imaginario de tu carro por la vía pública.

XI

He aquí los restos del desorden
con que tu cuerpo se retira de mi alcance
Tengo entre los dedos tenazas de mi mente
un cuello pálido semejante en todo a tu cuello
Mis yemas se deslizan por esa pendiente por esa
llaga viva.

 

DESPOJAMIENTO

Aunque me lave con jabón,
y limpie mis manos con lejía,
tú me hundes en el lodo,
y mis propios vestidos tienen horror de mí.

Job 9, 30


I

Estoy desnudo ante el espejo de mi mente quebradiza
Silentes nubes de tormenta cubren el cielo a jirones
como abandonadas cartas de tarot

Me pregunto quién soy: ¿el loco, el lunático, el colgado?

II

¿Dónde quedó mi fervor por la palabra,
en qué cajón del mueble de mi cuerpo, debajo de qué ropas?

Réstame una sola muda
en mi extrema escasez indumentaria.

III

Aún tengo un quehacer:
deshilvanar imágenes, descoser, remendar y zurcir,
pegar un botón como un grito, añadir otro parche
a mi estropeado traje de bautismo.

VI

Visualizo un revólver
Ahora parece un crucifijo
Me lo pongo en la boca
Ahora parece un Padrenuestro.

VIII

Aténme bien atado
a la cordillera de los males
la nieve me sabe amarga
el mar me sabe a sangre

Todo lo que pido es un lugar en la tierra,
el cielo está ocupado.

IX

Zanjo en mi tierra interior
la sola fosa de mi último lecho:

cavo en la oscuridad sudo sangre.

X

Llego al convencimiento de mi total nulidad
Reclamo mi derecho a la cruz único asidero.

XI

Peregrino chileno,
la oración me asalta en plena calle:

Señor Jesucristo, hijo de David
ten piedad de mí.


CANTO RODADO
Editorial Sudamericana
Santiago de Chile, 1995

 

 
 

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